Los nuevos economistas
EL PRESIDENTE Carter no ha podido realizar aquel ambicioso programa econ¨®mico, bautizado como el ?4-4-4?, que prometi¨® en su campaha de 1976. La econom¨ªa no ha crec¨ªdo al 4%, el paro ha superado el 4% y los precios se han elevado muy por encina del 4%. Incluso el desarrollo de la inflaci¨®n a fines de 1979 y al comenzar el a?o electoral hab¨ªa alcanzado tal virulencia que la Administraci¨®n Carter se vio obligada a aceptar un programa de extrema austeridad monetaria. Los tipos de inter¨¦s alcanzaron r¨¦cords hist¨®ricos, por encima del 20%, y la tasa de crecimiento de la econom¨ªa registr¨® una ca¨ªda del 9% en el segundo trimestre del a?o. Sin embargo, a partir de julio las perspectivas hab¨ªan mejorado relativamente y el d¨®lar, en parte a causa de sus pasadas depreciaciones y tambi¨¦n como resultado de la incierta situaci¨®n internacional, est¨¢ demostrando una salud muy aceptable respecto de otras monedas y tambi¨¦n del oro.Pero la econom¨ªa americana ha perdido gran parte de su vigor, y por debajo de las promesas electorales del presidente Carter (creaci¨®n de millones de puestos de trabajo, resurgimiento de la industria a trav¨¦s de una reducci¨®n de los impu estos y una disminuci¨®n del d¨¦ficit presupuestario, una mayor expansi¨®n de la capacidad militar, etc¨¦tera) se esconde una concepci¨®n econ¨®mica m¨¢s bien amarga, cuyo objetivo es la austeridad y un lento crecimiento de la producci¨®n. En definitiva, como le ha definido una parte de la Prensa norteamericana, se trata ba de un programa de corte conservador keynesiano frente a los excesos propugnados por el senador Edward Kennedy.
Reagan, por el contrario, ha anunciado, por lo menos hasta primeros de septiembre, una pol¨ªtica de crecirhiento que se olvidaba de la inflaci¨®n y del d¨¦ficit presupuestario. S¨®lo en las ¨²ltimas semanas, el candidato republicano ha suavizado el perfil de las grandes promesas, quiz¨¢ para evitar la cr¨ªtica de presentarse como un irresponsable. Sin duda, la entrada en el c¨ªrculo de asesores pr¨®ximos al presidente de economistas ortodoxos republicanos, tales como Shultz y Greenspan, junto a William Simon, han debido contrarrestar los excesos de Laffer y Kent. El candidato ha sido as¨ª persuadido para modificar sus posturas e incluir m¨¢s ingredientes del pensamiento econ¨®mico convencional. En efecto, la influencia de Laffer, que es un profesor de la Universidad de California, estaba detr¨¢s de toda la campa?a de reducci¨®n anual del 10% en el impuesto sobre la renta para los pr¨®ximos tres a?os. El plan implicaba una menor recaudaci¨®n, del orden de 28.000 millones de d¨®lares en 1981 y de 189.000 millones en 1985. Pero esta p¨¦rdida de recaudaci¨®n quedar¨ªa compensada con una mayor actividad, que, en ¨²ltima instancia, generar¨ªa el suficiente ahorro e inversion para incrementar la productividad y reducir las presiones inflacionistas. El segundo supuesto del profesor Laffer consiste en que un aumento de la capacidad adquisitiva a trav¨¦s de una reducci¨®n de los impuestos estimular¨¢ a la gente a trabajar m¨¢s horas y desincentivar¨¢ las preferencias por las subvenciones de la Seguridad Social. Finalmente, Reagan ha aceptado tambi¨¦n una reducci¨®n del d¨¦ficit presupuestario en los pr¨®ximos a?os.
En materia de pol¨ªtica energ¨¦tica, los planteamientos de los dos candidatos son, en teor¨ªa, diametralmente distintos. Los dem¨®cratas entienden que se trata de un problema complejo que exige la continua intervenci¨®n del Estado. Reagan, influido por Simon, que vivi¨® desde la Administraci¨®n todo el descalabro de las colas para la gasolina, afirma que muchas de las dificultades energ¨¦ticas proceden de la propia actuaci¨®n del Gobierno. En definitiva, la postura de Reagan encaja en la filosof¨ªa del Partido Republicano y en su creencia tradicional sobre las ventajas de una econom¨ªa cl¨¢sica de mercado en la que el crecimiento se conseguir¨ªa a trav¨¦s de la mejora de la rentabilidad de las empresas y no a trav¨¦s de una manipulaci¨®n de la demanda mediante est¨ªmulos o correcciones monetarias presupuestarias o seg¨²n las directrices de una pol¨ªtica de rentas. En este sentido, y quiz¨¢ parad¨®jicamente, Reag¨¢n llega subido en el vag¨®n de los nuevos economistas que propugnan una pol¨ªtica de oferta como el ¨²nico remedio para salir de la crisis actual.
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