La recepci¨®n de ayer
Novedades en la Guardia Real. La formaci¨®n de la plaza de la Armer¨ªa incluye una secci¨®n de artiller¨ªa hipom¨®vil. Dos piezas del siete y medio sobre sus arrastres tirados por percherones con sus carros de munici¨®n correspondiente. Fr¨ªo y sol sobre las losas de granito.Dentro, en el Palacio Real, don Juan Carlos y do?a Sof¨ªa est¨¢n saludando al consejo del patrimonio y a la diputaci¨®n de la grandeza. En otra sala espera su turno el presidente del Congreso de los Diputados, Landelino Lavilla, a quien acompa?a la Mesa. Los ucedistas visten de chaqu¨¦; los socialistas Luis G¨®mez Llorente y Leopoldo Torres mantienen la distancia indumentaria, con su terno azul oscuro. Tambi¨¦n est¨¢ el presidente del Senado y la Mesa de la C¨¢mara.
Diputados y senadores pasan a saludar a los Reyes, con quienes conversan en apretado c¨ªrculo. Salida a paso ligero. Alguien comenta la precipitaci¨®n de Landelino como prop¨®sito decidido de no encontrarse con el presidente del Gobierno, que ya no puede tardar. Soledad Becerril, segunda secretaria del Congreso, se refiere sobre las alfombras a la batalla de los liberales. Hoy, aclara un ministro que la ha visto pasar, ha venido vestida de se?orita, no de diputada.
Protocolo resbaladizo
En una esquina, el jefe de protocolo, conde de Montefuerte, consulta con el jefe de la Casa Real, marqu¨¦s de Mond¨¦jar, y con el secretario de la Casa, general Fern¨¢ndez del Campo, qu¨¦ orden ha de seguirse en las audiencias al Tribunal Supremo y al de Garant¨ªas Constitucionales. Se comenta que el vac¨ªo existente en el terreno protocolario ha dejado el piso resbaladizo. Se opta por seguir cautelosamente el orden en que aparecen mencionados en la Constituci¨®n.
El primer ministro en llegar es el de Educaci¨®n, Juan Antonio Ortega y D¨ªaz Ambrona, pendiente de la huelga que tiene planteada en su departamento. Todos los miembros del Gabinete fueron advertidos por el presidente en el ¨²ltimo Consejo de Ministros de la recepci¨®n que los Reyes conceder¨ªan hoy y de la etiqueta a observar en el vestuario. Su¨¢rez pregunt¨®: ?alguno tiene problemas para estar? Se oy¨® la respuesta del ¨²ltimo, Eduardo Punset: ?Se?or presidente?, dijo, ?por mi parte no hay problemas para asistir; mis problemas son con el chaqu¨¦: no tengo esa prenda en el vestuario ?.
A las 11.15 horas, el Gobierno, formado en hilera de a uno, con Su¨¢rez en cabeza, aguardaba la entrada de los Reyes. Despu¨¦s del saludo recorriendo la fila, se sit¨²an en c¨ªrculo y conversan con don Juan Carlos y do?a Sofia en tono cordial y distendido. Se habla de las vacaciones. El Rey comenta la pura invenci¨®n de la noticia sobre la inexistente hemorragia nasal del pr¨ªncipe de Asturias.
P¨ªo Cabanillas, condensado
Jos¨¦ Ram¨®n Alonso, director de Pueblo, localizado aquel d¨ªa en Benidorm, asegur¨® desde all¨ª que el firmante de la supuesta noticia no estaba en n¨®mina. Su interlocutor telef¨®nico reclam¨® entonces la necesidad de confirmar adecuadamente y con la propia Casa Real esas informaciones. La an¨¦cdota inspira al ministro de Asuntos Exteriores, Jos¨¦ Pedro P¨¦rez-Llorca, que ve el hueco, y al hilo del incidente a?ade que eso de la pura invenci¨®n pasa con otras muchas noticias.
Alguien reclama que se abra el corro para hacer sitio en primera fila a P¨ªo Cabanillas, tapado por sus compa?eros m¨¢s corpulentos. P¨ªo se defiende del d¨¦ficit que achacan a su estatura y contraataca:
- No soy el m¨¢s bajo; lo que soy es m¨¢s condensado.
El Rey y el presidente comentan la enfermedad sufrida en Lanzarote por el ex primer ministro portugu¨¦s Nobre da Costa. Siguiendo las instrucciones de don Juan Carlos, se mont¨® un dispositivo para trasladarlo inmediatamente a Lisboa, pero Nobre da Costa -dec¨ªa riendo Su¨¢rez- est¨¢ tan bien atendido que no va a haber manera de moverlo.
La conversaci¨®n deriva hacia la nieve, el esqu¨ª y el viaje a Estoril de los Reyes al cumplirse el setenta aniversario de su madre.
Y empieza la recepci¨®n militar. Los componentes de las distintas comisiones de generales, jefes, oficiales y suboficiales del Ej¨¦rcito, la Armada y la Aviaci¨®n son anunciados por su orden y pasan a saludar a don Juan Carlos y do?a Sof¨ªa. El Rey lleva al cuello la orden del Tois¨®n y sobre el pecho las tres grandes cruces del M¨¦rito Militar, Naval y Aeron¨¢utico y la placa de la Gran Cruz de Carlos III. La Reina luce la banda de Gran Dama de la Orden de Carlos III, condecoraci¨®n que s¨®lo ha sido concedida adem¨¢s a la madre del Rey, la condesa de Barcelona.
Salvas sin alarma
El paso de los militares va acompa?ado del tintineo de sus medallas. El Rey retiene al general Aramburu, director de la Guardia Civil, que encabeza la comisi¨®n del cuerpo. Cierra el desfile la Polic¨ªa Nacional.
Luego todas las comisiones formadas en el sal¨®n del trono reciben a los Reyes, que entran a los sones del himno nacional, mientras se escuchan unas fuertes explosiones. Nadie da muestras de alarma, porque en estos ambientes se sabe que son las salvas de ordenanza que hacen las bater¨ªas reglamentarias.
Imposici¨®n de condecoraciones. Toda la jerarqu¨ªa en hilera. Desde un teniente general a un cabo. Discurso del ministro de Defensa y felicitaci¨®n del Rey. Despu¨¦s, en el sal¨®n de columnas, un refresco frugal mientras los Reyes pasan de corro en corro para conversar con todos. Tambi¨¦n lo hacen el presidente, Su¨¢rez, y el vicepresidente Guti¨¦rrez Mellado y los ministros de Defensa e Interior. El Rey cuenta detalles del aterrizaje forzoso que hubo de hacer el helic¨®ptero cuando se trasladaba a Baqueira Beret. Y la dif¨ªcil traves¨ªa posterior en coche.
Desde una ventana, el general Guti¨¦rrez Mellado contempla, una vez m¨¢s, la Guardia Real en formaci¨®n, y recuerda las cabalgadas de la artiller¨ªa sobre el pol¨ªgono de maniobras de Campamento en sus tiempos de teniente. Est¨¢ muy contento de que a la guardia se haya incorporado una secci¨®n de artiller¨ªa, su arma de procendencia.
Pasadas las 2.30 de la tarde, los Reyes se despiden y salen, mientras los compases del himno nacional mantienen a todos sus invitados inm¨®viles. Hay un ambiente de fiesta y compa?erismo en todos los comentarios escaleras abajo.
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