Crisis y democracia
Seg¨²n las declaraciones de los representantes de los partidos pol¨ªticos, hechas por la Prensa, radio y televisi¨®n, lo m¨¢s significativo es que as¨ª como la izquierda se pregunta por qu¨¦ no se informa de las razones que han provocado la ca¨ªda del Gobierno, la derecha no necesita esta explicaci¨®n.De lo que se desprende que el ciudadano, por deducci¨®n, ha de establecer sus conclusiones.
Entre ¨¦stas, la que m¨¢s credibilidad tiene es la de que, por encima del poder ejecutivo, incrustado en ¨¦l, y al margen o fuera de programas pol¨ªticos y de l¨ªneas ideol¨®gicas, existen otros tipos de poderes. Internos y de fuera.
Unos los aceptan tal como vienen hist¨®ricamente funcionando. Las razones son conocidas.
Otros los rechazan en esa l¨ªnea hist¨®rica como perturbadores del equilibrio social y hasta como contrarios a toda moral, divina y humana. Que nadie se llame a en ga?o. Todo lo que est¨¢ ocurriendo hoy y ahora en Espa?a es de lo m¨¢s consecuente si de verdad queremos y estamos dispuestos, unos y otros, a llamar a las cosas por su verdadero nombre, incluidas, por su puesto, las que tienen su origen fuera de nuestras fronteras.
Comencemos por decir que nadie se explica que, despu¨¦s de cuarenta a?os de dictadura, con una abrumadora mayor¨ªa de espa?oles sometidos al poder de unos grupos instalados en determinadas instituciones al servicio de la comunidad, se llegue -por mecanismos -jur¨ªdicos democr¨¢ticos, como son unas elecciones libres y una Constituci¨®n basada en la justicia social y los derechos humanos-, a resultados tan incogruentes e inexplicables como los de que esa mayor¨ªa siga sometida al poder de los mismos grupos de privilegio que la ven¨ªa coartando y conduciendo en la dictadura.
Estos poderes f¨¢cticos: la Iglesia, el Ej¨¦rcito, la banca, los medios de comunicaci¨®n social, la burgues¨ªa instalada en la Administraci¨®n del Estado, la oligarqu¨ªa multinacional, no son aceptables en cuantosirven a peque?os grupos, son buenos y necesarios en cuanto sirven a la comunidad.
De nada nos vale establecer legislativamente las libertades en todo el pa¨ªs si no democratizamos todas estas instituciones.
Continuemos diciendo que, la gran mayor¨ªa, tanto de un signo como de otro, y por motivos diferentes, no aceptan y no creen, respectivamente, la autenticidad de un sistema democr¨¢tico en tanto que el poder ejecutivo no tenga otras alternativas que las conocidas hasta ahora. Y ello implica, en gran medida el mejor funcionamiento y consistencia de una joven monarqu¨ªa constitucional.
Y terminemos siendo realistas, convenci¨¦ndonos de que, si los espa?oles queremos democracia, o sea libertad, justicia, progreso y dignidad, tenemos que plantearnos seriamente si estamos dispuestos, desde nuestra conciencia individual y con voluntad personal decidida a resolver de alguna manera, pero de una vez, el mismo problema de todos los tiempos o, cuando menos, llegar tan lejos como los pa¨ªses democr¨¢ticamente avanzados./
Sevilla.
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