Los riesgos y esperanzas del experimento Reagan
El plan de reactivaci¨®n econ¨®mica de Reagan, aunque quiz¨¢ no haya cumplido todas las promesas y expectativas que cre¨® a lo largo de la dilatada campa?a electoral, supone la puesta en marcha de toda una nueva filosof¨ªa econ¨®mica en Washington, hasta el extremo de que quiz¨¢ se juegue con ¨¦l el futuro de su presidencia y del Partido Republicano.Con el amplio recorte presupuestario propuesto, que afectar¨¢ durante los pr¨®ximos tres a?os fiscales a la mayor parte de los programas sociales del Gobierno federal, Reagan ha comenzado a enterrar el estado del bienestar ideado por Roosevelt y materializado por Kennedy y Johnson, que hab¨ªa sin duda entrado en crisis a ra¨ªz de los profundos cambios que ha significado para la econom¨ªa occidental la aparici¨®n de la era del petr¨®leo caro y escaso.
El anciano presidente norteamericano ha abrazado, en la concepci¨®n filos¨®fica de su programa, las tesis de pol¨ªtica econ¨®mica cuasi revolucionaria que trajo a Washington, en los ¨²ltimos a?os, un grupo de j¨®venes y ambiciosos economistas capitaneados pol¨ªticamente por el congresista Kemp y basados en los estudios matem¨¢ticos y t¨¦cnicos de Arthur Laffer, el joven economista, de 34 a?os, de la Universidad del sur de California.
La clave de su filosof¨ªa econ¨®mica, conocida como suply-side economics o pol¨ªticas de oferta, no se distingue mucho a grandes rasgos de las concepciones de lo que en Europa se conoce como nuevos economistas y que, en t¨¦rminos muy simples, persigue espolear la inversi¨®n privada a base de facilitar la acumulaci¨®n de capital de los que lo tienen o puden tener. As¨ª, seg¨²n ellos, una reducci¨®n de impuestos personales y empresariales, junto a una limitaci¨®n de los gastos p¨²blicos, permite, tanto a los individuos como a las sociedades, tener un mayor capital disponible para el ahorro o la inversi¨®n. Con ello, esta inversi¨®n adicional originada permitir¨¢ fundar nuevas empresas, estimular la actividad econ¨®mica y crear m¨¢s puestos de trabajo.
Aunque el programa de Reagan no ha abrazado los aspectos m¨¢s revolucionarios que su equipo m¨¢s joven le propon¨ªa (y que ha originado una amenaza de huida del campo reaganista del congresista Kemp), no cabe duda de que su plan de reactivaci¨®n est¨¢ cortado con la tijera de la pol¨ªtica de oferta. El presidente norteamericano ha propuesto una reducci¨®n del gasto p¨²blico de 41.400 millones de d¨®lares en el a?o fiscal de 1982, una reducci¨®n a 45.000 millones del d¨¦ficit en el mismo a?o; otra, a la mitad de esta cantidad, en 1983, y un presupuesto equilibrado en 1984.
Con estas reducciones en gastos federales, que permitir¨¢n al sector privado una mayor disponibilidad monetaria y una sabrosa rebaja de impuestos individuales y empresariales, el equipo econ¨®mico de Reagan espera estimular la inversi¨®n en Estados Unidos, crear m¨¢s puestos de trabajo y, al mismo tiempo, reducir la inflaci¨®n. Este ¨²ltimo efecto vendr¨ªa m¨¢s por el camino del equilibrio presupuestario que por las otras medidas de corte fiscal, aunque algunos economistas conservadores, como es el caso del monetarista Milton Friedman, argumentan que tambi¨¦n los recortes impositivos pueden ser aritiinflacionistas ya que fuerzan al Gobierno federal a controlar sus gastos.
Las reducciones en los impuestos (pr¨¢cticamente un 10% anual en los pr¨®ximos tres a?os fiscales) han sido entresacadas por Reagan del famoso proyecto de ley Kemp-Roth, que durante a?os languideci¨® en la C¨¢mara de Representantes y que el candidato republicano resucit¨® y convirti¨® en su principal bandera econ¨®mica durante la campa?a electoral. Algunos aspectos de esta ley han sido suavizados, evidentemente, pero no hay duda de que las reducciones de impuestos que Reagan propuso al Congreso en su plan de reactivaci¨®n son, aparte de electoralistas en su . d¨ªa, un giro cop¨¦rnico en la pol¨ªtica econ¨®mica occidental, basada hasta ahora en mayores cargas fiscales y mayores gastos e inversiones p¨²blicos.
El tercer aspecto del plan Reagan es una pol¨ªtica monetaria estable. Con esta caracterizaci¨®n, lo que pretende el inquilino de la Casa Blanca, limitado por la ley para decidir este importante cap¨ªtulo econ¨®mico, es influir ante el presidente del Sistema Federal de la Reserva, Paul Volcker, para que se vuelva a una pol¨ªtica monetaria basada m¨¢s en el control estable del crecimiento de la masa disponible de dinero del sistema que en la continua actuaci¨®n sobre la misma y los tipos de inter¨¦s.
El cerebro de esta pol¨ªtica monetaria es Beryl Sprinkel, subsecretario del Tesoro para Asuntos Monetarios, y un cr¨ªtico encubierto de Paul Volcker. Sprinkel opina que Volcker ha mantenido a la econom¨ªa norteamericana en un pu?o con su err¨¢tica pol¨ªtica de subir y bajar los tipos y los agregados monetarios en el ¨²ltimo a?o.
Con todo, el ambiente creado con el nuevo programa de Reagan semeja un poco a la aureola del a?o 1977, cuando el entonces inquilino de la mansi¨®n de Pensilvania Avenue se trajo de Plains (Georgia) un programa econ¨®mico de actuaci¨®n inmediata que, desgraciadamente para su supervivencia pol¨ªtica, tuvo que cambiar en cinco ocasiones en menos de cuatro a?os. La esperanza de Reagan y de los espectadores sufridos de las econom¨ªas industrializadas es que esto no suceda de nuevo, y m¨¢s cuando el experimento de Reagan es mucho m¨¢s arriesgado que el de Carter.
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