El Centro de Salud Mental de Universidad, la ¨²nica instuci¨®n ejemplar
El Centro de Salud Mental de Universidad, en la calle de Andr¨¦s Mellado, 37, es, probablemente, la ¨²nica instituci¨®n ejemplar dentro de la asistencia psiqui¨¢trica en Madrid. Pertenece a la Administraci¨®n Institucional de Sanidad (AISN) -un organismo aut¨®nomo-, y se complementa con otros cuatro centros de salud mental promovidos hace unos meses por el Ayuntamiento. Hasta los primeros d¨ªas de octubre hab¨ªa atendido a 684 enfermos, y su director calculaba que antes de 1981 se alcanzar¨ªa la cifra de mil. Presta una asistencia ambulatoria completa, garantiza entrevistas psiquiatra-enfermo de m¨¢s de una hora de duraci¨®n y, adem¨¢s, los enfermos tienen un acceso directo a los tratamientos y la burocracia ha sido casi totalmente eliminada.
Mientras el director del Centro de Salud Mental de Universidad, doctor Antonio Colodr¨®n, habla con los pacientes, se escucha un vago fondo de voces que ofrecen hortalizas a buen precio, o botes de condimento natural, o flores de invierno. Son los gritos de los vendedores ambulantes del mercado de Abastos de la calle de Andres Mellado. En estos casos, el doctor Colodr¨®n se despoja de las gafas y hlace siempre un mismo comentario: ? Hay fallos que no podemos evitar, como estos ruidos callejeros o la escasez de espacio en el centro. Pero, en realidad, no podemos quejarnos: disponemos de un despachito de psicolog¨ªa, tres cl¨ªnicos, uno m¨¢s para exploraciones cl¨ªnicas, uno de encefalograf¨ªa y otro de direcci¨®n. Dos de estas piezas est¨¢n separadas por una puerta fuelle, as¨ª que podemos utilizar el conjunto como sal¨®n de actos divulgativos?.Hace tres a?os, los despachos del Centro de Salud Mental eran habitaciones del dispensario antituberculoso. ?Hubo que hacer obras de acondiconamiento cuando nos las cedieron, porque estaban verdaderamente imposibles. En 1978 inauguramos esta casa, una de las cinco que hay en Madrid, estamos contentos de las funciones que desempe?a. Aqu¨ª puede venir cualquier ciudadano, previa llamada telef¨®nica. En general, citamos a los pacientes dentro de la misma semana en que nos llaman, y a veces al d¨ªa siguiente. Ofrecemos citas horarias para que no se acumulen los enfermos en las salas de espera. Hasta hace unos meses no cobr¨¢bamos nada por las consultas, pero la financiaci¨®n es muy escasa, y hoy nos vemos obligados a pedir unas cantidades simb¨®licas: de cien a doscientas pesetas. Si el usuario tampoco puede desembolsarlas, rellena un volante y rebajamos este precio hasta las veinticinco. Es curioso; aqu¨ª vienen gentes humildes, pero todas quieren pagar algo, aunque no se les exija. Nuestra limitaci¨®n mayor es la incapacidad para facilitarles gratuitamente f¨¢rmacos. Tambi¨¦n tenemos otra: s¨®lo prestamos asistencia ambulatoria. El paciente puede venir cuantas veces quiera, pero despu¨¦s de la consulta debe volver a su casa. Seis o siete veces en estos dos a?os los enfermos precisaban ser internados. Lo que hicimos con ellos fue recurrir a las gestiones personales ante compa?eros que trabajan en centros dotados de camas?. A despecho de su humildad exterior, el Centro de Salud Mental de Universidad ofrece unos excelentes servicios a los enfermos: sesiones gratuitas de goteos intravenosos, planes de psicoterapia prolongada individual o en grupo, an¨¢lisis cl¨ªnicos, e incluso pruebas de electroencefalograf¨ªa ?en un peque?o departamento?. La duraci¨®n media de las consultas es de una hora, frente a la urgencia de los tres minutos en los ambulatorios de la Seguridad Social y en muchos centros de los seguros privados.
En el Centro de Salud Mental la pobreza ha sido dignamente aceptada por sus once mentores. ?Tenemos un m¨¦dico director, un jefe de secci¨®n, dos m¨¦dicos colaboradores y uno contratado, dos psic¨®logos, dos asistentes sociales, una enfermera y una secretaria. Y por el momento no nos sentimos agobiados. Podemos desempe?ar todo el trabajo que nos llega?. Sin embargo, muchos especialistas en psiquiatr¨ªa lo consideran un lugar mod¨¦lico en todo, salvo en el envoltorio, ?y puedo asegurar?, dice el doctor Antonio Colodr¨®n, ?que en la pr¨¢ctica conseguimos que se recupere un 80% de los enfermos tipo que padecen depresi¨®n, como el ciudadano XYZ que se propone en el informe del diario EL PAIS?.
Un solo psiquiatra de guardia
El hospital psiqui¨¢trico Alonso Vega tiene una capacidad potencial para 1.200 camas, aunque actualmente est¨¢n en uso unas mil, desde que algunos espacios fueron reconvertidos en zonas de expansi¨®n y recreo hace varios a?os. Est¨¢ dividido en tres servicios aut¨®nomos, que dependen de la Diputaci¨®n. Hasta la noche del pasado d¨ªa 4 hab¨ªa acogido a 5.367 pacientes en 1980, a una media diaria aproximada de treinta. S¨®lo dispone de un psiquiatra de guardia para atender a las ochocientas o novecientas personas que alberga regularmente y para decidir sobre nuevos ingresos. Muchos de los internados son enfermos cr¨®nicos.
El edificio del psiqui¨¢trico fue dise?ado, con lo que ha dado en llamarse ?un criterio funcional?, hace m¨¢s de diez a?os. Participa del gigantismo com¨²n a las ciudades sanitarias, los minsterios y las c¨¢rceles Est¨¢ atendido por veinticinco m¨¦dicos de plantilla, dos jefes, por cinco residentes que el centro comparte con la Ciudad Sanitaria Provincial, tambi¨¦n dependiente de la Diputaci¨®n, por personal auxiliar. En los ¨²ltimos tiempos, los solitarios m¨¦dicos de guardia han observado una mayor afluencia de enfermos que padecen males pr¨®ximos a las toxicoman¨ªas, ?dos cada veinticuatro horas?, y algunos de ellos tienen un secreto temor a los largos per¨ªodos nocturnos de guardia: ?Si un d¨ªa se agitasen a la vez quince o veinte enfermos, no se sabe qu¨¦ podr¨ªa pasar?.
Pero por ahora el psiqui¨¢trico est¨¢ sujeto a las miserias y servidumbres de otros grandes hospitales. En la noche del pasado d¨ªa 4, varias cucarachas muy bien entrenadas patrullaban en la cocina m¨¢s pr¨®xima a los boxes o salas de observaci¨®n, aunque por ahora no se tienen noticias de que hayan logrado ganar alguna de las batallas diarias por el bocadillo. Es probable que la mayor locura. jam¨¢s catalogada en el Alonso Vega sea la decisi¨®n de encomendar ochocientos enfermos mentales a una sola persona, y la soledad de las noches de guardia es la obsesi¨®n a que est¨¢n condenados los m¨¦dicos.
Una breve encuesta sobre la eficacia del centro ofreci¨® resultados desiguales: al parecer, el buen funcionamiento va por zonas, como era de esperar en un hospital fracc¨ªonado. Todos los entrevistados estuvieron de acuerdo, no obstante, en que la peor condici¨®n del hospital es la de que todav¨ªa sus beneficiarios se sienten marcados por la vieja idea del manicomio. Por un atavismo invencible hasta ahora, muchos de los enfermos mentales que llegan hasta el gran hospital sienten c¨®mo de pronto se han transformado, simplemente, en locos.
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