"Los cient¨ªficos han destruido el mundo"
En la tranquilidad del Monasterio de Piedra, Ronald Laing, padre y discutido te¨®rico y pr¨¢ctico de la antipsiquiatr¨ªa, ha terminado su ¨²ltimo libro: Testimonio de la experiencia. Su presentaci¨®n oficial -unas copias en ciclostilo- coincide con el final de su estancia en Espa?a, motivada por la celebraci¨®n de la conferencia internacional sobre Psicoterapia del futuro, organizada por la Asociaci¨®n Europea de Psicolog¨ªa Human¨ªstica, con sede en Stuagart.
Es dif¨ªcil entrevistar a este hombre, que aparenta unos cincuenta a?os bien llevados y que no mira a los ojos cuando habla. Entre citas a Merleau-Ponty y Jacques Monod, comenta el objetivo de su nuevo libro: ?El mundo de hoy necesita ser destruido en la teor¨ªa y en la pr¨¢ctica. En este momento estamos en posici¨®n de hacerlo totalmente, pues en la teor¨ªa ya ha sido destruido por los cient¨ªficos. Mi libro trata fundamentalmente de las vivencias, del mundo de las aut¨¦nticas vivencias que ha sido abolido por cifras y cantidades".Vienen a la memoria aquellas experiencias que se remontan diez a?os atr¨¢s cuando, en compa?¨ªa de David Cooper, Laing sacud¨ªa los cimientos de la psiquiatr¨ªa oficial y presentaba una paciente esquizofr¨¦nica recuperada por medio de una revolucionaria terapia. La vivencia de todo su proceso vital, desde el momento de su nacimiento, les hab¨ªa permitido romper la barrera que irremisiblemente separa la locura de la realidad.
En una alocuci¨®n sin pausa, entretenida por una canci¨®n que no tiene inconveniente en entonar, Laing prosigue el comentario de su libro: ?El mundo de las vivencias es pasado por alto por el cient¨ªfico. Para el discurso de la ciencia, la relaci¨®n amorosa ligada con el mundo, la afirmaci¨®n de Merleau-Ponty de que "la percepci¨®n es un acto de comuni¨®n" no tiene ning¨²n valor epistemol¨®gico ni pr¨¢ctico. Al adoptar una pol¨ªtica activa de alejamiento evita aqu¨¦lla todo conocimiento relevante, es decir, con consecuencias?.
A pesar de la densidad de sus conceptos, de un cierto deje tecnicista, es un hombre f¨¢cil de seguir y de entender. ?Hay que?, explica, ?llegar a conocer la funci¨®n de nuestra vivencia y c¨®mo podemos entenderla; pero no para adecuarla a un m¨¦todo que precisamente niega esta experiencia. No hay que mirar s¨®lo la superficie, ni a trav¨¦s de instrumentos o electrones que nunca vemos con nuestros propios ojos. Cuando el cient¨ªfico se aleja para mirar desde fuera, lo que ve son nuestros cuerpos y conductas, pero no a nosotros. No hay esperanza de validez para ninguna prueba de psicolog¨ªa, de obstetricia o de medicina en tratamientos a personas que sufren crisis emocionales, mentales o f¨ªsicas, e incluso en el acto mismo de morir. Como dice Monod en su Azar y Necesidad, "la ciencia es la destructora de los valores". Quiero decir con esto que, por ejemplo, en el caso del parto, ¨¦ste se observar¨¢ como acto, nunca como una experiencia?.
Drogas y electricidad asta los sesos
Si algo levant¨® pol¨¦mica en los comienzos de esta nueva psiquiatr¨ªa, acu?ada en Inglaterra, fueron sus peculiares terapias. ?No hay posibilidad de aplicar ninguna terapia en personas que viven a trav¨¦s de sus experiencias?, contin¨²a Laing, ?en un estado de confusi¨®n interior o pesadilla. Todo lo que un cient¨ªfico puede hacer con una persona as¨ª es llenarla de drogas y minar su salud con electricidad hasta los sesos, en un intento de frenar la experiencia que est¨¢ viviendo. Esta manera de tratar al individuo supone convertirlo en algo objetivado, r¨ªgido. El tratamiento deja de ser algo entre nosotros y se convierte en algo impuesto sobre otra persona. Como no existe la conducta, en el sentido apuntado por Merleau-Ponty, s¨®lo podemos mirarla como un patr¨®n objetivado. Se convierte en algo que intentamos controlar con terapias y m¨¦todos behavioristas o conductistas?.Centrado de nuevo en su obra, a?ade: ?Sobre estos principios, el libro intenta describir las transformaciones, modulaciones y formas vivenciales generalmente consideradas en nuestra cultura como no deseables o peligrosas. Esto nos lleva a realizar una comparaci¨®n entre patrones y secuencias; nos lleva a tratar particularmente algunas transformaciones y modulaciones, que llamo metanoia. Estas se parecen mucho, en sus patrones estructurales, en la secuencia y el orden, a acontecimientos o patrones biol¨®gicos de nuestra propia vida en el momento del nacimiento, antes del parto e, incluso, en el momento mismo de la concepci¨®n. No hemos creado un modelo generalizado de terapia, porque no existe tal modelo, porque la gente no ha encontrado ninguno al que adecuarse?.
Llegados a este punto, le pedimos que explique el concepto de metanoia, que, de alguna manera, hace pensar en la experiencia que algunos participantes de las jornadas viven en ese instante en una habitaci¨®n situada por encima de nuestras cabezas. La sesi¨®n es, al parecer, un intento de renacimiento a partir de convulsiones, movimientos y gritos, que tratan de emular el nacimiento de un ser.
?El t¨¦rmino metanoia?, explica, ?ha sido acu?ado por m¨ª. Se trata de una descripci¨®n fenomenol¨®gica de los acontecimientos, que pretende ir m¨¢s all¨¢ de t¨¦rminos tales como psicosis y paranoia?.
Antes de marcharse habla de su trabajo durate los ¨²ltimos diez a?os y de sus divergencias con David Cooper. ?En los ¨²ltimos a?os?, nos dice, ?estoy trabajando con una red, cada vez m¨¢s amplia, de personas. Mantenemos alguna casa y una granja en las afueras de Londres, donde cientos de personas recorren las experiencias de tipo metanoico, ayudados por estudiantes que quieren ser terapeutas o psiquiatras, independientemente de que tengan alg¨²n grado universitario o no. Los criterios para decidir si alguien puede ser terapeuta deben residir en si puede o no llevarse bien con la gente que le rodea. Con respecto a David Cooper puedo decir que se encuentra en Par¨ªs y que ense?a en la Universidad de Vincennes. Continuamos siendo amigos, aunque no concordemos en algunos puntos te¨®ricos?.
Entre apresurados saludos de despedidas y un apret¨®n de manos, se pierde por los claustros del monasterio llev¨¢ndose ese aire suyo entre guru y hombre de ciencia. Alrededor quedan, entre pensativos y gozosos, alguno de los miembros de la asociaci¨®n psicol¨®gica que se autodenomina human¨ªstica y que dicen buscar el equilibrio entre el hombre y su entorno. Buscan tambi¨¦n una respuesta a lo que se ha llamado trastorno mental, locura y mil sin¨®nimos m¨¢s. Para ellos, la ¨²nica salida radica en el respeto a la persona y a sus vivencias, como camino para un encuentro consigo mismo y con el resto del universo. En la noche de la presentaci¨®n de su libro, bajo la luna llena, Ronald Laing toc¨® el piano, cosa que, seg¨²n cuentan, hace muy bien.
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