La Conferencia Episcopal elige el pr¨®ximo martes al sucesor de Taranc¨®n
Es un hombre con instinto. hist¨®rico. Taranc¨®n no es, dicen quienes le conocen bien, un te¨®logo profundo, pero tiene la habilidad del fenicio para sortear airosamente los mayores conflictos. Este hombre, arrinconado como obispo dieciocho a?os en una min¨²scula di¨®cesis, fue nombrado por Roma primado de Espa?a unas semanas antes de que la Conferencia Episcopal eligiera presidente, en febrero de 1969. Pero entonces fue elegido Casimiro Morcillo, arzobispo de Madrid-Alcal¨¢, procurador en Cortes, consejero del Reino y miembro del Consejo de Regencia. Al d¨ªa siguiente escrib¨ªa Le Monde: ?La elecci¨®n de Taranc¨®n, nuevo primado, al puesto de vicepresidente de la Conferencia es un consuelo otorgado a los liberales?.Taranc¨®n se afana entonces en el tema m¨¢s candente del momento: el clero. Y desde la Comisi¨®n del Clero propone la celebraci¨®n de una asamblea conjunta entre obispos y sacerdotes, cuya preparaci¨®n corre a su cargo. La asamblea conjunta qu¨¦, Carrero Blanco critica como la asamblea del desenganche se celebra en septiembre de 1971. A lo largo de dos a?os intensos de preparaci¨®n, el 85% del clero espa?ol responde a doscientas preguntas. Se aprobaron por dos tercios 253 conclusiones; entre otras, la reivindicaci¨®n de la libertad de expresi¨®n, de participaci¨®n en la vida p¨²blica de todos los ciudadanos, denuncia del paro y de la emigraci¨®n, defensa de las minor¨ªas ¨¦tnicas, de la objeci¨®n de conciencia y el derecho de libre asociaci¨®n. Ciento treinta y siete votos contra 78 aceptaron ?pedir perd¨®n porque nosotros no su pimos a tiempo ser verdaderos ministros de la reconciliaci¨®n en el seno de nuestro pueblo dividido por una guerra entre hermanos?. Se estaba produciendo lo que Carrero Blanco tem¨ªa: el desenganche, es decir, el rechazo por la misma Iglesia del modelo de cristiandad. La asamblea conjunta no fue un paseo triunfal, El Gobierno, el Opus Dei y sectores conservadores se las arreglaron para que de la Congregaci¨®n del Clero llegara un documento romano que venia a desacreditar el trabajo de la asam blea. Muchos reconocieron que aquel ataque del nacional catolicismo a la asamblea conjunta era la factura que estos elementos inte gristas pasaban al Vaticano II por sus consecuencias cr¨ªticas respecto al r¨¦gimen franquista.
En mayo de 1971, Taranc¨®n se convierte, por la muerte de Casimiro Morcillo, en presidente provisional. El documento romano es s¨®lo una se?al de la conflictividad pol¨ªtica y ectesial que espera al nuevo presidente, elegido regularmente en 1972.
Conflictos pol¨ªticos
Hay, por un lado, un conflicto declarado entre la Iglesia y el r¨¦gimen de Franco. Para Carrero Blanco esa conflictividad es desagradecimiento de una Iglesia que s¨®lo ha recibido bienes del franquismo. El mismo Pablo VI tomaba cartas en el asunto colocando a Espa?a al mismo nivel de preocupaci¨®n que Vietnam. Las intervenciones de Guerra Campos desde Televisi¨®n, con su octavo d¨ªa, azuzaban la indignaci¨®n de un r¨¦gimen que deten¨ªa a los l¨ªderes de Comisiones Obreras, los del proceso 1.001, en la casa de ejercicios de Pozuelo, y entre ellos a varios cristianos. La opini¨®n p¨²blica se acostumbra a o¨ªr hablar de curas encarcelados que el Gobierno concentra en Zamora. M¨¢s de cuatro millones de pesetas en multas a curas navarros por homil¨ªas, m¨¢s de diecisiete millones en multas repartidas entre 150 sacerdotes.
El nuevo presidente, Taranc¨®n, apoyado por el nuncio Dadaglio, pega un frenazo a la renovaci¨®n del Concordato de 1953, que todos es timaban inservible. La asamblea de obispos, reunida el 15 de febrero de 1971, recibe dos cartas de recomendaci¨®n: una, del Gobierno, para acelerar el proceso; otra, de Roma, para aparcarlo. Con la publicaci¨®n del documento La Iglesia y la comunidad pol¨ªtica, de 1973, el r¨¦gimen del general Franco sabe que ha perdido definitivamente a su aliado tradicional. Por eso mismo crece la crispaci¨®n, que alcanza su punto ¨¢lgido con el caso A?overos, en febrero de 1974. El obispo de Bilbao manda leer en las iglesias de su di¨®cesis la homil¨ªa El cristianismio, mensaje de salvaci¨®n para los pueblos, donde reivindica la idiosincracia del pueblo vasco y el derecho a usar su lengua, que el Gobierno persigue. La homil¨ªa se convierte en asunto de Estado. La polic¨ªa le comunica retenci¨®n domiciliaria, y el Gobierno quiere exiliarle. Al parecer, tres de los cuatro cardenales tienen prepara da la bula de excomuni¨®n contra el presidente del Gobierno si la amenaza se ejecuta. Franco para los pies a un obcecado. Carlos Arias Navarro, que olvidaba aquello de ?con la Iglesia hemos topado, amiqo Sancho?.
Los ¨²ltimos meses del general Franco son testigos de enfrentamientos diarios. El Gobierno suspende la asamblea cristiana de Vallecas y la asamblea pastoral de Canarias. La polic¨ªa registra la residencia episcopal de El Ferrol. Cuando en septiembre de 1975, cinco militantes del FRAP y de ETA son condenados a muerte, Pablo VI interviene por tres veces para que se les conmute la pena. Es in¨²til. El grado de frialdad ha llegado a tal extremo que la representaci¨®n del Gobierno espa?ol se retira de la ceremonia de canonizaci¨®n de un santo espa?ol en Roma. Cuando el cardenal primado, Marcelo Gonz¨¢lez, pronuncia la homil¨ªa-paneg¨ªrico en la plaza de Oriente, a la muerte de Franco, todo el mundo sabe que la Iglesia del nacional-catolicismo se ha ido con el general. En el episcopado espa?ol domina el taranconismo pacientemente desarrollado por el, cardenal de Madrid y claramente expuesto en su ?homill¨ªa de los Jer¨®nimos? ante el rey, Juan Carlos I, el 27 de noviembre de 1975.
El carpetazo al nacional-catolicismo viene acompa?ado de unas fuertes tensiones intraeclesiales. En el seno de la Iglesia triunfalista de la posguerra se desarrolla una fuerte conciencia social que poco a poco desborda la matriz original: en 1960, y por hombres de la JOC, se crea la Uni¨®n Sindical Obrera; en 1961, y por hombres de Vanguardias Obreras, emerge la Alianza Sindical de Trabajadores, luego ORT. Muchos militantes de la HOAC est¨¢n entre los pioneros de CC OO. Cuadernos para el Di¨¢logo agrupa a buena parte de la oposici¨®n al r¨¦gimen, entre ellos, muchos cristianos. De ah¨ª saldr¨¢n curas obreros y militantes de partidos de izquierda que no siempre comparten o entienden las prudencias del taranconismo.
En marzo de 1973 nacen los movimientos de cristianos por el socialismo (ni en Avila ni en febrero, como dec¨ªa su escrito, sino en Vendrell y en marzo). Por el otro flanco se organizan lo que queda de nacional-catolicismo en las Hermandades Sacerdotales, con Guerra Campos al frente, que tambi¨¦n corean lo de Taranc¨®n al pared¨®n. Son a?os de gran ebullici¨®n, teol¨®gica: Espa?a sirve de trampol¨ªn. para Europa de la latinoamericana teolog¨ªa de la liberaci¨®n y se traduce y desarrolla la teolog¨ªa pol¨ªtica de Metz y Moltmann. A pesar de las tensiones, la jerarqu¨ªa espa?ola no cae en el anatema de los grupos cr¨ªticos, como sucedi¨® en Italia. Hay un esfuerzo de di¨¢logo como cuando un centenar de cristianos ocupa la nunciatura en Madrid para protestar contra la c¨¢rcel concordataria de Zamora, donde Dadaglio impide que sean encarcelados. A veces la cuerda se rompe, como cuando los obispos desmantelan los movimientos apost¨®licos presionados por el poder pol¨ªtico.
La tentaci¨®n corporativista de la iglesia
Bajo el lema del taranconismo, ?perder influencia pol¨ªtica y ganar credibilidad religiosa?, la Iglesia ha ido minando su apoyo al r¨¦gimen anterior y se ha preparado para afrontar la democracia. La primera consecuencia de este planteamiento fue su negativa a apoyar una Democracia Cristiana que oficiosamente le sirviera de correa de transmisi¨®n. Su deseo de independencia pol¨ªtica significaba una clara voluntad de volverse hacia su propia misi¨®n pastoral, una vez que la democracia la liberaba de funciones pol¨ªticas asumidas en la etapa anterior. Los ¨²ltimos a?os han demostrado, sin embargo, que esa vuelta hacia su propio interior se ha traducido en defensa prioritaria en el sistema democr¨¢tico, de sus propios intereses como instituci¨®n. Su actividad pol¨ªtica no ha cesado, aunque haya adquirido otra modalidad. La Iglesia no apoy¨® el nacimiento de una Democracia Cristiana, pero, cuando llegan las elecciones, la Iglesia dirige el voto cat¨®lico hacia los partidos que no apoyan el aborto o el divorcio. Cuando el Parlamento decide sobre una ley de ense?anza, la Iglesia vuelca su poder en favor de sus propios centros escolares, aunque para ello tenga que vestir la alternativa de una escuela p¨²blica y plural con la maniquea de calificaci¨®n ?escuela ¨²nica o estatalista ?.
A la asamblea plenaria de febrero de 1976 llega un formulario relleno por las provincias eclesi¨¢sticas sobre ?capitalismo y socialismo?, donde los obispos, lo m¨¢s que aceptan es un socialismo -no marxista- ?tipo-reforma social o grupos socialdemocr¨¢ticos?. Esta forma de actuar en democracia le permite escribir a Aranguren: ?La jerarqu¨ªa eclesi¨¢stica, diciendo que ,no elige, sin embargo, ha elegido. Ha elegido su centro y ha preferido su izquierda?.
? Del desconcierto al des¨¢nimo ?, as¨ª califica un obispo progresista la experiencia de la Iglesia a lo largo del proceso democr¨¢tico. La promesa hecha por Taranc¨®n en el discurso al rey de defender todo lo que significara bien com¨²n se ha venido interpretando de alguna manera -bajo la consigna de que ?el bien, bien entendido, empieza por el de uno mismo?. El anticlericalismo naciente seguramente tiene que ver con esta pol¨ªtica eclesial. Por lo que respecta al interior de la Iglesia, y esta es una cr¨ªtica que se hace frecuentemente al taranconismo, no se ha conseguido mantener ni integrar la vitalidad militante de los a?os dif¨ªciles.
El nuevo presidente no lo va a tener f¨¢cil. Recibe efectivamente una iglesia que apostando por la democracia ha conseguido romper el maleficio hist¨®rico de una Iglesia estructuralmente unida a fuerzas reaccionarias. Pero hay un brote anticlerical y un cierto des¨¢nimo interno que mucho tiene que ver con sus ¨²ltimas actuaciones.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.