Ante la opini¨®n p¨²blica, la verdad
El tr¨¢gico desenlace -muerte-de una investigaci¨®n policial, que no judicial -como sucede en verdaderos Estados de derecho-, ha puesto en tela de juicio a los Cuerpos de la Seguridad del Estado, y concretamente al Superior de Polic¨ªa, por lo que parece preciso hacer algunas consideraciones desde dentro del mismo.Que los malos tratos y vejaciones se producen por determinados funcionarios y en determinadas dependencias ha sido aceptado por muchas personas y ¨®rganos, alguno de ellos tan prestigioso como Amnist¨ªa Internacional. Lo que no suele distinguirse claramente es que la tortura no comienza con la sangre, pues tortura es impedir conciliar el suelo a un detenido, despertarle con sobresalto, interrogarle sin la debida serenidad dejuicio (art¨ªculo 393 de la ley de Enjuiciamiento Criminal), o simplemente tratarle despectivamente. La sangre, me atrevo a afirmarlo, es muchas veces lo de menos para el detenido. De la misma forma que puede aventurarse, sin ser t¨¦cnico en la materia, que una bronconeumon¨ªa u otras enfermedades o dolencias pueden adquirirse sin el debido cuidado m¨¦dico, simplemente provoc¨¢ndolas o facilit¨¢ndolas.
Que una gran mayor¨ªa de los inspectores y comisarios del CSP no tortura, ni veja, ni desprecia a nadie es tambi¨¦n algo admitido por las mismas personas y ¨®rganos. Y deben ser estos funcionarios quienes procuren impedir que hechos, como el que ahora es de actualidad se repitan, y deben tambi¨¦n exigir de los ¨®rganos competentes todas las responsabilidades que se hayan producido. S¨®lo de esa forma la credibilidad y fiabilidad de las conductas de los integrantes de estos cuerpos ser¨¢n admitidas. plenamente por el pueblo.
Y aqu¨ª llegamos a esa palabra tan bella como incomprendida: pueblo. Somos muchos los polic¨ªas que deseamos servir, desde nuestra funci¨®n p¨²blica espec¨ªfica, a ese pueblo; y somos muchos,quienes con un bagaje (t¨¦rmino utilizado por el comisario se?or Ballesteros) no desde?able, t¨¦cnica y profesionalmente (aunque ese comisario as¨ª se pronuncie gratuitamente, seguramente resentido hacia todo lo que emane vapores democr¨¢ticos), estamos fervientemente a favor de la Constituci¨®n y de los derechos humanos que en ella se contemplan. Cumplirla, respetarlos, es un deber para nosotros, pero adem¨¢s es un deber agradable que realizamos por convicci¨®n y no por penitencia.
Y si la Uni¨®n Sindical de Polic¨ªas ha pedido p¨²blicamente el cese del ya citado comisario es porque casos como el de las presuntas torturas o violencias f¨ªsicas -ya evidentes tras la publicidad del informe de la autopsia- sufridas antes de morir por el se?or Arregui Izaguirre causan da?os irreparables, como es la muerte de un ser humano; destrozan estrategias de Estado, como es lo conseguido por Su Majestad el rey Juan Carlos en Euskadi; pueden alterar las previsiones. parlamentarias, modificando programas de Gobierno, y, adem¨¢s, deterioran gravemente la imagen de los Cuerpos de la Seguridad del Estado que muchos nos empe?amos por cambiar mejor¨¢ndola. Por eso, s¨®lo por eso, sin rencores, con los que no nos identificamos, hemos pedido el cese del comisario que manda la dependencia policial que m¨¢s dudas -y algunas evidencias- suscita sobre los modos de lograr la efectividad de los servicios.
En esa polic¨ªa que despierte el respeto y no el miedo no caben todos. Es evidente. Pero tambi¨¦n lo es que en Estados de derecho quien lo conculca incurre en responsabilidades de las que suelen conocer los tribunales de justicia, sin despertar iras ni complicidades. Y la USP quiere el respeto, la convivencia democr¨¢tica, la identificaci¨®n con su pueblo, para que un d¨ªa no lejano ¨¦ste pueda cantar, como lo hiciera el poeta VIadimir Mayakovski, mi polic¨ªa vela por m¨ª.
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