La amplitud y desigualdad del paro en Espa?a
Al final de cada a?o, la Prensa suele recoger los deseos de los principales l¨ªderes pol¨ªticos, sociales o del poder econ¨®mico, en los que ¨¦stos establecen un balance del pasado a?o y expresan sus deseos para el a?o siguiente. Este a?o, salvo excepciones, dichos l¨ªderes han mostrado su preocupaci¨®n -sincera o no- por el ascenso continuado del paro.Las cifras no dejan lugar a dudas, m¨¢s de un mill¨®n y medio de espa?oles mayores de diecis¨¦is a?os engrosan el colectivo de parados. Hace dos a?os, los espa?oles pag¨¢bamos el tributo del diezmo; as¨ª, en 1979, uno de cada diez espa?oles activos estaba parado. Mientras, ya el pasado a?o ascend¨ªa a doce, y posiblemente dentro de dos a?os esta cifra se acerque a quince.
El problema radica no en el volumen creciente de parados, sino en su caracterizaci¨®n. As¨ª, con la ,ayuda de las estad¨ªsticas de paro, podr¨ªamos calificar el desempleo en Espa?a como profundo, amplio y desigual.
Profundo, porque en el espacio de siete a?os (1973-1979) se han multiplicado por siete las cifras de paro. Ese Crecimiento es notablemente superior al de cualquier pa¨ªs industrializado, situando a Espa?a en el espacio de pocos a?os, en el triste ranking de ser el primer pa¨ªs de la OCDE por su tasa de paro sobre poblaci¨®n activa.
As¨ª, mientras Espa?a multiplicaba por siete sus cifras en valores absolutos (v¨¦ase cuadro n?.1), el conjunto de la OCDE lo hac¨ªa por dos. Excepcionalmente hab¨ªa pa¨ªses que, como Suecia, la disminu¨ªan, a pesar de las dos fuertes subidas del precio del petr¨®leo de 1974 y 1979.
Si la comparaci¨®n no se efect¨²a, en t¨¦rminos absolutos, sino en relativos, Espa?a ten¨ªa en 1979 la mayor tasa de paro sobre poblaci¨®n activa del conjunto de la OCDE. Pues si bien B¨¦lgica e Irlanda superaban ligeramente a Espa?a en 1979, su divisor era distinto: poblaci¨®n asegurada, que, l¨®gicamente, es m¨¢s restrictiva que el de activa. Incluso. a pesar de esta diferencia conceptual, la tasa relativa a Espa?a en el segundo trimestre de 1980 ya era superior a ambos pa¨ªses.
La tasa de paro relativa m¨¢s frecuentemente es del 5% al 7%, aunque cuatro pa¨ªses privilegiados (Noruega, Suecia, Austria y Jap¨®n) tienen tasas relativas del 2%. Estos pa¨ªses han superado, las fuertes subidas del precio del petr¨®leo de 1974 y 1979 -a pesar de su fuerte dependencia exterior de suministros en tres de ellos- sin grandes costes sociales.
Finalmente, la preocupaci¨®n debe ser mayor si se observa c¨®mo el crecimiento del ¨ªndice de la tasa de paro sobre poblaci¨®n activa, en el caso de Espa?a, es superior al incremento del ¨ªndice de paro, en t¨¦rminos absolutos
El problema no s¨®lo radica enque descienda la ya baja tasa de actividad, sino que aumente el conjunto de poblaci¨®n inactiva, que, ante las dificultades del mercado de trabajo, desista de buscar trabajo. Estos ?desanimados? pueden ejercitar su derecho al trabajo en cuanto la econom¨ªa espa?ola adquiere alg¨²n viso de crecer m¨¢s. Utilizando el s¨ªmil actual de la Bolsa de valores: cualquier mayor tasa de crecimiento ser¨¢ inmediatamente ahogada por el papel -l¨¦ase ofertantes de trab¨¢io- no teniendo ning¨²n efecto en las cotizaciones -l¨¦ase cifras de paro.
Graves efectos sociales
La segunda dimensi¨®n del paro en Espa?a es su amplitud, l¨®gica consecuencia de la fuerza que ha alcanzado el desempleo. Hace escaso!iai¨ªos hab¨ªa bastantes colectivos o sectores que no se hab¨ªan visto afectados por este fen¨®meno. Actualmente, casi todos temen -salvo los pertenecientes al sector p¨²blico- perder su trabajo.
Este hecho, en la pr¨¢ctica, est¨¢ suponiendo efectos sociales y econ¨®micos importantes; desde una mayor moderaci¨®n salarial a un retraimiento en la adquisici¨®n de compromisos a largo plazo; el m¨¢s claro es la compra de la vivienda, donde la ca¨ªda de la demanda debe ser explicada m¨¢s por este hecho que por las condiciones onerosas de financiaci¨®n.
Cualquiera que sea la edad del activo espa?ol (todos los grupos entre catorce y cincuenta a?os tienen tasas de paro superiores al 5%) el nivel de estudios (cualquier nivel no tiene tasa relativa inferior al 81), el sector econ¨®mico (todos tienen tasas superiores al 4%) o el lugar de residencia (cualquier regi¨®n tiene una tasa m¨¢s alta del 4%), se ve afectado por este problema.
Su amplitud no elimina que ¨¦ste se reparta de forma desigual, y esta es la tercera dimensi¨®n del problema.
Ello se traduce en que los j¨®venes soportan tasas de paro relativas diez veces superiores a las de los adultos; los andaluces, cuatro veces m¨¢s altas que los gallegos, y los obreros de la construcci¨®n, seis veces m¨¢s elevadas que los pertenecientes a la agricultura.
Pero estas desigualdades se ven m¨¢s agravadas por las caracter¨ªsticas del mercado de trabajo o las pautas que conforman a la sociedad espa?ola.
El sistema educativo, falto de perspectiva, ha estimulado las carreras medias, cuando el sistema productivo demanda, a personas con titulaci¨®n superior o b¨¢sica de lorma preferente. El resultado es que aqu¨¦llos tienen tasas de paro dobles que ¨¦stos. El poseer ?experiencia? sigue siendo una barrera dif¨ªcil de saltar para aquellos que buscan su trabajo por primera vez. Los parados con ?experiencia?, encuentran antes trabajo, y as¨ª, aquellos que lo llevan buscando m¨¢s de un a?o representan la cuarta parte del total que ha perdido su empleo, mientras esta cifra en los sin ?experiencia? asciende a un tercio del total de los que buscan por primera vez.
Los parados j¨®venes conf¨ªan m¨¢s en las relaciones personales que en las oficinas de empleo.
El camino a recorrer es largo y Penoso para reducir tanto la amplitud del fen¨®meno como su desigualdad. El problema, tal como se?ala el profesor Fuentes Quintana, es de conjugar en primera persona, y no en tercera, y que todos asumamos la cuota de responsabilidad que corresponda.
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