La "democratizaci¨®n" de UCD
Corre en estos d¨ªas mucha tinta sobre la democratizaci¨®n interna de UCD. Y hay mucha afirmaci¨®n simplista y poco rigor en el an¨¢lisis. En todo caso, creo que est¨¢n, consciente o inconscientemente, falseados los t¨¦rminos del debate.UCD es un partido democr¨¢tico, en la misma medida en que lo son los dem¨¢s partidos pol¨ªticos espa?oles o extranjeros. Y no el dif¨ªcil demostrarlo.
Los requisitos sustanciales para calificar a un partido o a un r¨¦gimen pol¨ªtico como democr¨¢tico son, b¨¢sicamente, los siguientes:
Primero. Posibilidad estatutaria de elecciones internas competitivas. Y digo posibilidad, y no necesidad, porque en el seno de una organizaci¨®n partidaria puede prevalecer, seg¨²n la coyuntura pol¨ªtica, la conveniencia compartida de unas candidaturas de consenso o integraci¨®n o la conveniencia de una pluralidad de candidaturas que compitan entre si para conseguir la direcci¨®n del partido en funci¨®n de alternativas y posiciones diferenciadas sobre los problemas del pa¨ªs, a los que todo partido tiene, obligaci¨®n de dar una respuesta dirigida a su electorado real y potencial. Falta a la verdad quien sostenga que en UCD no existe libertad de presentaci¨®n de candidaturas. Ni a nivel provincial ni a nivel nacional existe la m¨¢s m¨ªnima cortapisa estatutaria para que, quien lo desee, presente sus candidaturas a la presidencia del partido, al comit¨¦ ejecutivo nacional o al consejo pol¨ªtico. El temor a perder la elecci¨®n y a dar un paso al frente fijando posiciones sobre los problemas reales no puede ampararse en la afirmaci¨®n de que, desde esta perspectiva, UCD no sea un partido democr¨¢tico.
Segundo. Periodicidad de las elecciones. Desde el momento mismo en que todo ¨®rgano de poder en el seno de un partido ha de someterse peri¨®dicamente -en UCD cada dos a?os- a una elecci¨®n libre -y la libertad est¨¢ garantizada por la posibilidad de competitividad interna, por el secreto del voto y por la intervenci¨®n en las mesas electorales de las distintas candidaturas posibles-, ese partido es deomocr¨¢tico.
Tercero. Libertad de cr¨ªtica y control de los ¨®rganos ejecutivos por los ¨®rganos de representaci¨®n: consejo pol¨ªtico y Congreso, en el caso de UCD. El car¨¢cter deinocr¨¢tico o no de un partido, como de un r¨¦gimen pol¨ªtico, no est¨¢ tanto en el n¨²mero de atribuciones que se confieren a los organos ejecutivos, unipersonales o colegiados del partido como la exigencia de su car¨¢cter en electivo directo y en la posibilidad de controlar su ejercicio y someterlos a cr¨ªtica en su gesti¨®n. En UCD no s¨®lo existe una gran libertad de cr¨ªtica, sino que, posiblemente, estamos incurriendo en una actitud de autohipercriticismo, que, a la postre, podr¨ªa ser muy positiva, si no se convierte el debate en un juego maniqueo de buenos y malos o si no se utiliza para impedir una discusi¨®n sobre problemas reales que decantase y descubriese posiciones ideol¨®gicas que podr¨ªan resultar contradictorias o no congruentes con la pertenencia a un partido centrista en la realidad espa?ola. Bajo esta ¨®ptica, por tanto, tampoco cabe poner en tela de juicio el car¨¢cter democr¨¢tico de UCD. Lo que s¨ª, debe ser objeto de cr¨ªtica es el deficiente funcionamiento de los rganos colectivos del partido. Pero, en este terreno -una vez roconocido el hecho- no cabe simplificar. Las causas de ¨¦sta,deficiencia son diversas, aunque, desde luego, no est¨¢n en los estatutos, siempre perfectibles, que rigen la vida de la organizaci¨®n. Es como si dij¨¦ramos que el todav¨ªa insatisfactorio funcionamiento del parlamentarismo espa?ol encuentra su causa en la Constituci¨®n o en el reglamento de las c¨¢maras. Toda Constituci¨®n, todo reglamento o cualquier tipo de estatutos, por buenos que sean en abstracto, permiten, en principio, un mal funcionamiento pr¨¢ctico de los ¨®rganos e instituciones que regulan.
Y todo esto, que es lo que realmente define la existencia o inexistencia de democracia interna, nada tiene que ver con el car¨¢cter m¨¢s o menos presidencialista del partido y con el sistema de elecci¨®n de los ¨®rganos colegiados. Por lo pronto, se ha venido silenciando cuidadosamente que el consejo pol¨ªtico de UCD se elige por un sistema de representaci¨®n proporcional pura, justamente para asegurar que las posiciones minoritarias representativas tengan un cauce institucional y puedan hacer o¨ªr su voz en el seno del partido. Se ha venido igualmente ocultando, con no menos cuidado, que los compromisarios al congreso del partido se han elegido tambi¨¦n por un sistema de representaci¨®n proporcional pura en las asambleas provinciales, para que todas las corrientes internas de opini¨®n tuviesen la posibilidad de estar presentes en el ¨®rgano soberano del partido -el congreso- que se celebra cada dos a?os. Tambi¨¦n se ha omitido, con singular cuidado, que las llamadas: minor¨ªas cr¨ªticas est¨¢n hoy s¨®lidamente presentes en el comit¨¦ ejecutivo nacional, elegido por sistema mayoritario en el primer congreso del partido, a trav¨¦s de una lista de integra ci¨®n. Y, finalmente, se ha incurrido en una notable contradicci¨®n: la minor¨ªa cr¨ªtica que defiende la necesidad de democratizar el partido viene manteniendo sus posiciones libremente en el seno del comit¨¦ ejecutivo. Que sus propuestas sean democr¨¢ticamente derrotadas prueba a las claras la posibilidad real de funcionamiento democr¨¢tico sin cortapisa alguna. Pero hay que a?adir que la democracia consiste tambi¨¦n en aceptar la derrota sin poner en riesgo la unidad del partido y la estabilidad pol¨ªtica del pa¨ªs.
Y unas pocas palabras, sobre el sistema electoral. La pol¨¦mica sistema mayoritario-sistema proporcional tiene m¨¢s de cien a?os de existencia. En todo este tiempo, la sociolog¨ªa pol¨ªtica ha generado espl¨¦ndidos trabajos sobre reg¨ªmenes y partidos pol¨ªticos. La conclusi¨®n de todos ellos es pr¨¢cticamente un¨¢nime: la representaci¨®n proporcional tiende a crear una din¨¢mica de disgregaci¨®n y fiagmentaci¨®n generadora, no ya de corrientes de opini¨®n, sino de clientelas. La representaci¨®n mayoritaria tiende a crear una din¨¢mica de pacto y de integraci¨®n sin perjudicar IX mayor homogeneidad que de mandan los ¨®rganos ejecutivos colegiados. En todo caso, en UCD, y por raz¨®n de su origen plural, se combinan, a mi juicio equilibradamente, ambos siste mas en funci¨®n, de la nauraleza ejecutiva o representativa del ¨®rgano. Lo que no cabe, en ning¨²n supuesto, es afirmar -si se quiere, mantener un nivel m¨ªnimo de rigor- que un sistema sea m¨¢s democr¨¢tico que otro, y menos a¨²n, que los partidarios del principio mayoritario, sean antidem¨®cratas.
Quiere todo ello decir que el debate, no est¨¢, en verdad, entre los que te¨®ricamente defienden la democratizaci¨®n y los presuntamente antidem¨®cratas. La discusi¨®n est¨¢ en t¨¦rminos reales, como, en toda organizaci¨®n pol¨ªtica, en ofrecer respuesta clara a las tres grandes interrogaciones que la ciencia pol¨ªtica plantea para definir reg¨ªmenes y situaciones pol¨ªticas: qui¨¦n manda, c¨®mo manda y para qu¨¦ manda. Y no cabe aislar caprichosamente estas tres importantes cuestiones, por naturaleza complementarias e interdependientes. Tal debe ser, en mi opini¨®n, el contenido y al cance de la confrontaci¨®n para someter despu¨¦s las distintas posiciones al veredicto inapela ble de los votos.
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