En el momento que escribo
estas l¨ªneas, a las dos de la madrugada de una noche fr¨ªa de febrero, desde mi ventana de un tercer piso de la Gran V¨ªa valenciana, tengo a pocos metros de distancia de mis ojos un tanque -un enorme, verdoso, terrible tanque- estacionado y tomando posiciones con su ca?¨®n... apuntando a miles de ventanas, a trav¨¦s de cuyos visillos se adivinan cabezas atemorizadas, ateniorizados ojos de pac¨ªficos ciudadanos, de familias con ni?os, de ancianos que ya vieron estas escenas antes, y vuelven a revivir ese p¨¢nico sordo, impotente, silencioso de quien no comprende nada... a lo lejos van avanzando con un ruido ensordecedor muchos m¨¢s carros blindados. Tiembla el pavimento de las calles, los cristales y los valencianos, que ante sus at¨®nitas miradas ven su ciudad tomada militarmente. Llegan cam ?o nes cargados de soldados,jeeps, coches de polic¨ªa, toman cada esquina de la gran avenida y los p¨¢jaros despiertan tan asustados como los seres humanos.,Se apagan las farolas del jard¨ªn central y la escena toma aspecto de pesadilla. Los tresj¨®venes que ocupan el tanque m¨¢s cercano, puedo ver que no tienen m¨¢s de veinte a?os. El ca?¨®n ahora apunta definitivamente a las ventanas de la sede del PSOE y a su bandera roja situada frente a mi ventana. La gente de las ventanas superiores deja caer los visillos y apagan las luces. ?Qu¨¦ es esto? ?Este horror y esta indignaci¨®n que nos invade a los ciudadanos de esta ciudad, esta humillaci¨®n de vernos amenazados por compatriotas de uniforme? ?Podremos olvidarlo alguna vez? Yo os aseguro que jam¨¢s nada volver¨¢ a ser igual.
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