Ruginetes y bramadores
LOS MARINOS hablan de un sector de la mar, más allá del cabo de Buena Esperanza, de fuerte agitación y vientos racheados, al que denominan, por referencia a los paralelos, los cuarenta rugientes y los cincuenta bramadores. Aunque no tiene tan mala fama como el triángulo de las Bermudas, la zona suscita cierto temor en los navegantes que lo surcan por vez primera. El II Congreso de UCD, partido que tiene que arrostrar ahora tensiones semejantes a las que ya han vivido socialistas y comunistas, se inscribe entre esos paralelos; de aparatosas tormentas, mar gruesa y fuertes vientos. Los políticos incombustibles tal vez opinen, al igual que los lobos de mar veteranos, que los sustos y los mareos son gajes inevitables del oficio y que unos cuantos días de dura navegación no conducen necesariamente al naufragio.A menos que surja una tercera vía, en la que Rodolfo Martín Villa asumiera el papel de un Alonso Puerta centrista, el II Congreso de UCD estará animado fundamentalmente por la disputa entre el sector crítico, en estos momentos minoritario, y el sector oficialista, que parece contar con la mayoría de delegados. Los problemas de organización y las cuestiones de línea política suministrarán las municiones para el enfrentamiento, aparte de los quebraderos de cabeza que puedan crear los émulos de Manuel Clavero en otras regiones.
Los críticos aseguran defender la democratización interna del partido centrista y atacan a los oficialistas por manejar el aparato de la organización de forma autoritaria. Acusados, no sin razón, de conservadores y hasta de reaccionarios, los críticos replican que el supuesto progresismo de los oficialistas, entre los que figuran los hombres adictos a Suárez y les llamados socialdemócratas de Fernández-Ordó?ez, es una tapadera para ocultar simples ambiciones de poder. El sector mayoritario, a su vez, denuncia que el pretendido programa democratizador del sector crítico no es más que una maniobra para desplazar de la Presidencia de Gobierno a Adolfo Suárez o impedirle presentarse como líder de UCD a las próximas elecciones, a fin de que la democracia cristiana imponga su predominio y leyes como las del Divorcio y de Autonomía Universitaria no lleguen a puerto o no vuelvan a navegar.
Los debates del Il Congreso de UCD permitirán pronunciarse con mayor conocimiento sobre este cruce de acusaciones. En cualquier caso, las relaciones entre el electorado centrista y UCD deberían estar siempre presentes en la memoria de los polemistas. La génesis histórica de UCD, formada por el desembarco en abril de 1977 del presidente Suárez, con el aparato del franquismo, en la modesta cabeza de playa democrática ocupada por la oposición moderada al dictador excluye la posibilidad de recurrir a precedentes para dirimir quién ganó de verdad las elecciones de 1977 y 1979, si Suárez o sus críticos. Los oficialistas emplean la imagen de Adolfo Suárez como due?o de un gran paraguas electoral, bajo el cual acudieron en 1977 y 1979 a refugiarse de las inclemencias de las urnas los actuales críticos, que exigen ahora, con notable ingratitud, la propiedad, o al menos el condominio, del invento. Los críticos, en cambio, presentan a Adolfo Suárez como un hombre cuyas habilidades como profesional de la política fueron necesarias para desmontar el tinglado anterior, pero que no sirve ya ni para presidir el Gobierno ni para dirigir ese partido que la derecha moderada y los sectores neoconfesionales y conservadores de la sociedad espa?ola desean.
A los ciudadanos podría interesarles que el II Congreso de UCD no discutiera sólo los criterios de proporcionalidad o mayoría en la formación de sus órganos dirigentes, sino también la congruencia de la actual legislación electoral con las posturas de unos y otros. Las correcciones a la proporcionalidad de la ley Electoral vigente, que consagran el principio del sufragio desigual y castigan a las zonas urbanas, en las que la izquierda es hegemónica, fueron inventadas para hacer muy difícil que UCD pudiera perder unas elecciones, y más difícil aún que la izquierda alcanzara algún día la mayoría absoluta en el Congreso. Y también hay que recordar que el procedimiento de las listas bloqueadas y cerradas, apoyado por los centristas, es un injusto pasaporte ideado para que los ciudadanos nunca puedan pronunciarse sobre personas y siempre tengan que inclinarse por siglas.
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