La m¨ªstica del fontanero
?En un mundo violento, ferozmente competitivo, sometido a la constante presi¨®n de la sociedad de consumo, este libro aparece para recordar al hombre lo esencial?. As¨ª dice la solapa publicitaria de uno de los libros que las manos juveniles andan frecuentando con m¨¢s asiduidad. Sobre sus p¨¢ginas he visto c¨®mo una muchacha desmenuzaba una china de hach¨ªs y tambi¨¦n las he encontrado abiertas en los bancos de una iglesia y en unpub de lujo. De pronto, ciertas gentes dirigen los poco lectores ojos hacia algunas obras que vienen a completar los equipajes de la vida corriente, como la Biblia rellenaba los pintorescos ba¨²les de los salvajes colonizadores del Far West peliculero. Puede que muchos de ellos cumplan en personas j¨®venes o de mediana edad el mismo papel que, seg¨²n dicen, desempe?a La inteligencia sentiente, de Zubiri, entre se?oras piadosas entradas en a?os: un libro inviolado en la mesilla de noche para epatar, probablemente, a los locutores del telediario.Aunque la comparaci¨®n no es justa, los libritos a los que me refiero se leen por millares, y no dudo que ejemplarizan o consultan a sus estudiosos. Casi todos ellos son muy breves y est¨¢n compuestos a base de sucintos poemas, prosas po¨¦ticas, par¨¢bolas, cuentecillos, sermones en p¨ªldoras, f¨¢bulas, fotograf¨ªas ilustrativas, leyendas ¨¢ureas y pasajes legendarios; podr¨ªan ser colocados entre los evangelios, eI Camino de monse?or Escriv¨¢, los breviarios de filosof¨ªa china y el Popol Vuh quich¨¦.
Efectivamente, encierran un pintoresco sincretismo m¨¢s o menos filos¨®fico-religioso, muchas veces ali?ado con las ense?anzas de los Cursos Dale Carnegie, los hallazgos de la psiquiatr¨ªa de consumo y algunos dogmas de la psicolog¨ªa posmodema. En realidad, se utilizan como manuales para una nueva m¨ªstica. A medio camino entre san Juan de la Cruz y el guru Maharaj Ji, sorbiendo aguas de Miguel de Molinos y de Mac Luhan, respirando aires de los suf¨ªes, los budistas zen, los exploradores pioneros, los pletistas alemanes, los descubrimientos parapsicol¨®gicos y extraterrestres y el ¨²ltimo hallazgo de la ecolog¨ªa esquimal, est¨¢n encontrando legiones de adeptos a quienes una buena m¨¢xima permite, como a Sancho Panza, aferrarse a un luminoso faro en las tinieblas de la vida y salvar cualquier situaci¨®n presente: los precios de la merluza, el porvenir de Su¨¢rez, los efectos de la dioxina y el etemo reposo de las almas.
No voy a negar que gran parte de estos manuales de la nueva m¨ªstica son hermosos, po¨¦ticos y hasta l¨²cidos. Las par¨¢bolas del profeta liban¨¦s Gibran Khalil Gibran, las moralejas poem¨¢ticas del cura belga Phil Bosmans y la reciente aportaci¨®n optimista y vital del ingeniero catal¨¢n Jaime Borr¨¢s figuran entre las invenciones m¨¢s felices de este nuevo g¨¦nero. Su influencia en ciertas capas sociales es tan importante que, de seguir as¨ª las cosas, no sorprende que terminen suplantando algunas ramas de las religiones cl¨¢sicas, sino los ¨¢rboles completos. Ya est¨¢ ocurriendo, sin ir m¨¢s lejos, en Estados Unidos.
Mientras los pastores de la Iglesia cat¨®lica andan muy atareados meti¨¦ndose en camisa de once varas (?inmiscuirse alguien en lo que no debe importarle?, defin¨ªa Mar¨ªa Moliner), pongamos en el caso del divorcio, o reorganizando sus importantes finanzas colectivas en la defensa de sus privilegios en la ense?anza y del viejo monopolio de todo tipo de dogmas, ortodoxias y sabidur¨ªas; mientras los imanes del Islam se enzarzan en peleas y pierden el tiempo distribuyendo cada vez m¨¢s caro su petr¨®leo, una nueva generacion de predicadores y visionarios empieza a ocupar sus puestos para levantar un poco los deca¨ªdos esp¨ªritus de las j¨®venes generaciones y aliviar a los burgueses de las muchas responsabilidades y los pocos goces que los nuevos tiempos les otorgan.
Y al igual que los viejos te¨®logos estimaban sobre todo ?la fe del carbonero? inquebrantable, sumisa y ciega, los nuevos ap¨®stoles se contentan con una ?m¨ªstica del fontanero? que no plantee rigurosos an¨¢lisis ni preguntas capciosas. En el fondo, se trata s¨®lo de sobrevivir, tal como est¨¢n las cosas, y para ello, hasta que se precisen los refugios antiat¨®micos, sirven unos cuantos versos repletos de palabras hermosas y de conceptos ambiguos. Uno conoce a varios personajes relevantes que salen de todos los malos pasos con una afortunada (y bastante est¨²pida, por lo dem¨¢s) sentencia: ?Vive como si hoy fuera el ¨²ltimo d¨ªa del resto de tu vida?. Tal cual o algo parecido. En cualquier caso, el trabalenguas se divulga ya incluso a trav¨¦s de Radio Nacional y de los telefilmes americanos.
Es claro que de estas ideolog¨ªas puede salir cualquier cosa, como lindas haza?as salieron de todas las religiones. Una indigesti¨®n puede provocar la matanza de Guyana o la frase que, seg¨²n los peri¨®dicos, dijo el bilba¨ªno Juan Ram¨®n Pi?eiro despu¨¦s de haber confesado que hab¨ªa matado a su esposa con una estatuilla del Coraz¨®n de Jes¨²s: ?La mat¨¦ por mandato divino?.
Y de la m¨ªstica de todo uso a la ascesis de cuarto de estar no hay m¨¢s que un paso. Literalmente, este paso se ha dado ya. El novelista Eduardo Cereceda ha compuesto un libro titulado Tratado de represi¨®n, que obtuvo el Premio de Novela Joven Ciudad de Toledo. La obra despliegua con imaginaci¨®n una amplia teor¨ªa sobre los beneficios modernos del autocastigo y la renuncia, y ofrece dos ingeniosos sistemas caseros en los que ni so?aron los eremitas de los p¨¢ramos de Capadocia, sistemas que no obstaculizan mayormente los mecanismos de la vida social: la retenci¨®n de orina durante el mayor tiempo posible y la ingesti¨®n, a la hora del desayuno, de todo lo que el contribuyente ten¨ªa proyectado engullir a lo largo de lajornada.
Con un poco de suerte, los sabios consejos de la nueva ?comunidad de los extasistas? tendr¨¢n r¨¢pidamente seguidores y veremos pronto a los ciudadanos, con los ri?ones hechos ceniza y la pr¨®stata como un bal¨®n de reglamento, orinando cada doce horas en unas botellas o reventando a la hora del caf¨¦ con churros. Cereceda ofrece incluso un santo al que imitar: San Apredatido, el nif¨ªo al que le estall¨® la vejiga despu¨¦s de haber sido mantenido por sus padres durante algunos d¨ªas en un camping de nudistas.
Porque a nadie debe sorprender que los vientos soplen por ese lado para ahuyentar la abulia y la mediocridad cotidianas. Si las computadoras resultan ya mon¨®tonas, los consejos de ministros no nos sacan del atolladero, el anticicl¨®n nos sigue arropando, la televisi¨®n contin¨²a aburrida, el Real Madrid no termina de resucitar, Kennedy se divorcia despu¨¦s de Carolina, Sagaseta no habla, nos suben la electricidad, don Miguel Herrero se niega a eliminar los pluriempleos, las zapatillas deportivas de los ni?os duran dos semanas, la Renfe cada d¨ªa inarcha peor y la merluza est¨¢ m¨¢s cara que cuando lo dije ocho p¨¢rrafos m¨¢s arriba; la soluci¨®n m¨¢s pr¨¢ctica consiste en refugiarse en la m¨ªstica al alcance de todos los bolsillos ideada por un profeta que naci¨® entre los cedros del L¨ªbano, junto a las aguas del Ganges o en un jard¨ªn de endivias belgas.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.