Prudencia del sector bancario ante el anuncio de reforma del sistema financiero
Las noticias sobre una inminente reforma del sistema financiero han sido acogidas en el sector con una mezcla de sentimientos encontrados, que van desde el escepticismo a la esperanza. La tradicional discreci¨®n bancaria ha jugado una vez m¨¢s a la hora de evaluar Ios posibles efectos de esta reforma. Mientras confidencialmente, abusando del off the record, cualificados representantes del sector no ten¨ªan ning¨²n inconveniente en exponer sus cr¨ªticas al proyecto gubernamental, oficialmente rechazaban pronunciarse o lo hac¨ªan de forma ambigua y poco comprometida. Lo que s¨ª pareci¨® detectarse es un desigual grado de informaci¨®n entre los medios consultados por EL PAIS. As¨ª, mientras los representantes de algunas de las entidades incluidas dentro del grupo de los ?siete grandes? parec¨ªan estar perfectamente al corriente del proyecto, los responsables de las peque?as y medianas entidades mostraban un claro desconocimiento de todo lo que no fuesen las l¨ªneas maestras de la reforma. Otro tanto ocurr¨ªa con el nivel de aceptaci¨®n expresado por las distintas entidades, y aunque ninguna se mostraba plenamente satisfecha del contenido del proyecto de decreto, las cr¨ªticas oscilaban desde la necesidad de complementar su contenido con una serie de medidas adicionales, hasta poner en duda su existencia, y, sobre todo, la inmmencia de su aprobaci¨®n.
Negociaciones restringidas
Estas contradicciones parecen avalar las tesis de quienes apuntan que s¨®lo los grandes patronos bancarios han tenido acceso directo a las negociaciones con las autoridades econ¨®micas y que, en definitiva, ser¨ªan los grandes bancos los m¨¢s beneficiados o los menos perjudicados con la reforma.La justificaci¨®n a tan tajante afirmaci¨®n vendr¨ªa dada, por una parte, por el hecho de que pr¨¢cticamente s¨®lo la gran banca est¨¢ en condiciones de pagar m¨¢s caros sus dep¨®sitos, en el supuesto caso de que la liberalizaci¨®n comportase una subida autom¨¢tica de los niveles de retribuci¨®n a los dep¨®sitos, y de incrementar, por otra, sus dividendos sin que por ello se pusiese en peligro su solvencia.
Algo en lo que casi todos los representantes del sector consultados parecen estar de acuerdo es en que la liberalizaci¨®n de los tipos pasivos no comportar¨ªa un incremento sustancial en el nivel de dep¨®sitos, ya que el techo con el que se cuenta es el de las disponibilidades l¨ªquidas del sistema, y el volumen de recursos que pueden aportar las ?econom¨ªas de calcet¨ªn?, que se podr¨ªan sentir atra¨ªdas por una mayor retribuci¨®n a sus dep¨®sitos, no deja de ser marginal.
Paralelamente, los mismos medios han minimizado la importancia que para los empresarios puede tener el establecimiento de un tipo de inter¨¦s de referencia para las. operaciones de activo, se?alando que la propia pr¨¢ctica empresarial ense?a bien a las claras el modo de calcular el coste del cr¨¦dito.
Los m¨¢s reticentes a las medidas reformadoras se?alan que una liberalizaci¨®n de los tipos de las operaciones pasivas conllevar¨ªa inmediatamente una elevaci¨®n de las retribuciones a los dep¨®sitos. Incremento que habr¨ªa de ser repercutido sobre el coste de los cr¨¦ditos, con su consiguiente efecto de des¨¢nimo a la inversi¨®n. Medios, pr¨®ximos a las autoridades monetarias insistieron en que la liberalizaci¨®n de los tipos de inter¨¦s a los dep¨®sitos a plazo superior a los seis, meses, no supone m¨¢s que el reconocimiento a una situaci¨®n de hecho, que ha consagrado la pr¨¢ctica de los extratipos como m¨¦todo habitual de retribuci¨®n a los dep¨®sitos considerados ?interesantes?.
En el caso de que la liberalizaci¨®n produjese una carrera de tipos de inter¨¦s como la que desat¨® la ley Barrera sobre expansi¨®n bancaria en la apertura de nuevas sucursales, a la que se podr¨ªa sumar una carrera por incrementar los dividendos como forma de atraer nuevos accionistas, parece claro que ser¨ªan los bancos, que actualmente est¨¢n atravesando momentos comprometidos, quienes m¨¢s lo sufrir¨ªan, y es precisamente en este punto en el que los representantes de los siete grandes se muestran m¨¢s temerosos. Nuevos bancos en apuros supondr¨ªan nuevas intervenciones del Fondo de Garant¨ªa de Dep¨®sitos, y esto, a su vez, representar¨ªa nuevas aportaciones de la comunidad bancaria para salvar a sus miembros en apuros, con la consiguiente repercusi¨®n en las respectivas cuentas de resultados. Aunque algunos medios han apuntado la posibilidad de que la Administraci¨®n hubiese expuesto su intenci¨®n de abandonar a los bancos mal gestionados a su suerte, los representantes del sector se muestran francamente reticentes a creerlo y recuerdan que en nuestro pa¨ªs son escas¨ªsimos los casos que se han dado.
Otro punto en el que los bancos se muestran casi un¨¢nimes es en desconfiar de la capacidad de autodisciplina del sector p¨²blico a la hora de racionalizar sus gastos. Es decir, que no conf¨ªan en la posibilidad de que se produzca una reducci¨®n inmediata del d¨¦ficit del sector p¨²blico (casi siempre corriente), y, por tanto, piensan que las demandas de financiaci¨®n a las econom¨ªas privadas se mantendr¨¢n, con la competencia que ello les supone.
Una d¨ªficil elecci¨®n
Se plantea un aut¨¦ntico ?dilema hamletiano?. Si se incrementan los precios del pasivo, autom¨¢ticamente se incrementar¨¢n las tarifas de las operaciones bancarias de activo, con lo que se penaliza al inversor retrayendo a¨²n m¨¢s la actividad productiva. Si, por el contrario, los tipos de las operaciones de pasivo flexionasen a la baja ser¨ªan los rentistas los perjudicados.La inexistencia de una organizaci¨®n de consumidores con implantaci¨®n en nuestro pa¨ªs es una de las razones por las que, seg¨²n fuentes bancarias, se desconoce cu¨¢l es la postura exacta de los clientes bancarios al respecto, y es lo que posiblemente incite, seg¨²n los mismos medios, al Banco de Espa?a a adoptar posturas enfrentadas a la banca que de alguna manera resultan contrarios a los planteamientos de instituci¨®n titular del sector.
En definitiva, matices pol¨ªticos aparte, lo que parece cuestionarse en estos momentos es el modelo a adoptar. O se apuesta por una econom¨ªa de rentistas, en la que el dinero resulte caro, pero en la que los niveles de seguridad para el dinero invertido resulten elevados, o, por el contrario, se opta por lo que se podr¨ªa llamar una econom¨ªa industrial, en la que los niveles retributivos al ahorro resultasen relativamente bajos, ofreci¨¦ndose, por tanto, unas posibilidades de financiaci¨®n para las empresas mucho m¨¢s atractivas.
En estos momentos nos encontramos m¨¢s cerca del primer presupuesto que del segundo, y seg¨²n algunos especialistas, esta protecci¨®n del rentista a ultranza, en detrimento de las posibilidades de mayor actividad industrial, con el consiguiente descenso de los niveles de paro, a la postre s¨®lo acabar¨¢ beneficiando a las grandes concentraciones de capital. Los fondos de los peque?os y medianos ahorradores terminar¨¢n absorbidos por la inflaci¨®n generada en la financiaci¨®n del sector p¨²blico.
Las espadas permanecen en alto por el momento, y los matices de esta esperada reforma est¨¢n a¨²n por conocer. Habr¨¢ que esperar al pr¨®ximo Consejo de Ministros y ver cu¨¢l es la redacci¨®n definitiva de este proyecto, pues cuando alg¨²n alto ejecutivo bancario ha expresado sus serias dudas de que salgan adelante aspectos concretos, como ser¨ªa, por ejemplo, la liberaci¨®n de dividendos, la prudencia y la espera son las actitudes m¨¢s recomendables que se pueden adoptar.
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