Ultim¨¢tum a la Prensa
Los directores de los m¨¢s destacados peri¨®dicos italianos han tenido que tomar, en los ¨²ltimos d¨ªas, la decisi¨®n m¨¢s dif¨ªcil de su vida. Se han visto obligados a decidir si ceder al chantaje de las Brigadas Rojas y a los angustiantes ruegos de la esposa del juez secuestrado, Giovanni d'Urso, y publicar de forma ¨ªntegra dos declaraciones de los terroristas, que hab¨ªan prometido liberar al prisionero tras su publicaci¨®n, o si negarse a sus peticiones, sabiendo que pod¨ªa morir un hombre.Con algunas excepciones, incluyendo una cadena de peque?os diarios socialistas y los diarios de extrema izquierda, todos los diarios nacionales, excepto Il Messagero, se negaron a ceder al chantaje a las pocas horas de haberse dado la amenaza.
El mismo Gobierno y el poder judicial, que ya se han visto anteriormente enfrentados a ultimatos similares, han mostrado en esta ocasi¨®n menos determinaci¨®n. El Gobierno hab¨ªa cerrado la c¨¢rcel de m¨¢xima seguridad de Asinara, tal como ped¨ªan las Brigadas Rojas, afirmando, sin embargo, con algo de verdad, que tal plan se hab¨ªa decidido y se estaba llevando a cabo antes del secuestro del juez D'Urso.
Un juez (posteriormente amonestado por el ministro de Justicia, que sin embargo no tiene ninguna autoridad en la materia) hab¨ªa liberado a un individuo sospechoso de terrorismo afectado por un c¨¢ncer muy avanzado, afirmando tambi¨¦n que su decisi¨®n no era una concesi¨®n a las peticiones de los terroristas.
Asimismo, dos grupos de terroristas encarcelados se hab¨ªan podido reunir libremente con parlamentarios de? Partido Radical durante tres d¨ªas, al objeto de negociar el destino del juez D'Urso, y el Gobierno no hizo nada para impedir las reuniones, de una legalidad altamente dudosa. Los radicales, que llamaron a sus interlocutores ?nuestros camaradas asesinos?, posteriormente hicieron que se leyeran p¨²blicamente los documentos que hab¨ªan recibido en una sala de sesiones de la C¨¢mara de Diputados.
No satisfechas con todo esto y con las muestras de confusi¨®n mostradas por la coalici¨®n gubernamental (en la que los socialistas se mostraron de nuevo menos firmes que los otros partidos en el rechazo de las negociaciones con los terroristas), las Brigadas Rojas finalmente presentaron su ultim¨¢tum dirigido a los directores de los peri¨®dicos.
Los peri¨®dicos. italianos ya hab¨ªan tenido que hacer frente en el pasado a un problema parecido, pero en t¨¦rminos generales y en un asunto relativo a la pol¨ªtica de Estado. Era un caso en el que resultaba m¨¢s f¨¢cil adoptar una postura firme. En 1974, las Brigadas Rojas secuestraron por vez primera a un juez, Mario Sossi, y amenazaron con matarle si no se liberaba a algunos de sus compa?eros encarcelados. Como director de La Stampa, escrib¨ª que el Estado no pod¨ªa someterse a tal chantaje, y toda la Prensa adopt¨® una actitud semejante; el juez Sossi fue puesto en libertad.
Cuando se produjo el secuestro de Moro, la Prensa tambi¨¦n se opuso a todo tipo de concesiones Esta vez, algunos directores hab¨ªan anunciado con anterioridad que suprimir¨ªan totalmente todos los documentos de las Brigadas Rojas, para no convertirse en una herramienta de los terroristas. Pero no fue f¨¢cil tomar esa decisi¨®n final. En primer lugar los directores de los peri¨®dico son ciudadanos privados, no funcionarios p¨²blicos, y los peri¨®dicos no son el Estado.
Era tambi¨¦n muy dif¨ªcil dejar a un lado los angustiados ruegos de la se?ora D'Urso, quien suplic¨® la publicaci¨®n de los documentos en la televisi¨®n y en reuniones personales con algunos directores de peri¨®dicos. ?Qu¨¦ importancia tienen unas pocas palabras impresas -dijo ella- comparadas con la vida de un hombre?
?Por qu¨¦, entonces, los directores, con est¨¢s pocas excepciones, contestaron negativamente? Mi sucesor en la direcci¨®n de La Stampa, Giorgio Fattori, escribi¨®: ?No aceptamos ninguna imposici¨®n de nadie sobre lo que tenemos que publicar, y menos de personas que est¨¢n fuera de la ley?. El director de La Reppublica, Eugenio Scalfari se?al¨® que razones humanitarias obligaban a dar una respuesta negativa; el texto que ten¨ªan que publicar los peri¨®dicos anunciaba nuevos actos terroristas y fututas peticiones, a fin de desestabilizar la Rep¨²blica. Una muestra de debilidad fomentar¨ªa tales acciones y los posteriores actos criminales por parte de las Brigadas Rojas costar¨ªan muchas m¨¢s vidas.
Fattori se?al¨® que los periodistas ya han pagado un alto precio por su postura antiterrorista, incluyendo el asesinato del subdirector de La Stampa, Carlo Casalegno, en 1977. As¨ª pues, los directores de los peri¨®dicos no ?jugaban con vidas ajenas? por mor de un principio abstracto. Ellos, as¨ª como el enorme n¨²mero de periodistas que trabajan diariamente en este campo sin protecci¨®n oficial, saben muy bien lo que arriesgan.
No hay ning¨²n motivo para avergonzarse si una sociedad humana, abierta y democr¨¢tica, tiene momentos de duda y tentaciones de debilidad frente a tales situaciones. Pero s¨®lo la firmeza puede derrotar al terrorismo, y ser¨ªa est¨²pido sentir debilidad justo cuando, por fin, la polic¨ªa y los carabinieri est¨¢n empezando a ganar esta guerra, a pesar de que las ¨²ltimas batallas ser¨¢n a¨²n largas y costar¨¢n muchas vidas.
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