La OTAN querr¨ªa ver al general Haig al frente de la diplomacia norte americana
El nombre del general retirado Alexander Haig, 56 a?os, ex comandante en jefe de la OTAN, aparece como favorito para ocupar la Secretar¨ªa de Estado en la futura Administraci¨®n Reagan. El alto militar reconoci¨® ayer, en declaraciones al New York Post, que aceptar¨ªa encantado la responsabilidad de dirigir la pol¨ªtica exterior de Estados Unidos.Por lo pronto, Haig figura ya entre los asesores nombrados por el presidente electo para sentar las bases de su futura diplomacia. Otros cinco personajes clave de la pol¨ªtica norteamericana, entre ellos tres dem¨®cratas, cooperar¨¢n con Haig en esta tarea: el ex secretario de Estado Henry Kissinger, el ex presidente Gerald Ford, el senador Henry Jackson, de Washington; el derrotado senador Richard Stone, de Florida, y el abogado neoyorquino Bennett Williams.
La incorporaci¨®n del general Haig al equipo de colaboradores del futuro presidente de Estados Unidos ser¨ªa acogida con entusiasmo en los medios militares de la Organizaci¨®n del Tratado del Atl¨¢ntico Norte, y con inter¨¦s en los medios pol¨ªticos, seg¨²n informa nuestra corresponsal en Bruselas, Soledad Gallego D¨ªaz.
Haig fue, durante cuatro a?os, comandante en jefe de las fuerzas aliadas en Europa, y, aunque los pol¨ªticos europeos se sintieron frecuentemente molestos con la proyecci¨®n pol¨ªtica que el general norteamericano daba a un cargo eminentemente militar, se valoraba positivamente su fuerte personalidad y la claridad de sus argumentos.
Haig lleg¨® a Bruselas en diciembre de 1974, poco despu¨¦s de la dimisi¨®n de Richard Nixon, de quien fue un estrecho colaborador.
Ardiente partidario del reforzamiento militar de la Alianza Atl¨¢ntica y poco favorable a las conversaciones SALT II, su momento m¨¢s pol¨¦mico, durante su estancia en Bruselas, tuvo relaci¨®n con la ?bomba de neutrones?, a la que defendi¨® a capa y espada.
El militar estadounidense acogi¨® disciplinadamente la renuncia de Jimmy Carter a este tipo de armamento -?militarmente la bomba de neutrones es deseable, pero se trata de una decisi¨®n pol¨ªtica y, mientras lleve el uniforme, las acato sin discusi¨®n?-, pero marc¨® el inicio de su enfrentamiento con el actual secretario de Defensa, Harold Brown.
En junio de 1979 se supo que hab¨ªa sido objeto de un atentado fallido (el primero que se produc¨ªa en Europa contra un alto militar norteamericano).
La reincorporaci¨®n a la Casa Blanca de Alexander Haig, que ha abandonado el Ej¨¦rcito y que puede ser un futuro aspirante republicano a la Presidencia de Estados Unidos, implicar¨ªa un reforzamiento de los partidarios de que Norteam¨¦rica asuma decididamente el liderazgo en materia de pol¨ªtica exterior y ?meta en vereda las veleidades de los pol¨ªticos europeos?.
Ante el disgusto del ala m¨¢s conservadora del Partido Republicano, Reagan est¨¢ montando, por lo pronto, un equipo de transici¨®n mucho m¨¢s moderado de lo que deseaba la ?nueva derecha?.
Reagan ha echado, tambi¨¦n, un jarro de agua fr¨ªa a aquellos que confiaban en que parara los pies a los republicanos moderados y, muy especialmente, al senador Howard Baker, quien ser¨¢ muy probablemente el l¨ªder de la mayor¨ªa republicana.
Un solo obst¨¢culo enfrenta la designaci¨®n de Haig, considerado como un conservador moderado: necesita que el Senado le dispense de la exigencia de diez a?os en retiro para que un militar pueda desempe?ar la Secretar¨ªa de Estado.
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