"Western"
Ning¨²n g¨¦nero resulta tan representativo de la ya larga historia del cine americano como el western. Nacido con el siglo y con el cine mismo, renovado siempre, no existe director importante que no lo haya tratado para renovarlo, prolongar su vida o enriquecerlo. La pura narraci¨®n le debe sus mejores momentos; el de espect¨¢culo, sus mejores n¨²meros; el de denuncia, alguna de sus m¨¢s vivas p¨¢ginas. Y es que este tipo de aventuras, situadas en un principio en un Oeste que luego se abiir¨ªa a m¨¢s amplias fronteras, ha servido de cauce para el humor o el trama, cuando no para relatos con perfil de epopeya. La marcha hacia el nuevo Oeste, la sangrienta rivalidad entre granjeros y pastores, vivo retrato de nuestra antigua Mesta, la llegada de nuevos medios de comunicaci¨®n, la fiebre del oro o la lucha con las tribus abor¨ªgenes agrupan en torno a s¨ª secuencias que vienen a explicar la primitiva historia de Am¨¦rica.Un g¨¦nero, cinernatogr¨¢fico o no, viene a ser lo que sus persona.jes y, sobre todo, sus autores. Si el western evoluciona desde las primitivas cintas de ?buenos y malos? hasta paisajes m¨¢s sofisticados, ello se debe a hombres y nombres como Griffith, Vidor, Ford, Mann y una bastante menos conocida n¨®mina que cierra ahora Walter Hill con estos Forajidos de leyenda. La cierra y resume de modo excelente, pues incluye casi todo cuanto el g¨¦nero toca: sangre, aventura, biograf¨ªa, secuelas de guerras pasadas, sazonados con razones de un bandidaje familiar con resonancias de tragedia vieja.
Forajidos de leyenda
Direcci¨®n: Walter Hill,gui¨®n. Bill Briden, Steven Phillip,Smith Stacy y_ James Keach, m¨²sica de Bill Bryden; int¨¦rpretes: David Carradine, Robert Carradine, James Keach, Stacy Keach, Dennis Quaid, Christopher Guest, Nicolas Guest; western; EEUU, 1980. Locales de estreno: Conde Duque, Juan de Austria. Fantasio.
Nostalgia del hogar
La historia de Jesse James dentro y fuera de la ley, la de sus compa?eros y parientes, forajidos cow nostalgia de hogar, en una rara mezcla propiciada por ambiente y relaciones, ha sido llevada a la pantalla numerosas veces para delicia de frustrados delincuentes lejos de los clich¨¦s convencionales. El bandidaje, nacido de ra¨ªces populares, apoyado, cuando no justificado, por una necesidad que, al parecer, todo lo aclara y simplifica: el robar a los bancos para hacer caridades a los pobres siempre ha tenido acogida excelente en sociedades con ideas simplistas sobre la moral, la propiedad o la m¨¢s elemental convivencia. Tal sucede en Espa?a desde el famoso bandolerismo andaluz hasta el actual bandolerismo urbano, analizado, cuando no ensalzado o justificado, por cierto cine y Prensa cotidiana. Ello supone una compensaci¨®n de frustraciones. Los peque?os burgueses, los eternamente inm¨®viles, los que se encierran ante el menor amago de violencia real, se hallar¨¢n a gusto aqu¨ª, ante ¨¦sta de otro tipo, embellecida, controlada, brillante; a la sombra de hermosos rifles y bru?idas pistolas; servida por una fotograf¨ªa perfecta, un folklore sabiamente administrado y una m¨²sica que alcanza el grado de excelente.Los eruditos del cine reconocer¨¢n la huella de Peckinpah; los estudiosos del montaje podr¨¢n analizar ese incre¨ªble asalto a un banco; las mujeres de toda edad podr¨¢n cien veces suspirar ante tanto Carradine maltratado o vencido; los de la oposici¨®n sonreir¨¢n ante los torpes agentes de Pinkerton y, en fin, el ciudadano medio puede sacar sus propias conclusiones acerca de si vale la pena exaltar una leyenda as¨ª o si el arte tiene o no tiene su propia moral, m¨¢s all¨¢ del universo de sus formas.
As¨ª, el western perdura, en este caso lejos de los desiertos de Arizona, del mar de Brando o de tantas otras geograf¨ªas in¨¦ditas. El color desempena papel fundamental a lo largo de caminos y r¨ªos, de poblados y bosques, que parecen encerrar no s¨®lo la leyenda o la aventura, sino las ciegas pasiones de los hombres.
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