El Estatuto de las Libertades
LA DECISION del Grupo Parlamentario Centrista del Senado de utilizar el derecho de esta C¨¢mara a la iniciativa legislativa, que los art¨ªculos 87 y 89 de la Constituci¨®n le reconocen, para presentar una proposici¨®n de ley tan importante como el Estatuto de las Libertades P¨²blicas es una sorpresa m¨¢s que nos depara ese ba¨²l de intrigas y maniobras en que UCD parece haberse convertido en este accidentado oto?o. Aunque nada haya de formalmente irregular en la propuesta senatorial, revisten aspectos espec¨ªficamente pol¨ªticos que requieren un intento de an¨¢lisis. Las relaciones del Gobierno con su partido, las evidentes tensiones en el seno de UCD, la sensaci¨®n de postergaci¨®n de la C¨¢mara alta respecto al Congreso y la contradicci¨®n de que un texto constitucional elaborado por consenso sea desarrollado mediante mayor¨ªas aritm¨¦ticas son algunas de las piezas de este rompecabezas.La pertinencia del Estatuto de las Libertades P¨²blicas, anunciado por el presidente del Gobierno en el Pleno de la cuesti¨®n de confianza, hab¨ªa sido puesta en duda en su momento por la oposici¨®n parlamentaria. El cap¨ªtulo II del t¨ªtulo 1 de la Constituci¨®n, que se ocupa de los derechos y libertades, no remite globalmente a ninguna ley org¨¢nica para su desarrollo, instrumentaci¨®n normativa que, en cambio, se halla prevista por muchos art¨ªculos del texto legal, incluidos algunos de ese mismo cap¨ªtulo. De otra parte, el art¨ªculo 53 de la Constituci¨®n es suficientemente taxativo al establecer que ?los derechos y libertades? reconocidos en el cap¨ªtulo II del t¨ªtulo 1 ?vinculan a todos los poderes p¨²blicos? y al se?alar que cualquier ciudadano podr¨¢ recabar la tutela de esas libertades y derechos ante los tribunales ordinarios, ?por un procedimiento basado en los principios de preferencia y su mariedad?. Si bien la ley de Protecci¨®n Jurisdiccional de los Derechos Fundamentales de la Persona, de 26 de diciembre de 1978, no es propiamente un desarrollo del art¨ªculo 53 de la Constituci¨®n, forzoso es se?alar que, aunque sea en paralelo, ha contribuido notablemente a las garant¨ªas procesales de esas libertades.
No se termina, as¨ª pu¨¦s, de ver claramente la conveniencia y la utilidad del Estatuto de las Libertades en sus aspectos sustantivos ni su vigencia en cuestiones de procedimiento. Si el Estatuto se limita a parafrasear los art¨ªculos de la Constituci¨®n, ser¨¢ una pura redundancia y una manifestaci¨®n m¨¢s de la glotoner¨ªa legislativa y la graforrea normativa que suele caracterizar a los abogados y funcionarios metidos a pol¨ªticos. Si su prop¨®sito es -como teme o denuncia la oposici¨®n- el recorte de esos derechos y libertades, estar¨ªamos ante un nuevo intento de socavar mediante v¨ªas inconstitucionales nuestra norma fundamental. El presidente Su¨¢rez, al referirse, en el Pleno de septiembre, al incoado Estatuto, le asign¨® la funci¨®n de ?despejar legalmente las incertidumbres y contradicciones que suscitan en la pr¨¢ctica? algunos aspectos del ejercicio de las libertades. La circunstancia de que en la proposici¨®n de ley del Senado ocupen una considerable parte los aspectos sustantivos de las libertades justifica los recelos y los temores de que, efectivamente, el gato pueda sustituir a la liebre en la empanada legislativa que el Grupo Centrista de le C¨¢mara alta ha cocinado. Pues el amparo judicial, al que tambi¨¦n se refiri¨® en su d¨ªa el presidente del Gobierno, no hubiera necesitado m¨¢s que la regulaci¨®n procesal de su protecci¨®n por los tribunales.
El complejo de inferioridad del Senado respecto al Congreso se alimenta de razones tan s¨®lidas como su papel subordinado en el proceso legislativo, las atribuciones exclusivas del Congreso para designar y destituir al presidente del Gobierno y la concentraci¨®n en la C¨¢mara baja de las grandes estrellas y pesos pesados de la pol¨ªtica y de los partidos. Pero la revancha del Senado al asumir la iniciativa legislativa en una cuesti¨®n tan importante como el Estatuto de las Libertades no va m¨¢s all¨¢ de una inocente picard¨ªa, ya que, seg¨²n establece el art¨ªculo 89 de la Constituci¨®n, las proposiciones de ley de la C¨¢mara alta deben ser remitidas para su tr¨¢mite al Congreso, que recupera as¨ª su prelaci¨®n nada m¨¢s iniciado el proceso legislativo.
Pero si los celos o piques entre el Senado y el Congreso no revisten mayor importancia, el hecho de que el Grupo Centrista de la C¨¢mara alta haya arrebatado al Gobierno y al ministro de Justicia y de Desarrollo Constitucional la iniciativa legislativa del Estatuto de las Libertades es un asunto grave. Porque el abstracto enfrentamiento entre el Gobierno y el Senado adquiere su verdadero significado cuando se recuerda que es Francisco Fern¨¢ndez Ord¨®?ez quien recibe la bofetada y cuando se asocia esta fronda de miembros de UCD con esca?os en el Senado a la ofensiva desencadenada en el Grupo Parlamentario Centrista contra la ley de Autonom¨ªa Universitaria y la ley de Divorcio, dos proyectos propiciados por el sector que encabeza el actual ministro de Justicia y combatidos por los sectores neoconfesionales y conservadores del centrismo.
El PSOE, que ya critic¨® en el Pleno de septiembre la idea misma del Estatuto de las Libertades, ha recibido de u?as el anuncio de la proposici¨®n de ley del Grupo Centrista del Senado. No les falta raz¨®n a los socialistas al se?alar que un cap¨ªtulo tan b¨¢sico de la Constituci¨®n como el referente a las libertades, para cuya eventual revisi¨®n se establece un procedimiento restrictivo id¨¦ntico al ideado para la Corona, no debe ser desarrollado por la iniciativa exclusiva de UCD. En cambio, no resulta tan clara la estrategia socialista y su pol¨ªtica de alianzas, tanto respecto a este tema como a otras cuestiones.
Hace pocos d¨ªas, un diputado del PSOE atac¨® virulentamente a Francisco Fern¨¢ndez Ord¨®?ez en la Comisi¨®n de Justicia, acus¨¢ndole de querer protagonizar la ley de Divorcio y poni¨¦ndole en el mismo plano y la misma altura que los centristas que quieren cercenar el texto de ese proyecto. Sin embargo, los hechos, que son bastante tercos, aducen con esta emboscada senatorial del Estatuto de las Libertades una nueva prueba de que no todos los gatos son albos en UCD. La impresi¨®n de que el avance sobre el poder de la infanter¨ªa democristiana, con un nutrido estado mayor semioculto en las colinas, est¨¢ siendo facilitado por el pesado fuego artillero que las bater¨ªas del PSOE descargan sobre el presidente del Gobierno y el sector laico y progresista de su Gabinete se hace cada vez m¨¢s veros¨ªmil. En ese graneado tiro al blanco para abrasar a Adolfo Su¨¢rez y a los llamados socialdem¨®cratas hab¨ªamos visto ya utilizar como proyectil el alzamiento sobre el pav¨¦s de Manuel Fraga como l¨ªder natural de una mayor¨ªa, tambi¨¦n natural, de la derecha, en una curiosa extrapolaci¨®n de la zoolog¨ªa a la pol¨ªtica, y como ¨²nico diestro en condiciones de alternar en la plaza con Felipe Gonz¨¢lez. Ahora le corresponde el turno, al parecer, a Fern¨¢ndez Ord¨®?ez, tanto o m¨¢s culpable que sus adversarios, seg¨²n esta deformada ¨®ptica de que la ley de Divorcio y la ley de Autonom¨ªa Universitaria que quiere aprobar sean mutiladas y de que el Estatuto de las Libertades que no desea tramitar sea presentado a las Cortes.
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