La siderurgia, en crisis
LA INDUSTRIA sider¨²rgica espa?ola, a pesar de que su producci¨®n en los once primeros meses de este a?o ha superado en un 3% a la conseguida en el mismo per¨ªodo del pasado 1979, sigue aprisionada por enormes dificultades, que pueden, finalmente, desencadenar una crisis de consecuencias graves. La raz¨®n es elemental: la siderurgia pierde dinero porque sus costes son superiores a sus ingresos. Las p¨¦rdidas de las tres industrias integrales, Altos Hornos de Vizcaya, Ensidesa y Altos Hornos del Mediterr¨¢neo, se elevaron a,23.000 millones de pesetas en 1979 y pueden ascender a 38.000 millones en 1980.Desde la primera crisis del petr¨®leo, a finales de 1973, la demanda de productos sider¨²rgicos se ha reducido con car¨¢cter general, pero en Espa?a, durante ese mismo per¨ªodo, los costes salariales se han disparado, triplic¨¢ndose. As¨ª las cosas, mientras los ingresos obtenidos por la venta de productos sider¨²rgicos crec¨ªan en un 167%, su ritmo de aumento era s¨®lo algo m¨¢s del incremento de la tasa salarial. Parad¨®jicamente, en plena crisis del petr¨®leo, los costes de energ¨ªa y otras materias primas aumentaban tambi¨¦n s¨®lo la mitad que los costes salariales. El resultado final es que los ingresos en el sector sider¨²rgico est¨¢n hoy d¨ªa situados en un porcentaje del orden del 85 % del alcanzado como media en los pa¨ªses de la Comunidad Europa del Carb¨®n y del Acero (CECA). Los ingresos espa?oles son superiores en t¨¦rminos absolutos a los de Gran Breta?a, Italia y Jap¨®n; sin embargo, la producci¨®n anual acero-hombre se sit¨²a en Espa?a en torno a las 165 toneladas frente a 226 en la CECA y 275 en Jap¨®n, es decir, que la productividad espa?ola es, como m¨¢ximo, el 73% de la de la CECA y el 60% de la japonesa. Por otro lado, no se ha procedido en Espa?a a la reestructuraci¨®n del sector y su supervivencia se ha apoyado fundamentalmente en unas exportaciones que, por supuesto, ten¨ªan que competir rabiosamente en los mercados internacionales. El resultado final no ha sido otro que el de un aumento de los costes superior al de los ingresos y, naturalmente, unas mayores cargas financieras para hacer frente a las p¨¦rdidas.
Pero a medida que transcurre el tiempo la situaci¨®n se hace m¨¢s insostenible. De ah¨ª la elaboraci¨®n por parte de las empresas del sector, los sindicatos y la Administraci¨®n de un ?programa de saneamiento y reconversi¨®n del sector?, en el que una parte fundamental corresponde a las instituciones financieras que son los principales acreedores.
El Ministerio de Industria protagoniza ese programa de saneamiento y es el responsable de suscitar el entusiasmo de los bancos para consolidar a largo plazo deudas a corto, conseguir nuevos cr¨¦ditos y, en suma, aligerar las cargas financieras del sector. Pero esta negociaci¨®n s¨®lo puede iniciarse razonablemente cuando se presente con car¨¢cter previo un programa de reestructuraci¨®n. Lo contrario, es decir, negociar con anterioridad o simult¨¢neamente la financiaci¨®n, es una temeridad que invita a la buena vida y de nuevo recuerda el voluntarismo burocr¨¢tico del r¨¦gimen anterior. Un favor se compensaba con otro y los paganos de la factura resultaban ser los ciudadanos que no estaban incluidos en el circuito de d¨¢divas y parabienes.
La crisis del sector sider¨²rgico es preocupante, como las de muchos otros sectores pero quiz¨¢ todav¨ªa lo es m¨¢s el comportamiento de la Administraci¨®n, que, sin estudiar a fondo los requisitos t¨¦cnicos que cada caso concreto exige, trata de imponer soluciones apresuradas, en este caso, a una comunidad financiera que con buena l¨®gica desea una estrategia en la que se parta de una razonable tranquilidad y se persiga el ¨¦xito razonable de toda la operaci¨®n. En definitiva, no se trata de firmar un papel para demostrar la atenci¨®n del Ministerio de Industria o la solidaridad de los bancos en el tema de la reestructuraci¨®n sectorial, sino de formalizar una operaci¨®n que pasa, naturalmente, por el saneamiento del sector sider¨²rgico, que necesita mucho m¨¢s, que un buen apuntalamiento financiero.
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