Carta a los comuntistas del PCE
1. ?Qu¨¦ sucede en el PCE? Ciertas discrepancias afloran en la Prensa diaria. Ram¨®n Tamames, exuberante de palabras, exhibe sus ocurrencias de organizaci¨®n; Nicol¨¢s Sartorius, sibilino y cauto, resuelve que hay que abandonar el ?viejo? comunismo y sustituirlo por el ?nuevo? -que es quisicosa que no explica-; Antonio Guti¨¦rrez, de las tierras de don Jorge Pujol, y todos los perif¨¦ricos y auton¨®micos propugnan un sistema de taifas de la clase obrera; Manolo Azc¨¢rate barbotea no se sabe qu¨¦ palabrejas acerca de Polonia -nada de Guatemala, ni de Guinea Ecuatorial, ni de El Salvador, etc¨¦tera-, ¨¦l, que es designado sabio en asuntos del m¨¢s all¨¢, en negocios extranjeros; Santiago Carrillo llena la boca de arroz chino -es su ¨²ltimo descubrimiento-, lanza a todos a las tinieblas de la derecha, como argucia que ense?¨® Quevedo y que admiran embobados algunos que han pasado parte de su vida en patio de c¨¢rcel para continuarla ahora en patio de Monipodio. Y, entre tanto, el Comit¨¦ Central del secretario general se enzarza en una jerigonza que nada tiene que ver con la clase obrera, con la lucha, defensa, contra el imperialismo; con el riesgo de vernos sumidos de nuevo en una dictadura formal. Bizancio se ha trasladado a Castell¨® y, ¨²ltimamente, a la Sant¨ªsima Trinidad, que es la sede actual del PCE.La cara del capitalismo ind¨ªgena no puede ser m¨¢s exultante. Los peri¨®dicos y todos los medios de ?informar? de que disponen, que son todos, nos abruman con Santiago, con Tamames, con Sartorius, con Guti¨¦rrez y C¨ªa. Sin duda, el espect¨¢culo es productivo. Los trabajadores de toda condici¨®n se desconciertan, las banderas se desti?en y son disputadas como camisa tendida en corral de vecindad, porque la bandera, las siglas, el reconocimiento internacional y unas docenas de millones de pesetas son el ¨²nico b¨¢culo de que pueden disponer los que hoy se ofrecen como dirigentes del PCE.
Los maestros Ciruela
2. Con el mundo internacional nuestras relaciones han conseguido un punto m¨¢s all¨¢ de lo rid¨ªculo. Nos hablamos sin ofensas con los partidos comunistas de Jap¨®n, de Corea del Norte, de Ruman¨ªa, el fraccionado de Suecia... Con el de Italia, un s¨ª es no es. Con los dem¨¢s, mal, muy mal. Porque los dem¨¢s no entienden nada de nuestras teor¨ªas -que, a todo esto, est¨¢n por elaborar, como han dicho, y sin sonrojarse, varias veces los maestros Ciruela, y ahora, hace unos d¨ªas, uno de ellos en China-. iAh!, tambi¨¦n nos llevamos bien con los rojos de Yale -donde debe de haber muchos- y, seg¨²n soplen los vientos, con los de la Moncloa.
Am¨¦rica Latina es olvidada; Africa, preterida; Portugal, despreciado. Lo nuestro es volver a la Segunda Internacional, porque la Tercera fue un error (?y qu¨¦ pintan en el PCE los se?ores que eso piensan y dicen? ?Por qu¨¦ no se van al PSOE, que es lo suyo?). Las bases americanas de EE UU han dejado de existir en la denuncia; la dominaci¨®n de nuestra Patria por las multinacionales, escamoteada; la reforma agraria, traspapelada; la estructura del Estado, respetada en sus formas y envidiada en sus puestos. Hoy, el PCE carece de entidad, pol¨ªtica. Es s¨®lo un nombre utilizado por Radio Liberty y el New York Times pasa lanzarlo contra el mundo socialista, contra los comunistas de Francia, de Angola, de Chile, de la Rep¨²blica Democr¨¢tica Alemana... Este es el papel que cumple el glorioso Partido Comunista de Espa?a, que en otros tiempos recibi¨® admiraci¨®n y auxilio de todos los comunistas del mundo. ?D¨®nde estaban entonces los que ahora tanto lo aplauden y embelecan? ?Es este el apoyo y el comportamiento que de los comunistas espa?oles cab¨ªa esperar en nuestro tiempo, en nuestra tierra, en nuestra peligrosa situaci¨®n?
3. El tejemaneje de secretarios generales, y diputados, y jefes de gabinete, y de tanto personajillo hablador y maniobrero ya no es atendido por los trabajadores. El PCE se ha convertido en un mundo endog¨¢mico. Es una orden religiosa m¨¢s -con cristianos profesos incluidos- que disputan novenas y trisagios y se transmiten cuchicheos y gui?os (que Fulano habl¨® con Perencejo, que hay una parte de UCD que no est¨¢ tan mal, que si Felipe no contest¨® al saludo de Alfonso). Lo que ocurre en la calle les importa muy poco (a la calle le importa menos lo que les ocurre a ellos). Y todo esto, envuelto en un peque?o mundo de parlamentarios (m¨¢s charlamento que otra cosa) que cumplen rigurosamente su funci¨®n en el cretinismo hablador.
Hacer de zascandil
Entre tanto, los jornaleros se preguntan: ?Y de lo nuestro, ?qu¨¦ hay??. Y los obreros lanzados al paro se dicen: ??Y cu¨¢ndo nos toca a nosotros??. Y los ni?os, sin escuelas; y los peque?os comerciantes e industriales, indefensos ante los grandes capitalistas y las multinacionales; y los campesinos y los medianos propietarios, argollados; y los profesionales, silenciados, pagando ininterrumpidamente impuestos como vecinos gobemados por ayuntamiento de izquierdas.
Toda la actividad del PCE se ha reducido a aceptar el sistema pol¨ªtico capitalista. El PCE ya no tiene programa ni propugna una sociedad distinta. S Slo pretende ocupar puestos, hace de zascandil con sus esca?os de extraparlamentarios en Congreso. Porque ?qu¨¦ futuro defiende el PCE para nuestra sociedad sino la continuaci¨®n de todo lo existente con alg¨²n cambio en los ocupantes de sillones? ?Qu¨¦ otra cosa sino la desesperanza en el mundo de los trabajadores puede engendrar quien no tiene fe en la clase obrera, en un mundo distinto?
La direcci¨®n del PCE ha renunciado -o lo que sea- a la revoluci¨®n. No discute, no disputa la sociedad capitalista, la sociedad clasista. Ahora promueve y difunde debates vanos que jalean y destacan como cosa de importancia para que se dilucide si es Ram¨®n o Santiago, si es Nicol¨¢s o Jaime la soluci¨®n -?de qu¨¦?-. He aqu¨ª un modo taimado de eludir la verdadera cuesti¨®n que hoy se pIantea. Porque no se trata de personas, sino de objetivos; no de formas, sino de l¨ªneas; no de maniobras, sino de luchas por una sociedad bien diferente. Y examinar esto est¨¢ prohibido. Por eso se escamotea y suplanta con conversaciones de novicios en coro de convento.
4. La situaci¨®n actual del PCE -viejos palos de un naufragio- no es una improvisaci¨®n. Por cuatro fotograf¨ªas en peri¨®dicos, un pu?ado de puestos en el Congreso y ciertos palmoteos aduladores, el cuervo abri¨® el pico y, como en la f¨¢bula, dej¨® caer el queso. Apropi¨¢ndose del trabajo y de la lucha de muchos espa?oles -?y qu¨¦ luchas y qu¨¦ trabajos!- fue vendido un pasado her¨®ico, un poderoso impulso de cambio. La organizaci¨®n fue desmantelada. Ahora no hay organismos de comunistas -c¨¦lulas- que examinen los problemas, cumplan tareas, elaboren la pol¨ªtica del partido que han de cumplir y ejecutar Ios responsables, dirigentes. Ahora, la ?pol¨ªtica? se confecciona y cocina en las alturas y se transmite por los nuncios a grupos amorfos, acallados y cada vez menos numerosos de comunistas agregados en las agrupaciones a los que se sirve la homil¨ªa como si de palabra divina se tratara... Ahora no es conocido ni, por tanto, debatido nor qu¨¦ los diputados del PCE votan,
Por ejemplo, una ley -que llaman Antiterrorista- contra la que se rebela cualquier ciudadano y debiera rebelarse la espalda de alguno de los que la aprobaron. Los diputados del partido malversan los votos que recibieron y no dan cuenta de su actuaci¨®n. Y humildemente, como quien pide perd¨®n, se dedican a proponer que cambien de lugar las comas o los calificativos empleados en los proyectos de ley presentados por la derecha.
Abdicaci¨®n del m¨¦todo de trabajo
A esa almoneda de la organizaci¨®n se acompana con una renuncia -abdicaci¨®n- del m¨¦todo de trabajo. El leninismo fue abandonado ?en parte?. S¨¢nchez Montero -?Sim¨®n, t¨² eres piedra?-, dijo en el IX Congreso del PCE que no se abandonaba todo el leninismo, pero tuvo a bien no decir qu¨¦ parte era la repudiada, lo que permite hacer mangas y capirotes -y no hay necesidad de poner ejemplos de ello-. Y as¨ª (el marxismo ignorado y el leninismo defenestrado) han dejado al PCE en manos de ide¨®logos de tres al cuarto, veletas de lo que va ocurriendo, a la zaga de los acontecimientos, que no se explican ni siquiera su propia existencia.
Tal c¨²mulo de mediocridad y oportunismo no ha podido elevarse a la punta: del poder -que ya es punta de pir¨¢mide, nonada-, sino con el auxilio de los medios del capitalismo, de los que temen a los trabajadores conscientes y organizados. Los riesgos que corran los dirigentes del PCE ser¨¢n atenuados por los capitalistas apoyando a los democristianos contra los socialdem¨®cratas, a los socialdem¨®cratas contra Carrillo y sus amigos, y a Carrillo y sus amigos contra los comunistas.
5. En el momento hist¨®rico que vivimos, muchos camaradas est¨¢n fuera del PCE. Una buena parte de comunistas ha sido expulsada, olvidada, eludida, preterida. Otros, ante el espect¨¢culo de asco y pena, se han marchado del Partido. Jovencitos ambiciosos y oligofr¨¦nicos irrecuperables han clavado sus codos en los ijares de camaradas curtidos en la lucha y en la reflexi¨®n.
Eso que hoy se llama la direcci¨®n del partido acepta el sistema capitalista, humilla la cerviz ante el imperialismo. Falta de casta, de conocimiento, no tiene nada que decir a la clase obrera sino que se someta a la crisis, que ayude a los capitalistas, que se divida en los antiguos reinos medievales, para mejor potenciar el dominio de los explotadores -como se puede ver en Catalu?a y en el Pa¨ªs Vasco-. Esos dirigentes no tienen un mundo que atisbar, que la miop¨ªa y la presbicia les impiden ver el que los obreros tienen que ganar, como anunciaba Marx. Envueltos en disputas sin sustancia, en trapicheos de comadres, han desarbolado la fuerza unida de la clase obrera.
Pero los obreros, todos los obreros, necesitan para su defensa y para cumplir su destino hist¨®rico un partido revolucionario, armado de una teor¨ªa rigurosa, provisto de un conocimiento de lo que ocurre en nuestra sociedad y en el mundo de hoy, infundido de un resuelto prop¨®sito de saber, de trabajar, de luchar.
A levantar ese partido, sin preeminencias personales, con una organizaci¨®n y un m¨¦todo de trabajo y de an¨¢lisis, ya averiguado y ayuno de pr¨¢ctica, es a lo que acudir¨¢n los comunistas espa?oles, los que est¨¢n fuera del partido y los que todav¨ªa se mueven dentro de ¨¦l. El partido que interpreta y defiende los intereses de la clase obrera, y que ella misma organiza y propulsa, no puede ser entregado en su historia, en su pol¨ªtica, en su lucha por el socialismo. La clase que pretende un cambio social reclamado por la Historia, exigido por los intereses de la mayor¨ªa del pueblo, no puede ser decapitada, ni es l¨ªcito que los espa?oles se vean privados de una de sus m¨¢s l¨²cidas y gloriosas creaciones.
Preguntas ante el congreso
6. Ante el anuncio de un nuevo congreso del PCE es inevitable formular algunas preguntas, proponer algunas tareas, iniciar un debate.
Sin duda, la actual direcci¨®n y sus conniventes opositores tratar¨¢n de evitar la verdadera cuesti¨®n: ?c¨®mo se ha llegado a la situaci¨®n en que estamos? -en el partido, en Espa?a-; ?qu¨¦ errores se han cometido?-, ?c¨®mo pueden evitarse en el futuro? Habr¨¢ que dilucidar si la actual l¨ªnea -que no es l¨ªnea, sino zangoloteo- es la adecuada o si todo esto es la conclusi¨®n de equivocaciones, aviesos comportamientos y riolada de disparates.
Es indudable que este examen no ser¨¢ del gusto de EE UU, de UCD, ni de los dirigentes del PCE, ni de los que q¨²ieren sustituirlos. Para todos ellos -para unos y para otros-, el actual PCE es un mirlo blanco, un partido que est¨¢ acomodado en el ?mundo occidental?, en el sistema pol¨ªtico capitalista, en el turno parlamentario y en la desorientaci¨®n de los trabajadores.
7. La democracia, que hemos de defender, aunque sea formal, requiere la existencia de un partido comunista y no de un suced¨¢neo. Si el partido no es partido, sino camarilla; si no es comunista, sino un invento euro; si no lucha contra el imperialismo, sino contra los pa¨ªses socialistas; si perdona la vida al que lo saque del pozo, el PCE, como la cosa en Kant, pierde su sustancia y se esfuma en colorines y abalorios. Y as¨ª concuerda y se armoniza con el hato de conversos presurosos y sin convicci¨®n -los llamaban marranos en la lengua de Castilla-, que se juntan y exhiben en corrobra como consejo de administraci¨®n de la democracia.
Toda esta historia nos ha llevado a la inermidad y al desentendimiento. Y no es que el pueblo no entienda el habla de los sabihondos. El pueblo entiende que eso no es la democracia por la que luch¨® y padeci¨® debajo del poder de otros poncios. Y no quiere m¨¢s poncios.
Frente a la Espa?a que bosteza, plagada de plagiarios y suplantadores y de jovencitas ratas de alba?al, hay otra Espa?a que nace. No es lucha entre j¨®venes y viejos, sino entre lo nuevo y lo viejo, la que se avecina y decidir¨¢ los a?os pr¨®ximos.
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