Bi¨®graf¨ªa o testamento

Cualquier espectador que busque en esta nueva p¨¢gina de Fosse rastros de su famoso Cabaret puede sentirse defraudado. No hallar¨¢ aqu¨ª ni la sombra de Brecht, ni el mundo de Isherwood, s¨®rdido, expresionista, preludio del nazismo a punto de estallar en Alemania. Quien, a su vez, recuerde la vida, pasi¨®n y muerte de Lenny Bruce, entre el documental y la pura biograf¨ªa, tambi¨¦n debe hallarse dispuesto a olvidarla al instante. Bob Fosse, por esta vez, se nos ha vuelto trascendente para contarnos su vida en un di¨¢logo prolongado con la muerte. Esta es una dama vestida de blanco, siempre dispuesta a escuchar e incluso a dialogar con el protagonista que a ratos se confiesa, a ratos se burla de su propia aventura y, como era de esperar, al final se le entrega. Un tanto concebida al estilo de Bergman, esta parca rubia y risue?a abre y cierra la pel¨ªcula dedicada al espect¨¢culo, que s¨®lo ya al final se nos ofrece con la generosidad o la imaginaci¨®n que el p¨²blico espera y desea.Podr¨ªa decirse que Fosse, partiendo de un esquema tradicional: la eterna revista que es preciso montar por encima de d¨®lares y fechas, lo ha puesto al d¨ªa, rompiendo su continuidad, a?adi¨¦ndole sexo, estimulantes y sarcasmo, as¨ª como un lenguaje al uso en el cine de hoy, cuilquiera que sea su g¨¦nero o estilo. Todo ello aparece acumulado, apenas entrevisto en la primera parte, .hasta rozar los l¨ªmites del tedio. En la segunda, la farsa se acent¨²a, cala m¨¢s hondo en la esencia de la obra, y la muerte, con su pamela y su sonrisa tenue, roza menos la leve sombra de lo cursi.

Un af¨¢n de trascender a toda costa ha hecho olvidar al realizador aquella premisa fundamental para llegar al fondo de las cosas: no tomar lo accesorio por esencial en el dif¨ªcil camino de las artes. Si lo universal de Cabaret o Lenny nac¨ªa de modo obvio y natural, como espejo de un personaje o de una ¨¦poca, aqu¨ª se nos ofrece, a cambio, aparte de la muerte mencionada, una operaci¨®n a coraz¨®n abierto que aparece como una truculencia innecesaria. Si el mundo del cine ha sufrido la evoluci¨®n que todos conocemos, el musical no habr¨ªa de ser menos. Su problema, frente a un p¨²blico no tan al d¨ªa, reside en que la m¨²sica carece de personalidad y no llega a brillar demasiado. Incluso la que sirve de remate a la historia ni siquiera le pertenece, pues ya la. hicieron famosa hace unos a?os Simon y Garfunkel.

El resto, escenograf¨ªa, realizaci¨®n, fotograf¨ªa, se hallan a la altura acostumbrada en tal tipo de superproducciones. S¨®lo faltan actores como Liza Minnelli o Helmut Grien, sustituidos por colaboraciones o bailarines excelentes.Parece ser que este All that jazz, donde hay de todo menos jazz verdadero, quiere ser algo as¨ª como el testamento de Bob Fosse. No ser¨¢ para tanto. Una vez concluido el espect¨¢culo, debiera echar una mirada atr¨¢s, hacia tiempos pasados y mejores.