?Violencia de la no violencia?
Jos¨¦ Luis L. Aranguren, en estas mismas p¨¢ginas, el d¨ªa 9-10-1980 hac¨ªa un resumen interpretado del debate sobre Violencia y cristianismo, que ha sido el terna del IV Foro sobre el Hecho Religioso, celebrado recientemente en los alrededores de Madrid. Y me atrevo a decir que el resumen de Aranguren tiene car¨¢cter interpretativo, porque yo mismo, que fui uno de los tres ponentes, me veo deficientemente representado en las afirmaciones globales que ¨¦l hace.Solamente me fijo en dos cosas:
1. En el hecho, que ¨¦l presenta indiscutible, de que el propio Jes¨²s fue un violento.
2. En la supuesta lectura fundamentalista de la Biblia que har¨ªan esos no violentos que ¨¦l tan sinceramente admira.
Quiz¨¢ J. L. L. Aranguren se haya olvidado de los enormes esfuerzos que hicimos entre todos para encontrar una m¨ªnima definici¨®n de violencia, que nos sirviera, aunque s¨®lo fuera operacionalmente, de punto com¨²n de referencia. De entre todas las; cosas que se dijeron, quiz¨¢ la m¨¢s autorizada fuera la distinci¨®n que hizo Carlos Castilla del Pino entre agresividad y violencia. Para el profesor cordob¨¦s, una conducta agresiva es la que, de manera oculta o clara, intenta la destrucci¨®n, real o imaginaria, de un objeto (el cual, a su vez, puede ser tambi¨¦n un sujeto). Pero, hilando m¨¢s delgado, habr¨ªa que distinguir entre conducta agresiva y conducta violenta: la primera no traspasa las fronteras del lenguaje, mientras que la segunda se desarrolla en el espacio del metalenguaje.
El paso de un espacio a otro no es necesario: hay conductas agresivas que nunca llegar¨¢n a la violencia, precisamente porque la agresi¨®n verbal implica una conducta prof¨¦tica de recusaci¨®n de todo m¨¦todo violento. Y aqu¨ª se podr¨ªa quiz¨¢ resolver la aparente antinomia de Aranguren cuando habla de la violencia inconsciente o comprimida de los no violentos. No; ¨¦stos siguen siendo no violentos, y precisamente utilizando una conducta agresiva de tipo prof¨¦tico.
Este fue el caso del propio Jes¨²s: sus invectivas dur¨ªsimas contra las clases dirigentes de su pa¨ªs llevaban una enorme carga de agresividad. ?O es que no lo era el llamar zorro al propio rey Herodes? Pero este mismo Jes¨²s hist¨®rico, que fue a veces agresivo, al mismo tiempo, con su mensaje y con su propia conducta en situaciones l¨ªmite (su propio arresto), puso una barrera infranqueable entre la agresividad prof¨¦tica y el espacio fronterizo violento del metalenguaje.
En cuando a la supuesta lectura fundamentalista que de la Biblia hagan los no violentos (al menos los que por all¨ª merodeaban), qued¨® bien claro lo contrario. Dejando aparte el Antiguo Testamento, nos atrever¨ªamos a decir que la misma agresividad prof¨¦tica de Jes¨²s no se presenta como literalmente imitable en sentido fundamentalista: hoy la humanidad ha avanzado y los profetas pueden ser igualmente eficaces con un buen di¨¢logo (aunque, a veces, en zonas subdesarrolladas, todav¨ªa deben resonar fuerte las viejas invectivas de Jes¨²s y los profetas).
La famosa agresividad prof¨¦tica de Jes¨²s en el desalojo del templo no fue tipificada por el propio Jes¨²s. Para ¨¦l lo tipificable era este dicho: ?El templo es casa de oraci¨®n, y no cueva de ladrones?. En todo caso, poca violencia podr¨ªa ejercer el galileo Jes¨²s cuando en la adyacente Torre Antonia hab¨ªa centenares de soldados para hacer abortar cualquier disturbio.
A fin de cuentas, a Jes¨²s hay que situarle sociol¨®gicamente. De ¨¦l sabemos poco, pero s¨ª mucho de su contexto. Por eso hay que renunciar a Jes¨²s como si fuera un puro icono. El tenor de sus palabras no lo sabemos del todo; pero s¨ª la m¨²sica, que repite, como un ritornello, ?amor?, ?pobres?, ?marginados?, ?poner la otra mejilla?, ?perd¨®n?, ?felices los mansos?...
Jes¨²s tuvo actitudes agresivas; por eso le conden¨® Pilato, que pretend¨ªa cortar de ra¨ªz una posible sublevaci¨®n popular, aunque reconoci¨® que en Jes¨²s no hab¨ªa conducta violenta digna de condena. Pero, a pesar de su agresividad prof¨¦tica, am¨® a los enemigos y renunci¨® a su propia defensa violenta.
En una palabra: s¨®lo quer¨ªa completar la visi¨®n que de nuestro foro presenta J. L. L. Aranguren (que tan bien moder¨® las intervenciones de todos, aunque, en la oscuridad de su inconsciente, quiz¨¢ no haya podido moderar del todo la suya, como ¨¦l mismo reconoce de los no violentos), a?adiendo algo que qued¨® muy claro en los ampl¨ªsimos debates que se hicieron en los plenos y en los cuatro grupos diversificados; o sea, que la no violencia activa va ahora emergiendo de la conciencia humana (no solamente cristiana), no ya ¨²nicamente como un valor ¨¦tico superior y quiz¨¢ ¨²nico, sino tambi¨¦n como el mejor m¨¦todo para conseguir los fines de paz universal que todo proyecto pol¨ªtico, social y econ¨®mico presenta siempre como meta ¨²ltima.
Los no violentos activos son todo menos ingenuos y fundamentalistas. Tienen los pies en el suelo (a veces en el suelo h¨²medo y duro de las c¨¢rceles) y saben muy bien que la vida no se nos sirve a la carta, sino como en platos combinados; por eso, aun a pesar de la b¨²squeda ardorosa de m¨¦todos no violentos eficaces, asumen a veces la impureza de un lote hist¨®rico, donde hay una componente violenta, para no caer en la pasividad que ayude a la gran violencia a triunfar.
Pero lo principal es reconocer y hacer reconocer que la violencia es siempre injusta, aun en el caso de que sea asumida como un mal menor. Y es que un mal, por muy menor que sea, siempre es un mal.
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