Un pintor sin galer¨ªa
En la vida espa?ola acaecen cada vez m¨¢s cosas asombrosas o se dan cada vez m¨¢s signos ominosos, seg¨²n el mayor o menor optimismo de cada uno. Despu¨¦s del caso de los ?catedr¨¢ticos sin c¨¢tedra? cojo de nuevo la pluma para expresar mi asombro ante la noticia de que un alcalde manchego ha prohibido una exposici¨®n de Pepe Ortega. El fair play adquirido en mis a?os londinenses, o quiz¨¢ un innato candor, me hacen suponer tambi¨¦n en este caso razones ocultas. Viene ahora a mi mente aquella nuestra tertulia de hace veinte a?os, los lunes por la tarde en la rue de Seine, por la que aparec¨ªan, adem¨¢s de Pepe y yo, Ren¨¦ Alvarez, Pepe Gonz¨¢lez Egea, Paco Fern¨¢ndez Santos, Juan Goytisolo, Manolo Tu?¨®n, a veces Paco Bustelo, Jorge Edwards, Juan Manuel Kindel¨¢n, Hugo Tolentino (si no me equivoco, actualmente rector de la Universidad de Santo Domingo), Mario Vargas Llosa.... creo que en alguna ocasi¨®n tambi¨¦n Fern¨¢ndez Retamar. Por all¨ª aparec¨ªa Pepe Ortega, con su cara de campesino, que pudiera haber salido de La familia de Pascual Duarte, que escond¨ªa tanta inteligencia, ingenuidad y sensibilidad. Unos diez a?os despu¨¦s nos ve¨ªamos asiduamente en Roma, ¨¦l ya un poco con indumenta de artista bohemio. En 1976, en una galer¨ªa de arte de la calle de Abascal, esquina a Zurbano, donde expon¨ªa (al parecer, aquel alcalde predem¨®crata de Madrid consideraba menos nociva su pintura que el elegido alcalde manchego). Del mismo modo que me pareci¨® escandaloso y deprimente que universidades espa?olas vetaran la docencia de Castells, S¨¢nchez Albornoz, S¨¢nchez Mazas y Tu?¨®n de Lara (aparte de los casos diferentes de Castilla del Pino, Sacrist¨¢n y Vidal Beneyto) me lo parece tambi¨¦n que en Francia e Italia se haya acogido y celebrado, y se celebre, la pintura de Ortega y en su tierra se proh¨ªba. Por eso me permito invocar de nuevo el discurso de Gettisbourgh y el art¨ªculo de la Constituci¨®n para pedirle a ese alcalde que se explique ante la opini¨®n p¨²blica (como expresar mi indignaci¨®n por el hecho de que los rectores hayan ignorado ol¨ªmpicamente la reprobaci¨®n universal de su conducta)./
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