El lirismo de Bartok y la serenidad de Schubert
Coro Nacional.
Director: Jos¨¦ de Felipe. Orquesta NacionaL Solistas: A. Le¨®n Ara P. P¨¦rez I?igo, Mar¨ªa Foico, Manuel Cid y Sanz Remiro. Director: Emil Tchakarov. Obras de Bartok y Schubert. 6, 7 y 8 de febrero.
Agust¨ªn Le¨®n Ara es un excelente int¨¦rprete de Bartok. El segundo concierto figura en su repertorio desde hace muchos a?os. Lo tiene muy desentra?ado y bien dominado desde el punto de vista t¨¦cnico. As¨ª, su versi¨®n con la Orquesta Nacional de Espa?a, dirigida por el b¨²lgaro Tchakarov, ha sido de ?cinco estrellas?.
Con limpia t¨¦cnica virtuosista, muy bello sonido, voluntad de cantar ausente de ret¨®rica e introspecci¨®n psicol¨®gica, Le¨®n Ara toc¨® como un maestro: por dominio y, sobre todo, por saber con exactitud, los conceptos y la mejor manera de servirlos. El triunfo fue absoluto y justo.
Despu¨¦s de la gran carga bartokiana, la quinta misa de Schubert (en la bemol mayor, D. 6 78) evidenci¨® lo que en ella es sustancial: la larga serenidad. Es p¨¢gina contempor¨¢nea de la fantas¨ªa sobre El viajero y de la Sinfon¨ªa inacabada, esto es, se trata del Schubert maduro que ampl¨ªa las formas hasta pisar el. concepto de las ?divinas longitudes? aludidas por Schumann.
Brilla vina interpretaci¨®n intimista, dram¨¢tica y lit¨²rgica del texto; se exhibe una t¨¦cnica contrapunt¨ªstica, que, en ocasiones, linda con el artificio; se suma a las voces una orquesta rica y transparente tocada, como en el oratorio L¨¢zaro, de cierto monocromatismo. Pero la fuerza expresiva -sincera, honda- llega a crear un clima encantatorio.
Un cuarteto nacional defendi¨® la parte solista, en el que, junto a la calidad y brillo de la soprano, Paloma P¨¦rez I?igo, lucieron sus m¨¦ritos la mezzo Mar¨ªa Folco (un poco nerviosa en esta presentaci¨®n madrile?a), el tenor Manuel Cid y el bajo Sanz Remiro, due?os de excelente estilo. Al trabajo del Coro (preparado por Jos¨¦ de Felipe), cohesionado, equilibrado en sus distintas cuerdas, unificado en la intenci¨®n, ha de a?adirse el de la Nacional.
Todos ellos siguieron con flexibilidad la direcci¨®n impetuosa, viva, matizada, de Emil Tchakavov.
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