La tesis de Sanguinetti
Gianfranco Sanguinetti fue miembro destacado de aquella Internacional Situacionista que funcion¨® como vanguardia inspiradora y permanentemente cr¨ªtica de lo que luego result¨® mayo de 1968 y de sus consecuencias inmediatamente posteriores. Tras la disoluci¨®n voluntaria de IS, que dej¨® tras de s¨ª algunos de los textos panfletarios m¨¢s l¨²cidos de la ¨¦poca y diversas intervenciones pr¨¢cticas de valor desigual, Sanguinetti ha continuado por libre su tarea de agitador revolucionario. Sus escritos guardan el caracter¨ªstico estilo situacionista -beligerancia insultante, mayor inter¨¦s en los planteamientos negativos que en las propuestas positivas, injusticia inmisericorde, pero no exenta de perspicacia en el trato a intelectuales, pol¨ªticos y dem¨¢s ralea, una cierta pedanter¨ªa ultramontana de izquierdas, etc¨¦tera...- y tambi¨¦n sus mejores virtudes de agudeza y radicalidad en la cr¨ªtica al espect¨¢culo pol¨ªtico vigente (como se recordar¨¢, el mismo t¨¦rmino de ?sociedad del espect¨¢culo? fue inventado por el situacionista Guy Debord); conserva adem¨¢s intacta, mirabile dictu, su fe en el proletariado. En 1975 organiz¨® uno de los m¨¢s brillantes canulars pol¨ªtico-literarios de la Italia moderna. En efecto, ese a?o apareci¨® un panfleto an¨®nimo, firmado por un misterioso ?Censor?, que llevaba por t¨ªtulo Ver¨ªdico informe sobre las ¨²ltimas esperanzas de salvar al capitalismo en Italia. Magistralmente escrito, el panfleto se presentaba como obra de un oculto gran patricio romano, c¨ªnico disc¨ªpulo de Pareto y buen conocedor de los cl¨¢sicos, que hac¨ªa un balance despiadado de la situaci¨®n del capitalismo en Italia, revelaba que el atentado mortal de la piazza Fontana (19 de diciembre de 1969) hab¨ªa sido obra del SID (servicios secretos italianos), describ¨ªa por lo menudo los chanchullos de los m¨¢s destaca dos pol¨ªticos de todas las tendencias y finalmente, para evitar el peligro de una sublevaci¨®n social, recomendaba una alianza del gran capital con el partido comunista, pues s¨®lo el PCI podr¨ªa y querr¨ªa frenar cualquier intento subversivo del proletariado. El escrito de Censor suscit¨® una oleada de comentarios perplejos, discutiendo m¨¢s la personalidad del autor que sus tesis, pues todos las reputaron extraordinariamente agudas y bien informadas. ?Se trataba de un conservador ilustrado o un reaccionario c¨ªnico? ?Era el Informe ver¨ªdico un ajuste de cuentas entre partidos pol¨ªticos o entre pol¨ªticos de diversos partidos? Por fin, Sanguinetti se descubri¨® como autor del panfleto en una continuaci¨®n no menos brillante de ¨¦ste titulada Pruebas de la inexistencia de Cetisorpor su autor, en donde de-
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mostraba por qu¨¦ los capitalistas italianos, ni individualmente ni como grupo, pod¨ªan aspirar a la lucidez del fingido prohombre. El ¨¦xito del supuesto Censor hab¨ªa sido tal que una editorial importante ofreci¨® el oro y el moro a Sanguinetti para que le escribiera un libro. As¨ª lo hizo ¨¦ste y compuso su Remedio a todo, que la editorial se atrevi¨® finalmente a publicar. Sanguinetti ha editado ahora por su cuenta uno de los, cap¨ªtulos de ese libro, precisamente el que trata sobre el terrorismo y el Estado; dada la actualidad del tema, quisiera resumir aqu¨ª brevemente su tesis.
Para Sanguinetti hay dos clases de terrorismo: uno, ofensivo, que ejemplifica con los atentados de los palestinos o de los irlandeses, y que es el recurso de desesperados o ilusos; otro, defensivo, tiene resultados mucho m¨¢s pr¨¢cticos que el anterior y es obra exclusiva de los Estados sometidos a grave crisis social o que la temen pr¨®ximamente. El terrorismo de Italia es para Sanguinetti paradigma de la segunda clase de terrorismo, el defensivo o de Estado. A partir del a?o 1969, el Estado italiano, sumido en irtesolubles conflictos laborales, padeciendo una acentuada falta de confianza popular en sus instituciones corrompidas e incapaz de inventar ning¨²n nuevo proyecto comunitario por exigencias del capitalismo que se ve obligado a defender, encuentra en el terrorismo ofensivo una vidriosa esperanza de supervivencia. De este modo, tras varios intentos preparatorios, lleva a cabo el atentado de piazza Fontana, donde mueren por bomba numerosas personas. Se esgrime el fantasma de la conjura de extrema izquierda; los m¨¢s ?listos? suponen que el golpe m¨¢s bien proviene de la extrema derecha: da igual, pues en ambos casos el Estado queda reforzado como imprescindible ante el peligro de un comunismo radical (frente a la derecha) o el peligro fascista (frente a la izquierda). Finalmente, para poner a todo el mundo de acuerdo, el anarquista Pietro Valpreda carga con las culpas y se pasa tres a?os en la c¨¢rcel, hasta que posteriores investigaciones demuestran su absoluta inocencia. El general Miceli, uno de los jefes del SID, es destituido y encarcelado por breve tiempo, mientras que el propio SID (Servicio de Informaci¨®n de la Defensa) cambia de nombre y es remodelado. Pero el juego contin¨²a, y tras la muerte de Feltrinelli y del comisario Calabresi, excesivamente informado sobre los verdaderos motores del terrorismo, se prepar¨® el golpe maestro del montaje: el rapto y posterior ejecuci¨®n de Aldo Moro, cuyos esfuerzos en pro del compromiso hist¨®rico le hab¨ªan quemado a ojos de figuras gubernamentales importantes y cuyo prestigio personal aseguraba el mayor eco al asunto. Para Sanguinetti, las Brigadas Rojas no son m¨¢s que uno de los disfraces de que se sirven los agentes del SISDE, SISMI, CESIS, DIGOS, UCIGOS y otros servicios secretos italianos.
?Hip¨®tesis delirante? Pero en una organizaci¨®n fuertemente jer¨¢rquica y clandestina, como las Brigadas Rojas, en las que por motivos de seguridad los ejecutantes no conocen a los jefes que deciden y planean las acciones, ?qu¨¦ m¨¢s f¨¢cil que ir suprimiendo o encarcelando a ¨¦stos y sustituirles por agentes gubernamentales? La verdad es que desde siempre se ha sabido que hab¨ªa infiltrados en las Brigadas, delatores, confidentes, etc¨¦tera..., y tambi¨¦n es cierto que los brigadistas nunca han funcionado mejor que desde que Curzio y restantes jefes est¨¢n en la c¨¢rcel... ?C¨®mo han podido ¨¦stos dejarse enga?ar? No les faltan precedentes: Lenin confiaba ciegamente en Roman Malinovski, agente de la Okhrana zarista, y le nombr¨® miembro del Comit¨¦ Central bolchevique, desde donde exped¨ªa a Siberia a centenares de militantes y dirigentes; a una sospecha de Bujarin, Lenin reaccion¨® con indignaci¨®n y amenaz¨® al denunciante con considerarle a su vez como traidor si persist¨ªa en sus dudas. Pero ?c¨®mo iban a matar los servicios secretos a prohombres de los suyos, como Moro o Calabresi? Volvamos a precedentes rusos: viendo acercarse la revoluci¨®n de 1905, la Okhrana hizo asesinar al ministro del interior, Plehve, y al gran duque Sergio, t¨ªo del zar, atribuyendo los cr¨ªmenes a elementos subversivos para reforzar las medidas de represi¨®n contra ¨¦stos. En pol¨ªtica se juega muy fuerte, y hombres ¨²tiles ayer pueden ser hoy nocivos: Kennedy, por ejemplo, no muri¨® precisamente de gripe... ?Qu¨¦ beneficios saca de todo esto el Estado? Oigamos a Sanguinetti: ?El Estado, sumamente debilitado por todos los ataques que sufre cotidianamente desde hace diez a?os, al mismo tiempo que su econom¨ªa, por parte del proletariado, por un lado, y por la incapacidad de sus propios gestores, por otro, puede ocultar unos y otros poniendo solemnemente en escena el espect¨¢culo de la defensa com¨²n y sacrosanta contra el monstruo terrorista y, en nombre de esta piadosa misi¨®n, puede exigir de todos sus s¨²bditos una porci¨®n suplementaria de su exigua libertad, que va a reforzar el control policial sobre t.)da la poblaci¨®n?. Aunque enorme, esto parece m¨¢s veros¨ªmil que los planteamientos te¨®ricos, brumosos y contradictorios de los brigadistas, denunciados incluso por algunos de sus supuestos l¨ªderes, como Ton? Negri, sin que nadie se extra?e por ello, pues ya se sabe que los terroristas est¨¢n locos (de paso, otra locura: si Negri y Pipemo son los jefes de las BR, ?por qu¨¦ ¨¦stas no han tratado de disculparles de ello neg¨¢ndolo, como ellos mismos hacen?; y si no lo son, ?por qu¨¦ las BR se dejan atribuir sin rechistar tales jefes y permiten que se condene a inocentes por su culpa?). Esto explicar¨ªa tambi¨¦n la rriilagrosamente buena informaci¨®n de los brigldistas que ha sorprendido a propios y extra?os en el interrogatorio del juez D'Urso y en el descubrimiento de la u ltrasecreta identidad del general encargado de la seguridad en la-s c¨¢rceles italianas.En las dictaduras seudosocialistas del Este, los delitos de opini¨®n se disfrazan como cr¨ªmenes de Estado; ?no es posible que en Occidente los cr¨ªmenes de Estado se disfracen de delitos de opini¨®n? As¨ª lo cree Sanguinetti: ?Los modernos servicios paralelos del Estado, de todo Estado, disponen de una cantidad de medios y de personajes de todas clases y de todas aparien-cias sociales, bien entrenados en el uso de las armas y en el de las ideas, a menudo mucho m¨¢s capaces que los ingenuos militantes, que son los que pagan el pato". Siempre es m¨¢s f¨¢cil combatir a un enemigo fingido que a uno real: la guerra contra el terrorismo sustituye a las guerras internacionales, brinda el ideal com¨²n que a la sociedad dividida le falta, excusa los abusos de celo de las fuerzas coactivas, enmascara los aut¨¦nticos problemas sociales o aplaza su franco planteamiento ?hasta acabar con el terrorismo?, permite legislaciones m¨¢s y m¨¢s liberticidas y la detenci¨®n de todos los elementos molestos, o la supresi¨®n violenta de las personalidades que se han hecho in¨²tiles o peligrosas. Concluye Sanguinetti: ?No hay asuntos secretos de la revoluci¨®n: todo lo que es hoy secreto pertenece al poder, es decir, a la contrarrevoluci¨®n?. Su tesis, disparatada o l¨²cida, merece mayor atenci¨®n que los lamentos moralistas al uso o que los an¨¢lisis cient¨ªficos cuya ciencia consiste en repetir lo que el Estado cuenta sobre s¨ª mismo y sus enemigos.
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