La verdadera trama
LA MANIOBRA de falseamiento de la operaci¨®n Galaxia, golpe de Estado -frustrado en el grado de tentativa- capitaneado en noviembre de 1978 por el teniente coronel Tejero, se encamin¨® a presentar un proyecto de insurrecci¨®n armada en toda regla como si de una inocente charla de caf¨¦ se tratara. ?Aqu¨ª no ha pasado nada?, fue la conminativa moraleja que algunos medios extrajeron de aquella intentona y trataron de imponer a la opini¨®n p¨²blica. Por esa raz¨®n hay motivos para temer que la repetici¨®n del levantamiento faccioso del teniente coronel Tejero, que no concluy¨® en tragedia gracias a la retirada de otros apoyos militares, probablemente apalabrados, y a la ausencia de algunas adhesiones imaginadas, pueda ser despachada, dentro de unas semanas o de unos meses, con una f¨®rmula hom¨®loga.Del frustrado golpe de Estado del teniente coronel Tejero, dado con la ayuda del capit¨¢n de nav¨ªo Men¨¦ndez, otro sedicioso anteriormente tratado de forma excepcionalmente ben¨¦vola, tenemos constancia de algunos hechos incontestables. A los testimonios de los miembros del Gobierno y los representantes de la soberan¨ªa popular secuestrados se une el impresionante documental transmitido ayer por Televisi¨®n Espa?ola, que recoge los treinta minutos iniciales del brutal asalto al palacio del Congreso.
Sabemos as! que los sediciosos anunciaron la inmediata llegada al hemiciclo de una alta autoridad militar para dirigir la palabra a los diputados. La brevedad del plazo -un cuarto de hora o media hora- indica la probabilidad de que el invitado fuera una autoridad de la 1 Regi¨®n Militar o que hubiera viajado a Madrid esa misma tarde. ?Qui¨¦n era esa persona? ?Porqu¨¦ no acudi¨® a la cita con el teniente coronel Tejero? ?Cu¨¢les eran los enlaces entre el anunciado orador y los insurrectos?
Tambi¨¦n sabemos que el jefe del pelot¨®n facioso us¨® y abus¨® tanto del nombre del teniente general Milans del Bosch como de su bando militar para proclamar el estado de sitio en la III Regi¨®n, situado espectacularmente fuera de la Constituci¨®n y de la legalidad vigente y promulgado sin conocimiento -del Rey, pese a las facilidades para las comunicaciones telef¨®nicas entre el palacio de la Zarzuela y una capitan¨ªa general. Es seguro que el teniente general Milans del Bosch abus¨® de sus poderes y viol¨® la Constituci¨®n, que reserva la declaraci¨®n de los estados de excepci¨®n,"de alarma y de sitio al poder civil. La circunstancia de que don Juan Carlos fuera utilizado como falso testigo en la proclamaci¨®n del bando ensombrece todav¨ªa m¨¢s la decisi¨®n del capit¨¢n general de la III Regi¨®n y hace ineludible tanto su inmediata destituci¨®n como la averiguaci¨®n de sus eventuales responsabilida des penales al respecto. En cuanto a las presuntas connivencias entre el jefe del pelot¨®n sedicioso y el teniente general Milans del Bosch, que convertir¨ªan a ¨¦ste en el aut¨¦ntico organizador de la rebeli¨®n, crece la convicci¨®n de que son ciertas, toda vez que, al parecer, el general Milans se neg¨® a aceptar una orden de arresto dictada por la Junta de Jefes de Estado Mayor. Si el nombre del teniente general Milans del Bosch hubiera sido utilizado sin su previo conocimiento por el teniente coronel Tejero, el primer interesado en que los hechos probados sustituyeran a las conjeturas rumoreadas es precisamente el capit¨¢n general de la III Regi¨®n, sin acogerse al privilegio de tener que elegir entre su palabra y la del teniente coronel Tejero. Aparte de esa autoridad militar fantasm¨¢tica que no lleg¨® a la cita anunciada con los diputados y ministros secuestrados, y aparte tambi¨¦n de las implicaciones del teniente general Milans del Bosch en el caso, tambi¨¦n sabemos que un comandante y un capit¨¢n de la divisi¨®n acorazada se unieron a los sediciosos, y que otro capit¨¢n de esta misma unidad ocup¨® por la fuerza Televisi¨®n Espa?ola durante casi dos horas. ?Cu¨¢les eran los nexos que ligaban al teniente coronel Tejero con esos oficiales de la divisi¨®n Brunete? ?Actuaban estos conspiradores herm¨¦ticamente aislados de sus compa?eros en la sala de banderas? ?Terminan y se agotan las connivencias dentro de la I Regi¨®n Militar en este ¨²nico contacto?
Creemos que no hacemos sino expresar una idea compartida por mucha gente al considerar inveros¨ªmil la teor¨ªa del grupo salvaje encabezado por un trastornado al que secundaban unos cuantos oficiales fan¨¢ticos o desequilibrados y al que obedec¨ªan disciplinadamente suboficiales -y n¨²meros ignorantes del significado y alcance ¨²ltimo de la acci¨®n emprendida. Ya es dif¨ªcil de aceptar el espect¨¢culo, transmitido por Televisi¨®n, del descenso por una ventana, con las armas en la mano o en bandolera, de los guardias civiles sediciosos que hablan decidido rendirse y que se encaminaron, muchos de ellos todav¨ªa armados, a los autobuses que les esperaban. Resulta casi surrealista la escena de unos hombres que, despu¨¦s de haber asaltado el palacio del Congreso y haber mantenido bajo sus puntos de mira a los diputados y a los gobernantes de este pa¨ªs, avanzan libremente por la calzada, tras capitular, esgrimiendo todav¨ªa sus metralletas. Y lo que entra de lleno en el reino del absurdo es la tentativa de reducir a explicaciones psicol¨®gicas o psiqui¨¢tricas el golpe de Estado frustrado anteayer gracias a la decisiva intervenci¨®n del Rey. Los delirios ideol¨®gicos que dominan las cabezas del teniente coronel Tejero y de los dem¨¢s oficiales que secundaron su sedici¨®n colman diaria y semanalmente las p¨¢ginas de peri¨®dicos y semanarios -algunos con marchamo oficial- de medianas tiradas y circulaci¨®n preferente en los cuarteles, sin que a nadie se le haya ocurrido, hasta ahora, enviar a sus redactores y lectores al psiquiatra. Por desgracia, las ideolog¨ªas golpistas y parafascistas que gobiernan hoy el Cono Sur y hasta hace pocos a?os Espa?a; no hunden sus ra¨ªces en perturbaciones psic¨®ticas, sino en el suelo de nuestra sociedad y de nuestras instituciones. El desequilibrio de los frustrados golpistas pueda tal vez manifestarse en sus errores de calendario, de planteamiento log¨ªstico y de instrumentaci¨®n de los planes, pero en modo alguno en sus concepciones, que no por menos antihumanistas, totalitarias y vengativas dejan de tener vigencia pol¨ªtica.
La respuesta de los altos mandos militares al valiente llamamiento del Rey fue pr¨¢cticamente un¨¢nime. Ahora bien, seria una forma de enga?ar a la sociedad civil y de adular a las Fuerzas Armadas rehuir el planteamiento de una cuesti¨®n que preocupa hoy a muchos ciudadanos espa?oles. Pon Juan Carlos, capit¨¢n general de las Fuerzas Armadas, ejerce el mando supremo de todos los institutos militares, de acuerdo con el art¨ªculo 62 de la Constituci¨®n. No sabemos, sin embargo, hasta qu¨¦ punto algunos altos mandos de nuestras Fuerzas Armadas contemplan la figura del Rey como indisociablemente unida a la Constituci¨®n o, por el contrario, respetan en su persona s¨®lo la legitimidad hist¨®rica, tambi¨¦n reconocida en el art¨ªculo 57 de nuestro texto fundamental, y mantienen hacia su condici¨®n de titular de una Monarqu¨ªa parlamentaria sentimientos de indiferencia o incluso emociones de lealtades contrapuestas.
Otra cosa es el futuro pol¨ªtico de este pa¨ªs despu¨¦s de este acto criminal. Las fuerzas pol¨ªticas, los partidos, las organizaciones de empresarios, los sindicatos, las instituciones culturales, los hombres de Iglesia y de armas, la sociedad entera debe movilizarse en defensa de la Constituci¨®n de las libertades. Es temprano para hacer an¨¢lisis del inmediato momento pol¨ªtico, pero parece evidente que se necesita un Gobierno fuerte amparado por el m¨¢ximo de fuerzas parlamentarias que contin¨²e el proceso democr¨¢tico y garantice el cumplimiento de la Constituci¨®n. Igualmente, es necesario demostrar a la sociedad espa?ola que estos sediciosos soldados que se sublevan por segunda vez no lo har¨¢n una tercera. El recuerdo de la sanjurjada o del tancazo chileno debe hacemos reflexionar, lo mismo que las protestas c¨ªnicas o culpables, ingenuas o ignorantes cuando se ped¨ªa un castigo ejemplar para los conspiradores de la operaci¨®n Galaxia.
Obviamente, no todo ha terminado con la conclusi¨®n estrafalaria de este remedo nocturno de una Corte de los Milagros rediviva en la carrera de San Jer¨®nimo. Acaso tambi¨¦n hayan pretendido los golpistas reducir el Parlamento a una condici¨®n miserable o indigna. Ese desprecio merece su juicio y su castigo, y al margen las acciones del poder judicial, la creaci¨®n de una comisi¨®n de responsabilidades (precisamente dirigida desde el Parlamento) que llegue hasta el fondo de las tramas que amparan los golpes de Estado.
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