La noche

del 7 de enero he padecido, como seguramente han padecido millones de ciudadanos, el programa ese que se ha sacado de la manga el se?or Hermida. Y me he dormido.Tengo veinti¨²n a?os reci¨¦n cumplidos, mis padres son labradores en un peque?o pueblo de la provincia de Le¨®n y como toda la gente que conozco, tengo lo necesario para vivir. Ni m¨¢s ni menos. Creo que mi nivel de vida, como el de toda la gente de mi pueblo, incluso de Le¨®n, no es demasiado bueno. Pertenezco, como casi todo bicho viviente, a la clase media. baja.

Tal vez sea porque mi ambiente es rural, tal vez porque en Le¨®n capital haya unos pocos muy ricos y unos pocos muy pobres, tal vez porque mi educaci¨®n provinciana no vaya muy all¨¢..., tal vez por tantas cosas no acierto a comprender todo lo que se habl¨® esa noche en televisi¨®n.

Lo que en este programa me ha puesto de mal humor y ha logrado dormirme es ver en la pantalla a cinco vendedores. Los invitados del pasota y del ni?o formal han dado asco. Los dos pol¨ªticos han vendido votos de una manera descarada. Los escritores han hecho tres cuartos de lo mismo, y el cantante ha metido la canci¨®n de su vida a cada momento. Del se?or con nombre yugoslavo no puedo decir nada porque el pobre no ha podido abrir la boca. Y lo asqueroso es que nos la han querido meter cruzada a nosotros, a los j¨®venes, al mercado del futuro, al mercado en potencia.

?Basta ya! Los pol¨ªticos, al Parlamento o a sus casas, que es donde mejor est¨¢n./