El complejo de inferioridad tecnol¨®gica en Espa?a
El espa?ol ha estado viviendo orgullosamente enclaustrado e incontaminado de los pa¨ªses industriales desde principios de siglo hasta hace veinticinco a?os, en que empez¨® a viajar. Durante sus viajes, sean de turismo, de estudios o de trabajo, se ha visto enfrentado en el extranjero a una cultura tecnol¨®gica e industrial por lo menos distinta a la ind¨ªgena. Primero se la ha considerado, sin m¨¢s, como muy superior a la nacional; acto seguido se ha rendido pleites¨ªa de vasallaje, adquiriendo afanosamente sus productos, para, por ¨²ltimo, establecer la hip¨®tesis simplista y fatalista de que todo producto espa?ol siempre es inferior.Esto es verdad para la grand¨ªsima mayor¨ªa de espa?oles medios, y como una reacci¨®n l¨®gica se compraban oficial o extraoficialmente radios, televisores, coches, electrodom¨¦sticos y hasta los ?insuperables? vinos franceses o los ?superiores? tejidos ingleses. Era pr¨¢ctica normal, y todav¨ªa lo sigue siendo, el que los expertos en marketing recomendaran nombres angl¨®filos o franc¨®filos para las marcas de sus productos, puesto que era la ¨²nica forma de vender, seudoenga?ando inocentemente al acomplejado comprador espa?ol. De ah¨ª los nombres extra?amente extranjerizantes de algunos productos de consumo, cuya tecnolog¨ªa y propiedad son, sin embargo, netamente espa?oles.
El logro de una cifra de ventas, absolutamente prioritario en una empresa, no puede supeditarse a: problemas de fachada. Si el espa?ol compra lo extranjero, d¨¦mosle esa fachada y renunciemos a la simple acta testimonial de llamar a un televisor Campeador, por ejemplo. Es m¨¢s fon¨¦tico y m¨¢s real, pero menos vendible.
Con respecto a la ingenier¨ªa, era, y todav¨ªa sigue siendo, conveniente rodearla de un ropaje extranjerizante, con licencias tecnol¨®gicas subordinantes o mediante estrechamente orientadas sociedades mixtas. Ambas son, generalmente, limitativas, pero representan ante la opini¨®n y la Administraci¨®n el respaldo de competencia y garant¨ªa en la materia. Incluso casos de desarrollos propios espa?oles tienen que buscar, allende las fronteras, refrendo de su aceptaci¨®n para poderse introducir en Espa?a.
Este s¨ªndrome netamente espa?ol, y yo dir¨ªa ¨²nico entre los pa¨ªses llamados industriales, refleja un complejo de pa¨ªs tercermundista, frustra la creatividad del buen especialista, ingeniero. o empresario y perpet¨²a nuestra condici¨®n de vasallaje a las multinacionales, que act¨²an como obedientes adelantadas de unos Gobiernos soberanos y por supuesto, sometidas a sus leyes, intereses y pol¨ªtica. No hace falta m¨¢s que una situaci¨®n de guerra fr¨ªa de EE UU con Cuba, por ejemplo, para ver c¨®mo intentan cortarse legalmente a la empresa hispanoamericana de turno sus negocios de exportaci¨®n a Cuba desde Espa?a; o una guerra de hortalizas con Francia para temer las amenazas de suspensi¨®n de env¨ªo, de repuestos del material b¨¦lico franc¨¦s coproducido en Espa?a, pero con tecnolog¨ªa francesa.
La soberan¨ªa de cualquier colectividad deber¨ªa medirse por su independencia. Y soberan¨ªa es lo que da poder y prestigio internacional al Gobierno de una naci¨®n y orgullo de pertenecer a esa naci¨®n a los gobemados.
En Espa?a, desgraciadamente, casi no tenemos empresas con independencia tecnol¨®gica de tama?o internacional. Nuestros ingenieros, maldecidos por el unamuniano ?que inventen ellos?, se ven precisados a salir al extranjero para desarrollarse, si antes no se han prostituido vegetando en trabajos ausentes de creatividad.
Nuestra econom¨ªa industrial, al no haberse desarrollado mediante el ¨¢spero, trabajoso y a largo plazo esfuerzo de ingenieros y universitarios espa?oles, est¨¢ cautiva tecnol¨®gicamente del exterior. Pero as¨ª, el empleo obrero que un d¨ªa f¨¢cilmente se cre¨®, al no cuajarlo con la conquista de la propiedad tecnol¨®gica de las fuentes, queda indefenso o sin justificaci¨®n econ¨®mica ante los dos retos del mundo econ¨®mico actual: los cambios r¨¢pidos de tecnolog¨ªa y la necesidad de exportaci¨®n.
Nuestras escuelas est¨¢n vomitando miles de graduados cada a?o, bien preparados, que no encuentran oportunidades porque no existen empresas espa?olas suficientes con ilusi¨®n por un futuro de independencia tecnol¨®gica. Esa meta exige riesgos y compromete inversiones, pero representa una excelente salida para tres objetivos de los que tanto se habla en la Prensa, en el Parlamento y en la calle:
1. A corto plazo, la reducci¨®n del paro universitario.
2. A medio plazo, la reducci¨®n del paro obrero.
3. A largo plazo, y quiz¨¢s s¨®lo alcanzable por otra generaci¨®n, la soberan¨ªa y prestigi¨® de una gran naci¨®n.
Est¨¢ observado (el espa?ol medio, al igual que el alem¨¢n, americano, franc¨¦s, etc¨¦tera, se refleja en los poderes reales de su pa¨ªs) que en el comportamiento de grupos, la soberan¨ªa y los triunfos cohesionan al grupo y despiertan la cooperaci¨®n y soporte de los individuos a sus l¨ªderes.
Independencia y soberan¨ªa
Espa?a necesita triunfos e independencia en lo industrial, tanto o m¨¢s que en lo cultural, art¨ªstico o deportivo. Las poblaciones auton¨®micas, tan agitadas ahora, se implantar¨ªan tanto m¨¢s cooperativamente con el Estado cuanto ¨¦ste les ofreciera m¨¢s independencia y soberan¨ªa y, en definitiva, m¨¢s orgullo de sentirse espa?oles.
Desde la perspectiva que me daban siete largos a?os en elextranjero, trabajando o estudiando en Alemania, Francia y EE UU, con frecuencia pens¨¦ en el problema de Espa?a. En qu¨¦ momento de la historia se descolg¨® de sus anta?o compa?eros cogobernantes del mundo. Parece ser, mirando atr¨¢s la historia de estos ¨²ltimos 180 a?os, que este despegue se dio cuando no se acert¨® a sustituir el decreciente poder¨ªo econ¨®mico proporcionado en aquel esfuerzo ingente de conquista colonial por el derivado de otro esfuerzo nacional que los nuevos tiempos exig¨ªan. Si se me perdona una supersimplificaci¨®n, apuntar¨ªa a dos como los motivos fundamentales:
1. La falta asombrosa de visi¨®n que supuso no embarcarse en la revoluci¨®n industrial que invad¨ªa al mundo occidental.
2. La ausencia de verdaderos l¨ªderes tanto al frente del Gobierno como al frente de sus ministerios, subsecretar¨ªas y direcciones generales. L¨ªderes capaces de anteponer generosamente la organizaci¨®n del futuro industrial y, por tanto, econ¨®mico del pa¨ªs, trascendiendo el presente de sus propias vidas.
Pero volvamos a 1981. Esta meta de recuperaci¨®n mundial del papel de Espa?a est¨¢ ah¨ª, es alcanzable, la han realizado en estos tiempos modernos pa¨ªses como Jap¨®n, que en la segunda guerra mundial era un pa¨ªs de una tecnolog¨ªa rudimentaria; la alcanzar¨¢ Israel, que ni exist¨ªa como pa¨ªs hace 33 a?os, y se la est¨¢n planteando seriamente otros pa¨ªses. La clave pasa por la independencia tecnol¨®gica.
No se trata aqu¨ª de un nacionalismo fan¨¢tico suicida. M¨¢s bien apuntamos a un nacionalismo cooperativo pero inteligente, con un objetivo irrenunciable: el que alg¨²n d¨ªa este pa¨ªs recupere su soberan¨ªa econ¨®mica, que le ha de llegar por la v¨ªa industrial. Las asociaciones con multinacionales son necesarias. En algunos casos, indispensables. Pero no deben atar de por vida. Ellas necesitan hacer el ?negocio? de expansi¨®n de su ya existente tecnolog¨ªa a corto plazo. Pa¨ªses como Espa?a, al igual que hizo Jap¨®n, y est¨¢n haciendo otros, necesitan oportunidades de aprender esas tecnolog¨ªas junto a maestros para hacer ?empresas?. Pero fallamos diametralmente si perpetuamos nuestro papel de alumno, con licencias industriales atenazantes que duran d¨¦cadas o con empresas mixtas en que el capital espa?ol nunca obtiene la mayor¨ªa y, por tanto, la capacidad de decisi¨®n. Las empresas mundiales fuertes tecnol¨®gicamente est¨¢n dispuestas a pactar, si se les exige, seguros de su capacidad evolucionadora. Pero, muy a menudo, el comprador p¨²blico o privado, que es el que paga, est¨¢ acomplejado y por no tener ideas claras de la trascendencia de su decisi¨®n no ejerce en el momento del pacto sus derechos de pagador. Luego es tarde.
Recuperar la fe en el futuro
Espa?a lleva hoy un gran retraso en la revoluci¨®n industrial por una falta de visi¨®n pol¨ªtico-econ¨®mica desde hace cien a?os perpetuada hasta nuestros d¨ªas. Pero est¨¢ apuntando ahora en el mundo una nueva revoluci¨®n, la de la electr¨®nica profesional, que est¨¢ cambiando dr¨¢sticamente la anterior, envolviendo todos los sectores con la inteligencia humana cultivada y creadora. La electr¨®nica profesional y su ahijada la inform¨¢tica est¨¢n liberando al hombre del trabajo rutinario en cadena. La m¨¢quina va a dejar de esclavizar al hombre, que, poco a poco, est¨¢ introduciendo robots creados por la electr¨®nica profesional. Un d¨ªa el hombre trabajar¨¢ fundamentalmente con su m¨¢s distintiva cualidad, la inteligencia, para explotar a los robots. El motor de este cambio no es tanto los viejos par¨¢metros de grandes recursos y mercados disponibles como la educaci¨®n intensiva, y la inteligencia creadora. S¨®lo se necesita una apuesta decidida y entusiasta por el futuro, puesto que estas materias primas existen por tradici¨®n en Espa?a. No nos perdamos esta segunda revoluci¨®n.
Portavoces oficiales han proclamado como sector de futuro para Espa?a la electr¨®nica profesional (junto con la alimentaci¨®n).
Dejemos de ser el pa¨ªs que comparativamente importa m¨¢s tecnolog¨ªa del mundo. Arriesgu¨¦monos a tomar decisiones. Que los empresarios construyan empresas m¨¢s que negocios. Y, sobre todo, que el Gobierno y su Administraci¨®n en sus vitales compras de Estado tomen una decisi¨®n irrenunciable: apoyo prioritario y urgente a las empresas espa?olas actuales que por su propia visi¨®n e iniciativa ya est¨¢n ?moj¨¢ndose? en esta l¨ªnea de tecnolog¨ªa propia, para, de inmediato, ir estableciendo -una pol¨ªtica global de fomentar la creaci¨®n de empresas independientes tecnol¨®gicamente, as¨ª como la reconversi¨®n paulatina de las existentes.
Vendamos entre todos los responsables una nueva ilusi¨®n a este viejo y desconcertado pueblo espa?ol. Que el complejo de su inferioridad tecnol¨®gica se vaya, poco a poco, eliminando con la fuerza aplastante de realidades conseguidas.
Este art¨ªculo, esbozado a partir de la observaci¨®n de la realidad espa?ola actual, pretende ayudar a establecer el dif¨ªcil puente del mundo de los problemas e ideas al mundo de la soluci¨®n y de la acci¨®n. Podr¨¢ parecer simplista, pero la independencia tecnol¨®gica forma parte vital del entramado necesario para que este pa¨ªs recupere su fe en un futuro, logre identificarse con las batallas de su Gobierno y trabajando con ilusi¨®n consiga al fin desatascar y superar el desajuste econ¨®mico que a todos nos afecta.
Jos¨¦ Antonio P¨¦rez-Nievas Hereder¨® es consejero delegado de CECSA-, Sistemas Electr¨®nicos, SA; es doctor ingeniero industrial por Barcelona y se posgradu¨® por el CNAM de Par¨ªs y en la Harvard Business School (EE UU).
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