Las Ventas: empieza la batalla de la rescisi¨®n
Ha empezado la batalla de la rescisi¨®n. Taurina Hispalense puede perder la plaza de Las Ventas, que es propiedad de la Diputaci¨®n de Madrid. Si no hay sorpresas, el resultado final podr¨¢ conocerse en un plazo aproximado de diez d¨ªas. De momento, los miembros del Consejo Taurino de la Corporaci¨®n, en el que est¨¢n representados todos los partidos, han hecho de forma inequ¨ªvoca y firme su propuesta de rescindir. Ahora es la instituci¨®n la que tiene que mojarse.De un lado, Taurina Hispalense, a la que se identifica con su consejero delegado, Jos¨¦ Luis Mart¨ªn Berrocal. Es hombre extravertido y activo, que no se muerde las palabras. Y como no se las muerde, fluyen y a su vez dan que hablar. No est¨¢ demostrado que sea un valor sustantivo estar de boca en boca. A veces viene bien, pero no siempre. A la fiesta dicen que le falta pasi¨®n y argumento para suscitar la pol¨¦mica, de donde algunos deducen que Berrocal es el personaje llamado a llenar este hueco.
Acaso no tanto. Hablar, habla. En cuanto a cumplir, ya es harina de otro costal. De cuanto dijo que har¨ªa al llegar a la empresa de Las Ventas, all¨¢ por el pasado febrero, muy poco se ha visto. Puso a Victorino de veedor de toros, y ni Victorino, ni Berrocal, ni la temporada van a pasar a la historia por esto. Hay poco m¨¢s. De cualquier forma, si algo puede da?ar, incluso fatalmente, al espect¨¢culo es que al p¨²blico, tan defraudado hist¨®ricamente de suyo, le llenen la cabeza con promesas.
Pero no es este el caso. Es el caso que Taurina Hispalense estaba obligada a pagar un canon de arrendamiento -que ha pagado religiosamente- y a cumplir otras estipulaciones, varias de las cuales, en cambio, no ha cumplido. Una de ellas, sujetar los precios al l¨ªmite del 35% autorizado a lo largo de un per¨ªodo de cinco a?os. Obs¨¦rvese: ya al segundo a?o, en bastantes localidades, la sociedad dispar¨® los precios por encima del autorizado. Otra protagonizar un subarriendo secreto (y, nalturalmente, inconsentido), que est¨¢ expresamente prohibido por el contrato de arrendamiento.
Flota la pregunta: ?son estos incumplimientos (y otros) suficientes pasa rescindir el contrato? El propio contrato lo dice con absoluta claridad: ?El incumplimiento de cualquiera de las estipulaciones es causa de rescisi¨®n del contrato?. Si en Taurina Hispalense leyeron las condiciones, sab¨ªan a lo que se expon¨ªan cuando incumplieron. En la Diputaci¨®n tambi¨¦n lo saben, y por eso van a la rescisi¨®n,. Porque, en caso contrario, alguien puede hacerlo cualquier ciudadano podr¨ªa pedirles explicaciones de por qu¨¦ incumplen ellos mismos el contrato. La pregunta tipo ser¨ªa: ?Me diga, se?or diputado, ?est¨¢ usted conchavado??.
Las Ventas es de la Diputaci¨®n, pero no es una finca de los diputados. Cuando los diputados dem¨®cratas llegaron, recibieron para su custodia y buen uso, entre otras cosas, una plaza de toros que hab¨ªa tenido la m¨¢xima categor¨ªa y es ahora un desvalorizado edificio y, en calidad de arrendataria, una empresa pr¨¢cticamente en quiebra. La empresa era Diodoro Canorea en persona.
Todos hab¨ªamos o¨ªdo decir que Canorea no era en este asunto Canorea, sino Taurina Hispalense, lo cual implicaba subarriendo ilegal; pero hab¨ªa que demostrarlo, porque Canorea lo negaba. A EL PA?S lo manifest¨® muchas veces: ?La empresa soy yo y s¨®lo yo?. Hoy, en la Diputaci¨®n ya tienen el documento del subarriendo, llegado por no se sabe qu¨¦ conducto. En su poder la prueba, ya pueden hacer la denuncia, y la han hecho.
Cuando termin¨® la temporada 1979, Canorea solicit¨® el cambio de titularidad a Taurina Hispalense, y hubo muchas dudas en la Diputaci¨®n. Lleg¨® Berrocal con sus avales y pidi¨® un margen de confianza. Si se le concedi¨®, no pretender¨¢ encima cobrarse las rentas o exigir¨¢ que aquel voto de confianza se convierta en cheque en blanco. El margen de confianza result¨® fallido. La temporada del ochenta, aparte incumplimientos, es la m¨¢s desastrosa de las que se recuerdan en Las Ventas. La autoridad gubernativa mult¨® dos veces al empresario y le apercibi¨® de inhabilitaci¨®n -pueden consultarse archivos- por las reiteradas vulneraciones del reglamento taurino (que tambi¨¦n son incumplimientos de contrato). Nunca hubo tanto esc¨¢ndalo. Finalmente vinieron las corridas mixtas, deleznable suced¨¢neo.
Es cierto que la Diputaci¨®n pudo rescindir el contrato en 1979 (aunque no hab¨ªa tantos incumplimientos), pero porque errara entonces no se le va a exigir ahora que reincida en el error. Es cierto que los precios de la corrida de la Beneficencia fueron similares a los de San Isidro, pero ni estaba obligada a hacer lo contrario ni una corrida aislada es lo mismo que un abono. A Taurina Hispalense no se le acusa de haber sobrepasado los precios en un solo festejo, sino en muchos. El expediente de rescisi¨®n est¨¢ en marcha. Desde el bando berrocale?o se ha acusado a ?cierta Prensa? (la canallesca, seguro) de hacer campa?a en su contra. Nos tememos que la campa?a existe, pero es ahora y a su favor. A salvo, naturalmente, los colegas independientes, que, opinen en un sentido o en otro, siempre estar¨¢n libres de toda sospecha. Pero, con campa?a o sin campa?a, ah¨ª est¨¢ el p¨²blico, de v¨ªctima, y la fiesta -hecha trizas, como siempre-, y la esperanza de que en 1981 Madrid tenga, por fin, la temporada que merece. Lo cual depende de la decisi¨®n final que adopten los diputados. La afici¨®n madrile?a est¨¢ pendiente de ellos.
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