La imagen y el equilibrio
YA TIENE un nuevo -viejo- rostro la pol¨ªtica visible de Estados Unidos. Ronald Reagan est¨¢ en la misma tercera edad que los dirigentes de la URSS: las cuestiones del mundo pueden convertirse en una disputa de ancianos conservadores. Con este resultado ha quedado confirmada una tendencia creciente en Estados Unidos en los ¨²ltimos dos a?os: la de la inclinaci¨®n hacia la pol¨ªtica de la energ¨ªa, de la fuerza y de la dureza, que parecen ser los atributos principales de la derecha. Cuando Carter lo percibi¨® era ya demasiado tarde. Dos actuaciones principales mont¨® para recibir los beneficios de esa imagen, y las dos le salieron mal: la campa?a antisovi¨¦tica a ra¨ªz de la invasi¨®n de Afganist¨¢n, que no encontr¨® el eco suficiente en el mundo, y la operaci¨®n militar para rescatar a los rehenes de Ir¨¢n, que trat¨® de disimularse para preservar el prestigio de los estrategas y guerreros de la naci¨®n que tiene razones para considerarse la m¨¢s fuerte del mundo, pero que hiri¨® de muerte al presidente en ejercicio, que no vacil¨® en declararse el ¨²nico responsable. El ¨²ltimo episodio de la entrega-no entrega de los rehenes le ha sido fatal: Jomeini ha ayudado bastante a la ca¨ªda de Carter. Quiz¨¢ tenga que arrepentirse. La realidad es que Carter se va sin que nadie le llore; el mayor motivo de inquietud que produce su ca¨ªda es el de la naturaleza del que asciende. En los ¨²ltimos d¨ªas se ha producido un curioso fen¨®meno,notable especialmente en el enfrentamiento que tuvieron cara a cara los dos candidatos ante la televisi¨®n y la radio: mientras Carter procuraba vestirse la piel de lobo, Reagan trataba de apoderarse de la piel de cordero. No quer¨ªan, ninguno de los dos, su propia imagen, su estereotipo. Probablemente -si nos atenemos a los resultados- lo consigui¨® mejor Reagan, hasta poder hacer pensar a muchos que, despu¨¦s de todo, no pod¨ªa ser tan insensato como le declaraban sus adversarios, ni siquiera tan rudo como se hab¨ªa mostrado al principio de su campa?a electoral. Muchos de los puntos de programa que enunci¨® en ella no van a poder ser cumplidos.Los americanos votan principalmente por asuntos de pol¨ªtica interior, y m¨¢s especialmente por el reflejo de esa pol¨ªtica en su economia individual. En este caso, la pol¨ªtica exterior ha representado un papel primordial: probablemente porque es m¨¢s dif¨ªcil que nunca deslindar los dos campos, sobre iodo en un pa¨ªs como Estados Unidos, claramente dependiente hoy de la energ¨ªa y las materias primas de los otros pa¨ªses; Carter mismo ha denunciado a la URSS como el perturbador de esos mercados y de ese imperio. el vigilante que ha impedido acciones directas contra Ir¨¢n o contra las grandes zonas del Tercer Mundo de donde procede el desaf¨ªo actual; a la hora de definir ese enemigo es l¨®gico que el elector -el elector que ha traspasado la muralla del desaliento, del desapego, que ha llevado a tantos a la abstenci¨®n- prefiera a quien est¨¢ profesionalizado en el an tisovietismo y, particularmente, en el articomunismo, como es Reagan. Se puede suponer que donde va a tener m¨¢s repercusiones la elecci¨®n es, por tanto, en la pol¨ªtica internacional: en la Conferencia de Madrid, que va a ser un via crucis y un intento continuo de bloqueo, m¨¢s fuerte a¨²n que el que hab¨ªa iniciado Carter; en las conversaciones SALT, en las presiones sobre pa¨ªses como Italia y Portugal, y sobre todo en Latinoam¨¦rica, donde parecen perderse las posibilidades de que contin¨²e la pol¨ªtica de democratizaci¨®n relativa y se refuercen las dictaduras. Momento especialmente dif¨ªcil para pa¨ªses como El Salvador, donde un cambio de frente de la pol¨ªtica de Washington puede precipitar el golpe militar fascista; de donde puede irradiarse a Centroam¨¦rica. En otras zonas del mundo va a ser tambi¨¦n muy perceptible: como en el complejo Egipto-Israel, donde la elecci¨®n ha sido acogida con j¨²bilo.
La derecha espa?ola ha tenido tambi¨¦n unas reacciones jubilosas. Supone, y puede no faltarle raz¨®n, que la Administraci¨®n Reagan va a ser mucho m¨¢s comprensiva que la de Carter para toca la acentuaci¨®n del conservadurismo, que ya se viene percibiendo.
No parece conveniente olvidar, sin embargo, que Estados Unidos forma un pa¨ªs enormemente estable -a pesar de sus ¨²ltimos avatares, de sus ¨²ltimas sacudidas-, y que cualquier veleidad presidencial est¨¢ siempre sometida a contrapesos muy importantes: uno es el del Congreso, otros son los de una direcci¨®n invisible de los asuntos econ¨®micos y de las materias de guerra. El riesgo de que Reagan ponga al mundo m¨¢s cerca de la guerra debe ser enormemente ponderado. Quiz¨¢ en ese aspecto era m¨¢s peligroso Carter, con sus veleidades y con sus impulsos. Hay todav¨ªa un sentido com¨²n en el gran pa¨ªs que tiene v¨ªas para contrarrestar la estupidez o la vehemencia. El recuerdo de Nixon, que fue un pol¨ªtico de mucha m¨¢s talla y m¨¢s experiencia p¨²blica que Reagan, y de c¨®mo fue cortada su carrera con el pretexto del Watergate, cuando en realidad era incapaz de sacar al pa¨ªs del grave atolladero en que estaba, no se puede perder de vista.
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