La falta de respeto
?As¨ª cada hombre est¨¢ manchado con un error. Cada esp¨ªritu considerado como poderoso empieza por la falta que le da a conocer?. (Paul Val¨¦ry: La tarde con el se?or Teste).
Veo a Aranguren que sale del Retrato de Aranguren, Ahora se acerca hacia nosotros; ah¨ª viene, ?delgado, reverencial?, como Jos¨¦ Mar¨ªa Valverde dijo que ven¨ªa; es Aranguren, palabra por palabra... (Recuerda, oh Pombo, que todos los adjetivos son mortales. Delgado, s¨ª; delgado todav¨ªa se conserva; pero reverencial es ya un decir. A estas alturas d¨ªr¨ªase m¨¢s bien todo lo contrario: Aranguren es una pura falta de respeto).
Anda diciendo por ah¨ª que la filosof¨ªa es un meccano viejo, una raz¨®n sin esperanza, una marginada voluntaria, sin domicilio fijo, sin profesi¨®n propia, acogida, naturalmente, al paro... Pero no es eso s¨®lo. ?C¨®mo podr¨ªa Aranguren ser a¨²n reverencial -o simplemente respetuoso- si es incapaz a estas alturas de faire en soi le tour du propri¨¦taire? No s¨®lo le falta, como siempre, garbo, sino tambi¨¦n, ahora, la nuda propiedad de sus respectos; ha cortado todas las cabezas, ha le¨ªdo todos los pensamieritos, se ha ba?ado una vez en todas las corrientes filos¨®ficas y literarias de los ¨²ltimos cien a?os... Es natural que ahora no tenga nada suyo. Por eso ?no tengo el prurito de la originalidad, tal vez porque, disc¨ªpulo de Jorge Guill¨¦n en esto, soy muy poco inclinado a la autocontemplaci¨®n?. Ha hecho trizas la identidad del yo emp¨ªrico, para entrar, seg¨²n dice, por cada uno de sus infinitos pedacitos restantes en uni¨®n con el mundo, en disoluci¨®n -disoluto- con todas las briznas resplandecientes del tiempo, que no respeta nada y que no mira atr¨¢s.
Estoy escribiendo, por supuesto, un Aranguren prolongado imaginariamente hasta los l¨ªmites de una figura arbitrariamente compuesta y deliberadamente imposible. Estoy sacando las consecuencias extremas de observaciones autobiogr¨¢ficas m¨ªnimas que aparecen y reaparecen a lo largo de toda su obra. Aranguren da la impresi¨®n de haber recorrido ilusionadamente, reverentemente, m¨¢s pa¨ªses espirituales que nadie. Y da la impresi¨®n de haberlos olvidado todos ya..., y de no estar, sin embargo, ya de vuelta. Aranguren no da la impresi¨®n de haber vuelto en s¨ª. Debe advertirse que las referencias autobiogr¨¢ficas abundan en su obra. Je me suis rarement perdu de vue -podr¨ªa decir Aranguren tambi¨¦n, con monsieur Teste.
Aranguren acostumbra a caracterizarse a s¨ª mismo como un heterodoxo o disidente respecto de lo que ¨¦l llama la cultura establecida. Sucede, sin embargo, que su disidencia originaria no da la impresi¨®n de haberse producido tanto respecto de conceptos como respecto de biograf¨ªas, de ?personas?, de papeles.
La voluntad de disentir es, en Aranguren, creo yo, primariamente voluntad de no aceptar ninguna representaci¨®n como absoluto. L'esprit ne doit pas s'occuper des personnes; ?de personis non curandum?. El esp¨ªritu no debe ocuparse eternamente, ¨²nicamente, de las representaciones de las m¨¢scaras. ?Qu¨¦ debe hacer, entonces? La respuesta de Aranguren parece ser: debe huir. Huir incesantemente. Pero, huir ?d¨®nde? Y, sobre todo, ?para qu¨¦ huir? ?Para ser libre, quiz¨¢? No se puede, a la vez, huir y ser libre.
No toda falta de respeto es, evidentemente, v¨¢lida para la transformaci¨®n o el progreso del esp¨ªritu. Creo, sin embargo, que el esp¨ªritu no puede hacerse a Dios -caso de haber Dios- sin una fuerte dosis de originaria irreverencia, sin una humildemente profunda falta de propiedad y de respeto. Jos¨¦ Luis Aranguren se parece, sobre todo, a un pobre -un pobre de solemnidad, transparente- ?No le parece a usted as¨ª, se?or Pombo?
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