Releyendo a Unamuno
La sangre de mi esp¨ªritu es mi lengua, y mi patria es all¨ª donde resuene soberano su verbo...Unamuno (1910)
En 1894, el bilbaino Miguel de Unamuno, hijo de un ?indiano? liberal que trajo de M¨¦xico el retrato de Benito Ju¨¢rez, inicia con su ensayo sobre el ?Mart¨ªn Fierro? de Jos¨¦ Hern¨¢ndez (que simb¨®licamente est¨¢ dedicado a Juan Valera) la etapa de sus cr¨ªticas literarias sobre las letras hispanoamericanas, que cierra, en 1927, el texto sobre ?hispanidad? (que poco o nada tiene que ver con la que popularizara m¨¢s tarde Ramiro de Maeztu). El grueso de esa serie -reunida por vez primera, junto a otros textos, con el misterioso t¨ªtulo de De estoy de aquello, pero que en la edici¨®n de las Obras completas de Manuel Garc¨ªa Blanco recobra, en 1968, el m¨¢s correcto de Letras de Am¨¦rica y otras lecturas- fue publicado en el diario argentino La Naci¨®n desde 1899 y en la madrile?a revista La Lectura, entre 1901 y 1906, en una secci¨®n fija titulada De literatura hispanoamericana.
Un segundo aspecto de la producci¨®n unamuniana sobre Am¨¦rica es la veintena de textos publicados entre 1898 y 1935 sobre La lengua espa?ola en Am¨¦rica, que abre un art¨ªculo de Madrid c¨®mico, hasta una conferencia radiada en v¨ªsperas de la guerra civil. Como la mayor¨ªa de esas p¨¢ginas se dieron a conocer, asimismo, en el suplemento literario de La Naci¨®n, fue reci¨¦n en 1958, incluidas en el volumen La raza y la lengua, que hubo oportunidad de apreciarlas y compararlas con la l¨ªnea tem¨¢tica unamuniana correspondiente, y a la fecha, que sepamos -igual que el volumen anterior-, s¨®lo se puede encontrar en las Obras completas.
Fuera de ¨¦stas, en total quinientas p¨¢ginas, hay algunos textos dispersos en Nuevos ensayos y Discursos y art¨ªculos, y, naturalmente, muchas frases y alusiones aisladas en otros trabajos, sin contar las cartas, esas s¨ª, caudalos¨ªsimas, intercambiadas con personajes hispanoamericanos como Rub¨¦n Dar¨ªo, Jos¨¦ Enrique Rod¨®, Carlos Vaz Ferreira, Alfonso Reyes, Ricardo Rojas y tantos otros.
En todos estos textos se respira una ancha y cordial solidaridad, una inteligente curiosidad por las experiencias ajenas, y una valoraci¨®n objetiva de los paralelismos posibles entre espa?oles de Am¨¦rica y espa?oles de Europa, al servicio (son sus palabras) de ?mi fe robusta, mi esperanza viva y vivificadora en el porvenir de la libertad y de la dignidad del pensamiento hispanoamericano, pensamiento justiciero ? (sic).
A la fecha Unamuno es un cl¨¢sico del hispanoamericanismo, o mejor dicho, El Cl¨¢sico, pues es quien pulveriz¨® definitivamente los t¨®picos espa?oles del siglo XIX, y junto con Rafael Altamira, el mejor int¨¦rprete de esa etapa estelar de las relaciones entre Espa?a y Am¨¦rica que nace en 1898 y entierra la guerra civil.
Su cr¨ªtica del concepto de raza, sus iron¨ªas sobre las ceremonias oficiales del 12 de octubre y las academias, su negaci¨®n del paternalismo europeo, la conciencia de que Am¨¦rica hispana es un mundo culturalmente fecundo, que merece estudiarse, incluso para tomar ejemplos o recoger experiencias, se une a audacias, dichas con el vigor y el estilo admirable que le caracterizaban. As¨ª, cuando sostiene que Domingo Faustino Sarmiento y Jos¨¦ Mart¨ª eran los mejores escritores espa?oles del siglo pasado, cuando intenta hacer representar en Madrid a Florencio S¨¢nchez, cuando elogia tempranamente a Juana de Ibarbouru, o cuando reclama el monumento madrile?o (en 1923) para Sim¨®n Bol¨ªvar y Jos¨¦ Rizal.
En materia ling¨¹¨ªstica reivindic¨® el casticismo de la lengua popular y literaria de los hispanoamericanos, y desde?¨® su pretendido afrancesamiento. ?La lengua hisp¨¢nica?, son sus palabras en 1911, ?es hoy patrimonio de una veintena de naciones, y a su vida contribuyen todas sin monopolio de ninguna de ellas. Una lengua com¨²n en la que caben los sendos patriotismos de las naciones que la hablan. Es la lengua que compartir¨¢ un d¨ªa con la inglesa el predominio mundial. Y, qui¨¦n sabe... Qui¨¦n sabe..., digo?.
El conocimiento que en Am¨¦rica se tiene del Unamuno hispanoamericanista es considerable. No hay universidad importante que no luzca su efigie, y donde estudiantes y maestros no le consagren cursos e investigaciones, pero no es posible decir otro tanto de la misma Espa?a.
El mismo Unamuno, presa de sus contradicciones, vivi¨® de tal manera los ¨²ltimos meses de su vida que se enajen¨® simpat¨ªas simult¨¢neamente de los dos bandos que divid¨ªan entonces Espa?a.
La publicaci¨®n de los vol¨²menes citados entre 1958 y 1968 coincide con el franquismo, cuando oficialmente se hab¨ªa vuelto al menendezpelayismo, se adulaba al ?Jaime de Andrade? de Raza, y se cultivan todos los t¨®picos de la ?vocaci¨®n de Imperio? y de la ?hispanidad?. En todo esto se educaron los funcionarios especializados en Am¨¦rica hispana, y es tan explicable que acogieran en su momento en forma fraternal a los ex dictadores y otros fascistas hispanoamericanos, como que, desde finales de 1973, hostilicen a los exiliados pol¨ªticos de izquierda del Cono Sur. Por ello, al releer hoy a Unamuno, no puede menos que pensarse que por lo menos ya ser¨ªa un gran progreso si en Espa?a se conociese mejor su pensamiento y se recuperase la visi¨®n progresista de los a?os 1898 a 1936 sobre el tema de los hispanoamericanos, y sus relaciones con Espa?a.
Entend¨¢monos. No se trata de sustituir un evangelio por otro, pues no se nos escapan los aspectos unamunianos envejecidos, ni las inconsecuencias y desinformaciones, explicables en aquel tiempo. Pero por alg¨²n punto debe recomenzarse una concienciaci¨®n sobre el punto.
Del mismo modo que no se concebir¨ªa que ejerciera un maestro de gram¨¢tica sin haber le¨ªdo a Cervantes, se nos ocurre que frente a tantos miles de pol¨ªticos, funcionarios y periodistas que leen discursos, fabrican decretos, medran en las instituciones, hablan por la radio y la televisi¨®n, o escriben en la Prensa, sobre nuestra Am¨¦rica, habr¨ªa que requerirles como condici¨®n previa: ??Ha le¨ªdo usted a Unamuno??, y a quien no hubiera llegado a las luminosas p¨¢ginas del maestro salmantino, reciclarlo de urgencia, a trav¨¦s de su lectura, por lo menos para que llegue al nivel del primer cuarto del siglo XX.
Entre tanto, una nueva generaci¨®n de latinoamericanistas espa?oles debe tomar el relevo, para salvar tambi¨¦n en este terreno el bache de los desdichados cuarenta a?os, y tambi¨¦n ellos, aunque seguramente en forma cr¨ªtica y constructiva, tendr¨¢n que leerse y estudiarse como a un cl¨¢sico a Miguel de Unamuno. Revisi¨®n de Unamuno se llama justamente un libro ejemplar de El¨ªas D¨ªaz dedicado al an¨¢lisis cr¨ªtico del pensamiento pol¨ªtico unamuniano, y para hacer tales revisiones es menester comenzar por la relectura.?
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