"Mucha gente de UCD se pasa la vida so?ando con la se?ora Thatcher"
Pregunta. Los problemas suscitados por la LAU en el seno de UCD parecen indicar que o bien su partido no ten¨ªa definida una l¨ªnea clara en materia de pol¨ªtica universitaria o que ¨¦sta podr¨ªa ser conculcada gravemente con este proyecto de ley.Respuesta. Efectivamente, tanto en el programa electoral c¨®mo en el del primer congreso de UCD hay una referencia bastante amplia, a los niveles inferiores de la ense?anza y muy poco expl¨ªcita por lo que respecta la universidad. En este sentido no puede decirse que exista una definici¨®n expresa sobre pol¨ªtica universitaria, sino ¨²nicamente una visi¨®n muy amplia y gen¨¦rica sobre la misma. Tal vez eso ha dado p¨¢bulo a muchas simplificaciones en torno al tema de la LAU. Lo que debe quedar claro es que tanto el partido como el Gobierno han visto la necesidad de una ley universitaria que deb¨ªa contar con una autoridad moral y pol¨ªtica suficiente, y que esto s¨®lo podr¨ªa conseguirse mediante un amplio consenso entre todos los grupos, por lo que carecer¨ªa de sentido una ley de UCD exclusivamente.
P. ?C¨®mo se explican entonces las reacciones tan duras contra el proyecto desde las propias filas de UCD?
R. Eso mismo me pregunto yo, porque se entienden muy mal algunas discrepancias surgidas frente a la LAU que, lamentablemente, se apoyan en los sectores m¨¢s reaccionarios de la sociedad y de la propia universidad. Se han vertido sobre ella acusaciones tan absurdas como la de afirmar que esta ley representa la consagraci¨®n de la anarqu¨ªa o el fin de la universidad. Lo que pasa es que en el fondo exist¨ªa un inter¨¦s grande en que no se hiciera ni esta ni ninguna otra ley, para que nada cambie y para que la universidad siga en su actual postraci¨®n. La estrategia, claro est¨¢, consisti¨® en emplear toda clase de procedimientos y argucias para retrasar su discusi¨®n y posteriormente quejarse de las prisas con que se ha debatido en la comisi¨®n.
P. En el caso de que estos sectores hubiesen logrado retrasar la discusi¨®n hasta despu¨¦s de celebrado el congreso de UCD, ?cree que el resultado final del proyecto que ahora va a llevarse al Pleno del Congreso de los Diputados ser¨ªa el mismo?
R. No sabr¨ªa decirlo, pero no me parece que hubiera un especial empe?o en llevar este asunto al congreso del partido, lo que, por otra parte, a m¨ª no me producir¨ªa ninguna inquietud. Porque vamos a ser claros: se est¨¢n haciendo unos planteamientos muy peculiares en relaci¨®n con el pr¨®ximo congreso de UCD.
Lo importante del congreso de un partido es la definici¨®n de las grandes l¨ªneas pol¨ªticas por las que se quiere caminar y, en consecuencia, lo que estamos dispuestos a ofrecer a los electores. La gente quiere saber cu¨¢l es nuestro modelo de sociedad. Sin embargo, se est¨¢ poniendo el ¨¦nfasis en aspectos que pueden ser muy importantes, pero que a m¨ª me parecen absolutamente secundarios. No es serio que, dados los grav¨ªsimos problemas que tiene planteados en este momento nuestra sociedad, todo lo que se pueda decir nuestro congreso es que hemos cambiado el sistema de elecci¨®n de los cargos directivos.
P. Ese planteamiento, al parecer, obedece a un deseo de democratizaci¨®n del partido.
R. Ya; pero, con independencia de que se discuta si esa democratizaci¨®n ha de venir como, consecuencia de que el comit¨¦ ejecutivo se elija por un sistema mayoritario o de proporcionalidad, me parece mucho m¨¢s importante que le digamos a los espa?oles si de verdad nos interesa una democracia para todos. A m¨ª, particularmente, no me interesa nada que hagamos un partido muy democr¨¢tico en su funcionamiento, pero que luego resulta que le parece muy bien la venta de esclavos. Hay que decir con toda claridad si lo que est¨¢ en juego es la democracia o el autoritarismo en el funcionamiento interno del partido, o si lo que verdaderamente importa es que nos pronunciemos por una l¨ªnea conservadora o progresista para todos los problemas sociales, pol¨ªticos y econ¨®micos que tiene planteados la Espa?a actual.
P. En su opini¨®n, ?qu¨¦, es lo que hay, entonces, detr¨¢s de esa insistencia de centrarlo todo en torno a los estatutos del partido y a su democratizaci¨®n?
R. Es evidente que se est¨¢ enmascarando el contenido de fondo de todas esas supuestas pretensiones de democratizaci¨®n del partido, puesto que lo ¨²nico que, se pretende es llevamos hacia la derecha. No hay otra cosa. Lo que est¨¢ en juego es la ?operaci¨®n de la gran derecha?, una operaci¨®n bastante normal, por otra parte, en cualquier partido. Y esto es muy preocupante porque UCD no puede derechizarse. Espa?a necesita una serie de transformaciones profundas en su estractura social, que no permiten el juego de la derecha pura y simple. De otro modo est¨¢ demostrado, por la forma en que ha transcurrido el per¨ªodo de la transici¨®n, que aqu¨ª no funciona ninguno de los supuestos de rupturismo revolucionario, por lo que es necesario que nos movamos en una l¨ªnea de centro que propicie todas esas transformaciones.
P. Tal vez cuente mucho el hecho de que el p¨¦ndulo de la pol¨ªtica occidental parece que se mueve claramente hacia la derecha en estos precisos momentos.
R. S¨ª, es muy posible que est¨¦ pesando demasiado, esa consideraci¨®n; pero pienso que no es v¨¢lida para nosotros. No vale estar pen sando constantemente en lo que est¨¢ pasando en otros pa¨ªses, como Gran Breta?a o Estados Unidos. En UCD debe haber mucha gente que se pasa la vida so?ando con la se?ora Thatcher. Y sucede que, aparte de que tal, vez la se?ora Thatcher resulte, a la postre, bastante menos conservadora de lo que quieren algunas de estas personas, a lo mejor se olvidan de que la sociedad inglesa no es la nuestra. Los ingleses no necesitan, por ejemplo, una reforma fiscal ni una ley de Divorcio. Una reforma fiscal, dicho sea de paso, que Gran Breta?a hizo ya hace mucho tiempo, y que es bastante m¨¢s dura que la de Fern¨¢ndez Ord¨®?ez, a quien hay todav¨ªa mucha gente dentro de UCD que no se la perdona, entre otras cosas, porcte afecta directamente a sus bolsillos, cuando lo que tendr¨ªan que hacer es reconocer que se trataba de una reforma absolutamente necesaria para andar con un m¨ªnimo de decencia.
P. Puede, que ahora le toque a usted verse colocado en esa situaci¨®n, y que el h¨¢ber propiciado personalmente el entendimiento con los partidos de la izquierda le haya granjeado la enemistad permanente de un sector muy importante de su partido.
R. Es posible, y comprendo que haya posiciones muy distantes de las m¨ªas. Pero, a mi juicio, es un error pensar que las normas b¨¢sicas para la convivencia de la sociedad espa?ola puedan ser hechas exclusivamente por UCD. Insisto, adem¨¢s, en que el Gobierno ha apoyado plenamente ese consenso. El Estatuto de Centros, que ha tenido un coste pol¨ªtico importante, y que no ha sido nada beneficioso para el sistema escolar, fue un grave error de UCD, precisamente por la falta de consenso. Pero, adem¨¢s, ?qu¨¦ es lo que molesta de la LAU? El que un profesor adjunto pueda ser decano o que se acabe de una vez por todas con el desprop¨®sito de mantener a un profesor durante diez o doce a?os en una situaci¨®n de inestabilidad parece como si supusiera romper con todos los esquemas desde Covadonga hasta aqu¨ª o haber llegado al desguace de la universidad
P. ?Qu¨¦ aspectos de la ley eran y siguen siendo irrenunciables desde su punto de vista y Sobre los que no caben grandes modificaciones de aqu¨ª hasta el Pleno o hasta su definitiva aprobaci¨®n?
R. Son varios: por una parte, el planteamiento de un gobierno de la Universidad en el que se d¨¦ una participaci¨®n real de la sociedad, lo que est¨¢ recogido en el consejo de universidad que en el primitivo proyecto iba a llamarse consejo social. De otra parte, el que se posibiliten los contratos de las universidades con otras entidades p¨²blicas y privadas, que en definitiva, incide en el mismo prop¨®sito. Por otra parte, y esto es algo en lo que he ¨ªnsistido constantemente antes y durante el debate de la ley en comisi¨®n, es evidente que lo que estaba en juego en esta ley era la autonom¨ªa de la universidad respecto de todos los poderes p¨²blicos.
Finalmente, el sistema universitario deber¨ªa tener una coherencia absoluta para que pueda haber un m¨ªnimo de programaci¨®n general que evite los despilfarros y, sobre todo, para que se garantice que no van a producirse discriminaciones entre los alumnos, el profesorado y el personal no docente de las universidades de todo el territorio del Estado.
P. La regulaci¨®n de todas las cuestiones relacionadas con el profesorado hab¨ªa provocado tambi¨¦n bastantes suspicacias antes de la discusi¨®n del proyecto en la Comisi¨®n de Universidades.
R. Nadie que tenga un m¨ªnimo conocimiento de los problemas de la universidad espa?ola pod¨ªa negar la necesidad de un cambio en el sistema de selecci¨®n del profesorado. Creo que la ley da un paso muy importante en este sentido, no s¨®lo al propiciar la equiparaci¨®n de de rechos entre los profesores de los cuerpos del Estado y el profesora do contratado, sino tambi¨¦n al modificar sustancialmente el sistema de selecci¨®n. La sustituci¨®n del sistema de oposiciones por el de la habilitaci¨®n del profesorado del Estado y su selecci¨®n posterior por las propias universidades, contra lo que se ha dicho, no supone reducir las garant¨ªas de calidad de los docentes. Muy por el contrario, se va a producir un doble control de esa calidad, porque las universidades tendr¨¢n que establecer en sus propios estatutos las condiciones en que van a contratar a su profe sorado. Lo que sucede es que probablemente lo que_m¨¢s les duele a algunos es que vayan a acabarse las posibilidades de nepotismo de algunos santones de la Universidad y de ciertos grupos de presi¨®n.
P. Curiosamente, la cuesti¨®n de las universidades privadas provoca, aunque claro est¨¢ que por diferentes motivos, la susceptibilidad de la derecha y de la izquierda.
R. S¨ª, y pienso que habr¨ªa que quitarle toda la carga de irritabilidad que este tema despierta. La ley reconoce el derecho de las personas f¨ªsicas a crear universidades, que hasta ahora s¨®lo se le reconoc¨ªa a la Iglesia. Lo primero que tendr¨ªa que hacer la izquierda es no olvidar este detalle.
Desde la derecha, el problema no es si se facilita o no la posibilidad de creaci¨®n de universidades privadas, sino que lo que desean es que esas universidades privadas las pague el Estado. A eso es a lo que yo me opongo en principio, porque en nuestras circunstancias, establecer la obligaci¨®n de que las universidades privadas sean subvencionadas con cargo a los Presupuestos Generales del Estado es absolutamente inadmisible, cuando todav¨ªa no son gratuitos los otros niveles de la ense?anza y cuando la situaci¨®n de la universidad p¨²blica es tan precaria. Lo que nome parece honesto es que tambi¨¦n aqu¨ª se utilice el pretexto de la libertad de ense?anza.
En cuanto a la postura de la izquierda, me parece un tanto maximalista pedir que se prohiban terminantemente las subvenciones, y, por otra parte, si la ley fija los requisitos y condiciones que habr¨¢n de reunir las universidades privadas para su reconocimiento, no creo que sea una f¨®rmula tan negativa como se ha dicho el que este reconocimiento se haga por el Gobierno y no por el Parlamento
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