Que nos devuelvan el resuello
Este pobre pa¨ªs nuestro necesita que le devuelvan el resuello, que le restituyan algo tan suyo como la alegr¨ªa de vivir, que le permitan mirar hacia adelante sin la aplastante losa de la depresi¨®n y sin las mil maldiciones del desastre y de la mala pata. Estamos hasta el gorro de agoreros, de cuervos del f¨¦tido presagio, de vampiros del lubricante del futuro, de mani¨¢ticos del no hay nada que hacer, de supernost¨¢lgicos del pasado, de ilusos del porvenir, de mala gente que nos quiere pisotear el alma.Si desde el Gobierno pudieran hacerse maravillas, si los muchachos de Su¨¢rez tuvieran una varita m¨¢gica, al conjuro de cuatro nombres, los espa?oles nos sentar¨ªamos a la puerta de nuestra casa para ver pasar los cad¨¢veres de nuestros enemigos. Los nombres son Ros¨®n, Mart¨ªn Villa, Calvo Sotelo, Paco Ord¨®?ez. Los enemigos son el terrorismo de todos los colores, las dificultades de la edificaci¨®n de un Estado de nuevo tipo, los graves problemas econ¨®micos y sociales, las negras sombras de una sociedad arrumbada por la sociedad progresista.
No hay milagros ni m¨¢gicas soluciones. Pero invocar esos cuatro nombres, a veces se convierte en un ejercicio cuasi espiritista, a tenor con esas modas neorreligiosas o pseudorreligiosas del vaso desplazado bajo la suave presi¨®n del dedo ¨ªndice de los aprendices de sacerdote. Nuestros grandes males caen bajo la esfera de competencia gubernamental de esos cuatro hombres, que Dios guarde, si es que se lo merecen.
Por ello, las gentes de nuestro pueblo a veces dan la impresi¨®n de una fe ciega en los hombres con que personalizan las espe radas soluciones a todos los problemas. Me gustar¨ªa saber hasta qu¨¦ punto estos cuatro se?ores son conscientes de la otra responsabilidad que cae sobre sus espaldas. Ya sabemos que lo primero es gobernar; es decir, elegir en cada instante la opci¨®n que honradamente consideren m¨¢s adecuada. Pero la otra responsabilidad es la de explicar constantemente al pueblo espa?ol qu¨¦, c¨®mo, por qu¨¦ y para qu¨¦ hacen lo que hacen o gobiernan como gobiernan. Y tratar as¨ª de modificar esencialmente el signo del des¨¢nimo, de la desesperaci¨®n o de la insensibilizaci¨®n colectivas.
Estoy personalmente convencido de que, especialmente en el terreno de la pol¨ªtica econ¨®mica, los espa?oles precisan m¨¢s de confianza y de optimismo que de medidas concretas. Pero pienso tambi¨¦n que nos encontramos ante una especie de cuesti¨®n espa?ola, que es un sesgo derrotista globalizador de la entera problem¨¢tica de este pa¨ªs. La gran responsabilidad del Gobierno de la naci¨®n ser¨ªa, entonces, combatir ese sesgo tr¨¢gico que nos mata hasta erradicarlo de nuestra vida y de nuestros h¨¢bitos.
Los espa?oles tienen que saber que sus problemas tienen soluci¨®n. Y eso han de escucharlo de boca de los grandes responsables de la gobernaci¨®n del Estado. Pero no -claro- con mentiras o edulcoraciones, sino desde el realismo de los an¨¢lisis rigurosos y desde la convicci¨®n de que la salida del atolladero exige enormes trabajos y grandes sacrificios. Pero ya ser¨ªa un arma disuasoria del derrumbamiento moral el hecho de contemplar a unos gobernantes que fueran los primeros en creerse seriamente aquello de que este pa¨ªs tiene soluci¨®n, y que hay un inmediato futuro por delante que nos va a devolver los jirones de carne que nos hemos dejado en los espinos de las vallas de la historia de estos a?os.
Seis o siete Gobiernos en cinco a?os son demasiados Gobiernos. Creer, como se ha cre¨ªdo, que no hab¨ªa m¨¢s soluciones contra el terrorismo que la acci¨®n de la polic¨ªa, es demasiada ingenuidad o demasiada ceguera. Conducir las autonom¨ªas a remolque de los acontecimientos ha venido siendo en estos a?os una pieza loca de la democracia. Y colocar un parche tras de otro en el cuarteado plano de la econom¨ªa, era como no querer ver la realidad de las cosas. Lo mismo que todas esas resistencias feroces frente al avance imparable de la Espa?a represada y reprimida durante cuatro d¨¦cadas.
Son muchos los grandes errores que corregir y muy abundantes las ilusiones colectivas que recuperar. Ser¨ªa un crimen y un suicidio dejar que los espa?oles siguieran hundi¨¦ndose en el pozo de la desesperanza. Me dan lo mismo los colores pol¨ªticos. La clase dirigente no tiene derecho a envilecernos a todos con sus ego¨ªsmos o con sus estupideces. Est¨¢ aravemente obligada a sacar lo mejor de s¨ª misma, y a darnos el gran testimonio de honradez, patriotismo y sacrificio que los espa?oles necesitan.
Es hora ya de que se terminen esos juegos de componenda que nos tienen en vilo, y que, al final, resulta que s¨®lo se sosten¨ªan en una pugna de prestigios o de im¨¢genes, como si eso fuera lo importante. Es hora de terminar con los torneos de insultos mutuos con que a veces nos obsequian los pol¨ªticos y los partidos. Tambi¨¦n es hora de colgar la demagogia en el perchero de los trapos viejos, y de ponerse a trabajar en serio al servicio de lo que nos es com¨²n.
La empresa com¨²n est¨¢ por encima de los partidos y de los personalismos. Es una empresa regeneradora de un pueblo atribulado por cuarenta a?os de dictadura pol¨ªtica, seis a?os de crisis econ¨®mica y cinco siglos de contradicciones entre progreso y reacci¨®n.
Hay que convencer a este pueblo de que las libertades pol¨ªticas no van a ser recortadas; de que se va a encontrar un camino para la pacificaci¨®n justa del Pa¨ªs Vasco; de que la construcci¨®n del Estado auton¨®mico no es una farsa ni es la desmembraci¨®n; de que el paro no es una maldici¨®n b¨ªblica, sino un grave problema al que se puede poner remedio; de que la recuperaci¨®n de la econom¨ªa no est¨¢ tan lejos y que depende mucho de factores psicol¨®gicos, que tienen que ver con la confianza y con, la estabilidad pol¨ªticas.
Si la operaci¨®n pol¨ªtica y program¨¢tica puesta en marcha en los comienzos del oto?o se agotase en s¨ª misma sin dar muestras de eficacia, ser¨ªa necesario cortar por lo sano y proceder a un dr¨¢stico replanteamiento de las f¨®rmulas pol¨ªticas de Gobierno. Pero ya sin titubeos y sin p¨¦rdidas de tiempo. Con Su¨¢rez o sin Su¨¢rez. Coalici¨®n con las minor¨ªas nacionalistas o con el PSOE, o con unos y otros. Pero con firmeza y rapidez.
Y todo ala vista del pueblo, de manera que pudiese comprender las ¨²ltimas y pr¨®ximas razones de todo lo que se hiciera.
Pero yo no pretendo precipitar acontecimientos ni dar por fracasado el intento de reconversi¨®n general polarizado en torno al Gobierno Su¨¢rez en la primera quincena de septiembre. Lo que s¨ª debe exigirse es la plena virtualidad de aquella operaci¨®n. S¨®lo para el caso de que se agotase en la ineficacia habr¨ªa que pensar en aquel dr¨¢stico replanteamiento.
Juan Jos¨¦ Ros¨®n, Rodolfo Mart¨ªn Villa, Leopoldo Calvo Sotelo, Paco Ord¨®?ez.... y todos los ministros, el presidente del Gobierno, los l¨ªderes de los partidos de la oposici¨®n, las fuerzas pol¨ªticas y sociales de Espa?a, los ciudadanos todos. Es un protagonismo compartido, aunque con distintos grados de responsabilidad. Lo f¨¢cil es dejarse deslizar por el plano inclinado de la derrota y el des¨¢nimo. Lo dif¨ªcil y casi heroico, pero implacablemente necesario, es sobreponerse, sacar fuerzas de flaqueza y buscar el entusiasmo, el optimismo y la esperanza que tanta falta nos hacen para recobrar el resuelto, la alegr¨ªa de vivir y la prosperidad que nos hemos ido dejando en el camino.
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