Dos suicidios se consuman diariamente en Madrid
Seg¨²n una estad¨ªstica policial recientemente publicada por EL PAIS, once de los diecinueve casos de suicidio frustrado en los que hab¨ªan intervenido las dotaciones de los coches-patrulla correspond¨ªan a personas que se hab¨ªan seccionado las venas de la mu?eca. La cifra ha sido el punto de partida de un informe que lleva a varias conclusiones: Madrid est¨¢ sometido a tasas de suicidios similares a las de ciudades de parecida dimensi¨®n demogr¨¢fica; un elevado porcentaje de los suicidios frustrados implican a mujeres j¨®venes, y una mayor¨ªa de los consumados, a hombres maduros; se observa una cierta proporci¨®n de casos de contagio o imitaci¨®n de personajes televisivos o cinematogr¨¢ficos, y se sospecha que muchos accidentes de tr¨¢fico son, en realidad, suicidios encubiertos. La condici¨®n com¨²n de casi todos los suicidas es la soledad.
La ¨²ltima estad¨ªstica quincenal difundida por el gabinete de Prensa de la Jefatura Superior de Polic¨ªa de Madrid sobre acciones de auxilio a ciudadanos ofrec¨ªa una llamativa cifra de suicidios frustrados: los agentes hab¨ªan logrado resolver diecinueve casos. En una escueta clasificaci¨®n posterior se indicaba que once personas se hab¨ªan cortado las venas de las mu?ecas y cuatro se hab¨ªan herido en el cuello con alg¨²n objeto cortante. Tal vez la primera cifra no fuese especialmente singular, pero s¨ª lo era el rito final utilizado por la mayor¨ªa. De pronto la navaja de afeitar hab¨ªa suplantado a los barbit¨²ricos. La lista no parec¨ªa venir de una hoja de servicios policiales, sino de la cr¨®nica de una remodelaci¨®n de gabinete en la Roma antigua. ?O tal vez hab¨ªa sido una extra?a traslaci¨®n de la serie televisada Yo, Claudio a la vida madrile?a?Las primeras averiguaciones cerca del gabinete de Prensa de la Jefatura Superior resolvieron algunas dudas: la estad¨ªstica ofrec¨ªa una relaci¨®n de casos favorablemente resueltos, pero exclu¨ªa los de suicidios consumados y, claro est¨¢, los desconocidos por la polic¨ªa. Un n¨²mero indeterminado de veces en las dos ¨²ltimas semanas, las dotaciones de coches patrulleros hab¨ªan sido avisadas de que alguien hab¨ªa intentado matarse y, en diecinueve de ellas, los guardias o los funcionarios hab¨ªan conseguido llegara tiempo. Eso era todo.
Los casos en que hubieran llegado tarde estar¨ªan necesariamente registrados en el Instituto Anat¨®mico Forense; una antigua edificaci¨®n universitaria reconvertida, cuya nueva entrada, de granito lapidado, recuerda invariablemente a un mausoleo. Las salas-velatorio y las de autopsias han sido instaladas en la planta s¨®tano, y las oficinas, en el primer piso-entreplanta. El doctor Esp¨ªn, secretario general del Instituto, suele recibir personalmente a las familias de los ingresados. ?La cifra media mensual de cad¨¢veres de suicidas que recibimos es de sesenta. Est¨¢ sujeta a ligeras fluctuaciones, y casi todos los casos corresponden a personas residentes en Madrid capital. Podr¨ªa ser desglosada en otras tres indicativas y muy aproximadas: 38 de las sesenta personas se suicidan por precipitaci¨®n y, generalmente, arroj¨¢ndose a los patios interiores de sus casas para evitar actitudes exhibicionistas; quince se intoxican con barbit¨²ricos, y las siete restantes se ahorcan. Estos datos dan una noci¨®n muy aproximada de los que archivamos en el Instituto Anat¨®mico Forense?.
Los datos num¨¦ricos del Instituto Anat¨®mico Forense pueden ser inmediatamente valorados aplicando la regla admitida por la Organizaci¨®n Mundial de la Salud: ?En los centros urbanos hay, por cada uno de los suicidios consumados, ocho o diez suicidios frustrados?. Por tanto, dos personas se matan deliberadamente cada veinticuatro horas en Madrid, y de diecis¨¦is a veinte lo intentan. Simples multiplicaciones o divisiones bastar¨ªan para trasladar los porcentajes a otras unidades de tiempo. Y, sin embargo, las cifras ser¨ªan insuficientes para esclarecer el misterio de los procedimientos. Los datos que llegan al Instituto Anat¨®mico Forense no llevan a la conclusi¨®n de que los suicidas han modificado sus ritos.
Los consumidores de barbit¨²ricos piden socorro
Seg¨²n la imagen m¨¢s extendida, el Tel¨¦fono de la Esperanza es un lugar del list¨ªn al que llevan casi todos los callejones sin salida. La sede-chal¨¦ de la delegaci¨®n de Madrid est¨¢ en la colonia de Bellas Vistas. Es una casa blanca, ?aconfesional y apol¨ªtica?, atendida por profesionales de la psicolog¨ªa y organizada como todas las casas-tel¨¦fonos de la esperanza anteriormente fundadas en el extranjero, es decir, capaz de ofrecer una voz que contesta a todos aquellos que no soportan m¨¢s los contestadores autom¨¢ticos. Dice Pedro Madrid, el director nacional de la instituci¨®n, que las grandes ciudades imponen ?unas elevadas tasas de soledad, y el proceso subsiguiente es muy simple: una soledad largamente llevada suele conducir a la depresi¨®n, y una depresi¨®n larga suele conducir al suicidio. Yo creo que un 75 % de las personas que nos llaman por tel¨¦fono piensan seriamente en quitarse de en medio como soluci¨®n?. En 1979 llamaron 6.669, entre ellos un ni?o-r¨¦cord de siete a?os que s¨®lo dijo: ?Mis padres se est¨¢n pegando y no s¨¦ qu¨¦ hacer?.
Pero los suicidas parecen despertarse en oto?o. La curva de registro de llamadas telef¨®nicas lleg¨® a un m¨¢ximo en octubre, mes en que m¨¢s de seiscientas personas dijeron m¨¢s o menos: ?No puedo resistir; no puedo seguir adelante?, que son las frases t¨®picas de los necesitados resueltos a buscar un interlocutor desconocido porque no disponen de uno conocido. ?Los problemas de incomunicaci¨®n son terribles en Madrid. Se estima que en los enclaves rurales el hombre que necesita ayuda, econ¨®mica o de otra clase, la obtiene en un 80% de los casos, y en Madrid este porcentaje apenas llega a un diez. En otros sentidos, muchos de los ciudadanos m¨¢s angustiados est¨¢n faltos de un proyecto de vida. Si hubiera que hacer una divisi¨®n por edades, se podr¨ªa decir que hay un per¨ªodo muy cr¨ªtico cerca y por encima de la adolescencia, que afecta especialmente a mujeres; una bien conocida crisis de los cuarenta, que afecta espec¨ªficamente a profesionales frustrados una crisis de los cincuenta y tantos, que sufren, sobre todo, las mujeres menop¨¢usicas que hab¨ªan sido educadas como medio de producci¨®n de hijos y se sienten, de la noche a la ma?ana, seres improductivos, y la crisis del jubilado; sobre todo del jubilado de procedencia rural. Pero aqu¨ª, en el Tel¨¦fono de la Esperanza, tenemos un eslogan: Nadie se suicida si previamente no est¨¢ muerto. Creemos, pues, que aqu¨ª, en Madrid, hay seres que viven en un suicidio permanente. Dec¨ªamos que en oto?o se da un cierto fen¨®meno de identificaci¨®n, y tambi¨¦n en las v¨ªsperas de festivos y en fechas pr¨®ximas a la Navidad. En este ¨²ltimo caso, la soledad aparece por contraste, por comparaci¨®n?; alguien que se siente solo dice: ??Navidades? ?Para qu¨¦?? Y se deprime. Y si se descuida se convierte en un hombre del 75 %.
Gabriel Guijosa completa las intervenciones de Pedro Madrid cerca de una ventana desde la que llega una luz firme y conventual, una luz cl¨ªnica que pasa sobre los tabiques del despacho como un pa?o de algod¨®n. ?Nuestra experiencia nos ha valido, por lo menos, una certeza: las causas de la propensi¨®n al suicidio est¨¢n muy vinculadas a los desajustes familiares. O, dicho de otro modo, un ciudadano cuya familia no acusa graves desajustes est¨¢ m¨¢s a cubierto de los problemas graves que los dem¨¢s. Dec¨ªamos que la soledad es la causa m¨¢s importante de las depresiones, no lo olvidemos. Y, en la llamada tercera edad, la vinculaci¨®n familiar es imprescindible?.
La soluci¨®n final: sobre todo, hombres
La ciudad sanitaria es el lugar que generalmente visitan aquellos madrile?os que no se detienen ante la consulta del psiquiatra o ante el Tel¨¦fono de la Esperanza. El doctor Saiz Ruiz, jefe de secci¨®n del Servicio de Psiquiatr¨ªa del Centro Ram¨®n y Cajal, confirma una de las tesis de Pedro Madrid y Gabriel Guijosa: las personas que intentan suicidarse y las que lo consiguen no forman parte de un grupo uniforme. ?El perfil del individuo que muere por suicidio es muy distinto del perfil del que ¨²nicamente lo intenta. El suicida consumado es, con mayor frecuencia, var¨®n, tiene una edad comprendida entre los cuarenta y los cincuenta a?os, y emplea, tambi¨¦n m¨¢s frecuentemente, m¨¦todos violentos para matarse; en Madrid, sobre todo, defenestraciones. Por precipitaci¨®n?, dec¨ªa el doctor Esp¨ªn.
El joven doctor S¨¢iz Ruiz trata de penetrar, desde hace ya muchos a?os, en el ¨¢nimo de las gentes que deciden suicidarse. A su paso por el Hospital Cl¨ªnico de Madrid hizo, mancomunadamente con la doctora Montejo Iglesias, un estudio muy preciso de 78 pacientes que lo hab¨ªan intentado y segu¨ªan vivas. Obtuvo una especie de retrato robot: ?Mujer en edad juvenil, soltera, posiblemente con antecedentes psiqui¨¢tricos positivos, tanto familiares como personales. La motivaci¨®n estar¨ªa determinada por una conflictiva en planos de la relaci¨®n interpersonal -familiar, amoroso, con un sentido de chantaje, o llamada de auxilio- La patolog¨ªa, desde el punto de vista psiqui¨¢trico, se encuadrar¨ªa dentro de las alteraciones en el desarrollo de la personalidad?.
El doctor Ruiz est¨¢ de acuerdo con los psic¨®logos Pedro Madrid y Gabriel Guijosa en que los intentos de suicidio en los j¨®venes ?est¨¢n motivados por la falta de comunicaci¨®n; en Madrid faltan posibilidades de comunicaci¨®n interpersonal. A veces, el que intenta suicidarse no pretende morir, sino cambiar de vida. Alguien, que ten¨ªa mucha raz¨®n, dijo: ?El suicida busca congregar, aunque sea alrededor de su f¨¦retro, a personas que se preocupen por ¨¦l?. Por lo visto, Madrid no da suicidas espec¨ªficos, sino los que dan todas las grandes ciudades. Hay, no obstante, un suicida incomprobado y muy numeroso. ?Es el hombre maduro que pone el coche a 120 en la M-30 y lo enfila hacia el pilar de un puente. Sabemos que un apreciable n¨²mero de esos accidentes de tr¨¢fico son suicidios encubiertos?. Y, por fin, encajan las cifras policiales y las del Instituto Anat¨®mico Forense. Casi todos los suicidas frustrados de la estad¨ªstica policial s¨®lo ped¨ªan socorro. Seguramente estuvieron ante los televisores, presenciando intrigas, desajustes familiares y peque?as tragedias, se sintieron un poco protagonistas y se fueron a buscar una navaja barbera mientras dec¨ªan: ?Yo, S¨¦neca?.
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