La democratizaci¨®n del PCE
RESULTA CADA vez m¨¢s insostenible -como el abstencionismo electoral y la anemia militante prueban- que los partidos pol¨ªticos, cuya ?estructura interior y funcionamiento deber¨¢n ser democr¨¢ticos?, seg¨²n el articulo 6? de la Constituci¨®n, prediquen a la sociedad programas de gobierno basados en principios que ellos mismos incumplento menosprecian. El pluralismo y la libertad de expresi¨®n, preconizados hacia fuera, suelen ser negados hacia dentro mediante la prohibici¨®n de las tendencias y la adopci¨®n de medidas disciplinarias contra los militantes que manifiestan p¨²blicamente sus opiniones discre pantes. El apoyo de los partidos a la autonom¨ªa de las nacionalidades y regiones se compagina mal con la fuerte centralizaci¨®n de sus organizaciones y con la desconfianza con la que contemplan las peticiones de autogobierno local de sus militantes. La aceptaci¨®n de la soberan¨ªa popular y de su expresi¨®n a trav¨¦s del sufragio universal, libre, igual, secreto y directo contrasta vivamente con las cooptaciones desde las c¨²pulas dirigentes y los procedimientos de elecci¨®n indirecta para ocupar los cargos d¨¦ responsabilidad dentro de los partidos. El principio de subordinaci¨®n del poder ejecutivo al Parlamento que lo elige y controla no se suele a pl¨ªcar tampoco para orientar las relaciones entre las ejecutivas de los partidos y las comisiones o comit¨¦s que representan la voluntad de los militantes, expresada en los congresos.Esta enfermedad end¨¦mica afecta, por supuesto, a todos los partidos, cualesquiera que sean sus tradiciones e ideolog¨ªas. En el apogeo de la III Internacional, s¨®lo los comunistas se salvaban, junto con los fascistas, de este tipo de cr¨ªticas, por la sencilla raz¨®n de que entre su teor¨ªa y su pr¨¢ctica no hab¨ªa contradicci¨®n alguna. La concepci¨®n paramilitar del partido de vanguardia, destinado a organizar y encabezar la insurrecci¨®n armada, les dispensaba de ocultar con hojarasca democr¨¢tica las relaciones Jer¨¢rquicas y la concentraci¨®n del poder en el v¨¦rtice del aparato. Pero el abandono en los hechos, primero, y en las formulaciones ideol¨®gicas, despu¨¦s, del marxismo-leninismo ha sitijado al PCE ante el reto de adecuar su modelo de partido con el modelo de sociedad democr¨¢tica y pluralista que el eurocomunismo defiende.
Dado el fort¨ªsimo peso de las tradiciones autocr¨¢ticas en el aparato y en la militancia del PCE y el enorme poder concentrado en la c¨²pula de la organizaci¨®n, los comunistas espa?oles han realizado en los ¨²ltimos a?os un considerable esfuerzo por a Japtarse a las nuevas condiciones y han caminado por el sendero de la democratizaci¨®n bastante m¨¢s all¨¢ de lo que muchos pronosticaban. La ¨²ltima y acalorada reuni¨®n del Comit¨¦ Central, que ha roto la liturgia y los rituales de la unidad monol¨ªtica, hubiera sido impensable hace s¨®lo escasos a?os. En las votaciones se han registrado significatiVas abstenciones, y en una de ellas, relativa a la composici¨®n de las comisiones preparatorias del X Congreso, la postura oficial venci¨® por escaso margen. Los oradores hablaron, al parecer, con gran libertad, sin que faltaran intervenciones sumamente cr¨ªticas contra los planteamientos de Santiago Carrillo. Ni que decir tiene que si los discrepantes fueran, en el inmediato futuro, objeito de una purga al viejo estilo el resultado final de este episodio ser¨ªa una versi¨®n incruenta de la campa?a de las cien flores de Mao Zedong. Pero no hay que apostar siempre necesariamente por la posibilidad peor.
Ese clima de sinceridad permiti¨®, por lo dem¨¢s, plantear algunas de las cuestiones centrales con las que los comunistas espa?oles se enfrentan. Es l¨¢stima que las informaciones de esos debates entre cuatro paredes lleguen a la opini¨®n necesariamente deformadas por el sigilo de la confidencialidad, cuando no por las intoxicaciones, y que los comunislas no abran una discusi¨®n p¨²blica en los medios de comunicaci¨®n sobre temas y problemas que tambi¨¦n interesan a los dem¨¢s ciudadanos.
Seg¨²n las noticias disponibles, la gran mayor¨ªa de los dirigentes catalanes, vascos y gallegos defender¨ªan un partido federalizado, frente a la concepci¨®n tradicional de un partido centralizado y al margen de la tentaci¨®n de una federaci¨®n de partidos. Pero la democratizaci¨®n y la adecuaci¨®n con la nueva estructura del Estado no caminan s¨®lo por las v¨ªas de la divisi¨®n territorial del poder. La mayor¨ªa de los comunistas de la periferia, buena parte de los intelectuales del PCE, l¨ªderes destacados de CC OO y un sector de los responsables de la Administraci¨®n municipal han criticado tambi¨¦n la excesiva concentraci¨®n de poder en la c¨²pula de la organizaci¨®n y son favorables a una direcci¨®n colectiva en la que el secretario general, antes omn¨ªmodo y ahora todav¨ªa muy poderoso, pasara a ser un primus inter pares.
La discusi¨®n en torno a la creaci¨®n de la figura del vicesecretario general se enmarca m¨¢s en este tipo de problemas que en la llamada sucesi¨®n de Santiago Carrillo Ese nuevo cargo podr¨ªa jugar dentro del PCE la misma funci¨®n de parachoques o expiatorio voluntariamente asumida por Alfonso Guerra en el PSOE y por Abril Martorell -hasta el verano pasado- en UCD. Servir¨ªa as¨ª para desviar hacia Sim¨®n S¨¢nchez Montero, Jaime Ballesteros (supuesto delf¨ªn in pectore) o Nicol¨¢s Sartorius la conflictividad de las bases, para canalizar en torno a estos nombres las tendencias que existen de hecho dentro de la organizaci¨®n y para dejar a Santiago Carrillo a salvo de losconflictos intrapartidistas, en la posici¨®n del ¨¢rbitro. Pero seguramente la mayor utilidad de la reci¨¦n creada figura ser¨¢ reforzar el poder del v¨¦rtice del aparato del partido frente a los cuadros intermedios y las organizaciones territoriales.
La eventual creaci¨®n de una plataforma en la que convergieran los dirigentes comunistas catalanes y de otras nacionalidades y regiones, los intelectuales y profesionales del PCE, sectores cualificados de CC OO y parte de los concejales comunistas en los ayuntamientos de izquierda suscitar¨ªa, sin lugar a dudas, una fuerte reacci¨®n en la vieja guardia, la burocracia del aparato y las bases militantes que contemplan con desconfianza los cambios. La p¨¦rdida de militantes durante los ¨²ltimos meses, la escasa irradiaci¨®n de la pol¨ªtica del PCE en la vida p¨²blica espa?ola desde la primavera de 1979, el abandono de los intelectuales y profesionales y el esfumamiento de cualquier m¨ªnima perspectiva de Gobierno de concentraci¨®n desempe?ar¨¢n, sin duda, un relevante papel en un debate en el que los comunistas se juegan la posibilidad de consolidarse como una importante fuerza en el arco constitucional.
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