La sierra pobre
Ya ha escrito uno alg¨²n que otro art¨ªculo sobre la Sierra Pobre de Madrid, pero es que la tengo aqu¨ª casi a la vista, corno si dij¨¦ramos, que me he venido, entre navide?o y maileriano, a la "choza de monta?a" que sue?a todo escritor yanqui para escribir su novela, la gran novela, la Novela- (algo hay en el telar, la work in progress que es ya inevitablemente, hasta su final y mucho despu¨¦s, por siempre, la obra de arte moderna, seg¨²n Joyce y Adorno; a este ¨²ltimo le leo en su Teor¨ªa est¨¦tica, Taurus, obra p¨®stuma, incorregida e incorregible, que denuncia la p¨¦rdida de inocente del arte y, por tanto, su fin m¨¢s o menos mediato).Pero vengamos ahora a la novela naturalista y work in progress de la Sierra Pobre de Madrid, que este a?o est¨¢ sin nieve, lo cual es mal presagio: a?o de nieves, a?o de bienes, como dir¨ªan los hombres refraneros de la nueva derecha pobre como la sierra. En Acebeda y Anchuelo no falta la lombarda navide?a. Yo mismo le he comprado una lombarda morada y enorme a una se?orita veraneante /inveraneante, y he ido con ella en la mano, como con un ramo de flores, como una sola flor monstruosa y planetaria, dejando un rastro republicano en el aire blanco de las Navidades. La lombarda serrana es como la cabeza descabezada de un mito o un tirano, y siempre hay una se?orita b¨ªblica a quien ofrec¨¦rsela, que esta Sierra Pobre de Madrid ha sufrido mucha tiran¨ªa por quedar del otro lado del monte, ignorada de las colonias estivas, de las realizaciones del r¨¦gimen -de cualquier r¨¦gimen- y hasta de los poetas. S¨®lo Vicente Aloixandre, en La destrucci¨®n o el amor, alcanza a ver la Sierra Pobre con la mirada c¨®smica de sus ojos color b¨¢ltico.
Valdeavero, ni?os y viejos. El mocer¨ªo est¨¢ todo el a?o afanando en Madrid, descargando fruta en Legazpi, chapisteando en una chapister¨ªa, despachando en Galer¨ªas, y ahora en Navidades se lo hacen de charanga y pandereta. Pero se ve claro, sobre el fondo oscuro y pardo de la Sierra Pobre, que los ni?os y los viejos son las v¨ªctimas solitarias, las reservas casi indias de este Macchu-Picchu madrile?o. No hay m¨¢s que subirse a una piedra para mirar Madrid a lo lejos, con sus luces como collares ca¨ªdos a los pies de la noche desnuda. Tan cerca y tan lejos. La Diputaci¨®n Provincial, que se acerca festiva a estas alturas del ?¨¢guila sideral, vi?a de bruma, libro de piedra, cimitarra ciega?, la Diputaci¨®n, digo, programa cosas oportunas que se parecen demasiado a la pol¨ªtica festival del sistema anterior. Lo que hay que hacer con la Sierra Pobre es meter cultura, salubridad, potenciar la agricultura viva que da manzanas entre roca y roca, para que la juventud, entre la destrucci¨®n o el amor, pueda optar por el amor de la aldea frente a la destrucci¨®n de los ¨¢ngeles madrile?os y contaminantes. Santa Mar¨ªa de la Alameda, Robledondo, es un vasto dominio de pobreza. Vicente, maestro, sombra del para¨ªso de chal¨¦s y hoteles que hay al otro lado, invasi¨®n de la realidad, Bouso?o, que se desdobla en media sierra burguesa y en media Sierra Pobre. San Mart¨ªn de Valdeiglesias. La Diputaci¨®n madrile?a es hoy ?roja?, y algunos de estos. Ayuntamientos, tambi¨¦n. Tanto como la fiesta inverniza y tradicional, quisi¨¦ramos una atenci¨®n real hacia la rampa pobre de una sierra rica.
Entre Horcajo y La Puebla, casi todos los a?os, el pestillo de la nieve y la cancela del hielo. Pueblos aislados, puertos de monta?a, ni luz ni caminos. El Tercer Mundo empieza un poco m¨¢s all¨¢ de Cercedilla. S¨ª s¨®lo venimos a la Sierra Pobre en Navidades, poco hemos mejorado lo de antes. Mientras se fragua la justicia auton¨®mica y ambiciosa para las mil Espa?as, esta Espa?a m¨ªnima y silvana se queda en tribu de ni?os y viejos. El cura de Montejo va de un pueblo a otro diciendo misas. A falta de otro tel¨¦grafo, es el tel¨¦grafo de Dios. Y todo el mundo, estos d¨ªas, pone conferencia a sus dioses.
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