Una ciudad envenenada
Los MADRILE?OS se despertaron el viernes, por primera vez, con la constataci¨®n oficial de algo que sab¨ªan positivamente, pero que no pod¨ªan demostrar: que est¨¢n siendo envenenados todos los d¨ªas un poco. Las cifras que ha hecho p¨²blicas por primera vez un organismo oficial, en este caso el Ayuntamiento de Madrid, sobre las condiciones higi¨¦nicas y sanitarias de los 12.000 establecimientos hosteleros con que cuenta la capital de Espa?a (v¨¦ase EL PAIS de ayer) parecen m¨¢s un cuento kafkiano que una realidad sufrida a diario por m¨¢s de cuatro millones de habitantes: el 41 % de los aperitivos, el 35% de los vinos, el 75% de las leches, el 37% de los caf¨¦s, el 20% de las mermeladas, el 75% de las muestras de hielo y, en general, zumos, aceites y botiller¨ªa no son aptos para el consumo y representan un claro peligro para la salud p¨²blica. Al Ayuntamiento de Madrid hay que reconocerle la gallard¨ªa de hacer p¨²blico el resultado del estudio realizado en base a inspecciones en 3.453 locales, porque realmente son resultados tan terror¨ªficos que a m¨¢s de uno le hubieran entrado tentaciones de encerrarlo con llave en un caj¨®n para los restos. Pero a ese mismo Ayuntamiento, como responsable de los controles sanitarios en edificios p¨²blicos, bien es cierto que a medias con el Ministerio de Sanidad, hay que achacarle una cierta negligencia al no aplicar las leyes ordinarias en temas que pueden poner en peligro la salud p¨²blica. Y no hay constancia en los archivos de que se hayan impuesto en los ¨²ltimos a?os m¨¢s que un pu?ado de multas, y la mayor¨ªa de ellas por abusos en el peso de los alimentos, y no por circunstancias relativas a la calidad de los productos.
Aqu¨ª estuvieron contaminadas las aguas para consumo durante varios d¨ªas, y nadie advirti¨® del peligro que corr¨ªa la poblaci¨®n; aqu¨ª se estuvo adulterando la carne y no se tomaron posiciones oficiales claras; aqu¨ª los ¨ªndices de contaminaci¨®n han sido en las ¨²ltimas semanas lo suficientemente altos como para que en pa¨ªses europeos sin legislaciones de medio ambiente tan permisivas como la nuestra se hubieran tomado medidas restrictivas; aqu¨ª se est¨¢ permitiendo (porque no hay Polic¨ªa Municipal suficiente para controlar la nueva ordenanza de venta ambu lante, o por lo que sea) que la venta callejera invada v¨ªas y plazas con productos perecederos de m¨¢s que dudosas garant¨ªas higi¨¦nicas y sanitarias; aqu¨ª se permite que los 7.000 retretes p¨²blicos est¨¦n en unas condiciones tales que parece milagroso no contraer a diario enfermedades contagiosas.
Aqu¨ª, en fin, se produce la inconsecuencia de que el Ayuntamiento que ha investigado y anunciado la situaci¨®n de los bares, cafeter¨ªas y establecimientos hosteleros en general, conceda un plazo de seis a siete meses para que los comerciantes se pongan al d¨ªa con la sanidad y la higiene necesarias, como si en este tiempo no corriera peligro la salud de los usuarios.
La sanidad vale poco, por lo visto. El Ministerio del ramo tampoco ha anunciado ning¨²n tipo de medidas como responsable superior. Triste es se?alar, aunque cierto, que las organizaciones de consumidores tampoco las exigen con la fuerza que les concede la Constituci¨®n, y gastan sus mejores municiones en disparar contra el paso-doble de la Telef¨®nica o la subida de los carburantes, como si les doliese m¨¢s el bolsillo que las enfermedades que se pueden contraer a diario al tomar un aperitivo o comprar un kilo de carne.
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