El rompeolas de las Espa?as
LA MOVILIZACION ciudadana de Madrid, que ha desbordado cualquier previsi¨®n y ha roto todos los term¨®metros conocidos para registrar la asistencia de manifestantes y el calor popular, ha sorprendido incluso a sus convocantes y organizadores. El m¨ªtico mill¨®n que la propaganda oficial sol¨ªa regalar generosamente, infringiendo las normas del sentido com¨²n y los c¨¢lculos de superficie y cubicaci¨®n reales de la plaza de Oriente, a las concentraciones franquistas, siempre multiplicadas por diez, se ha convertido en un agregado real de hombres y mujeres, de ancianos, adultos y j¨®venes, de trabajadores, profesionales, empleados, estudiantes, amas de casa y empresarios, de militantes de izquierda y votantes de derecha, todos ellos unidos para la defensa de la libertad, de la democracia y de la Constituci¨®n y contra la cobarde agresi¨®n al Parlamento de un pelot¨®n faccioso de hombres armados que ocultaban su condici¨®n de terroristas bajo uniforme militar, y la traici¨®n al Rey de tres generales que abusaron de su nombre y de su amistad.La cifra de ciudadanos movilizados por la convocatoria de los partidos del arco constitucional -desde Alianza Popular al Partido Comunista, pasando por UCD y PSOE- no deber¨ªa sorprender a nadie. Al fin y al cabo, los cuatro partidos reunieron en las ¨²ltimas elecciones legislativas en la provincia madrile?a cerca de dos millones de sufragios. Aunque los extremistas de derecha y de izquierda tiendan a despojar de su valor sustantivo al sufragio libre y secreto, mediante el que cada ciudadano manifiesta a solas, reflexivamente y sin coacci¨®n, sus preferencias pol¨ªticas, los defensores de las instituciones democr¨¢ticas saben que el acto individual del voto constituye la clave de arco del sistema pluralista y del r¨¦gimen de libertades. Sin embargo, tambi¨¦n es cierto que los dem¨®cratas suelen mostrar resistencias a salir a la calle para manifestar con su presencia y afrontando riesgos una voluntad sobradamente registrada en las urnas, a diferencia de los grup¨²sculos, partidos o coaliciones que -como Fuerza Nueva, en la derecha, y Herri Batasuna, en la izquierda- piensan que el mejor destino de las urnas es el de ser rotas y que la fuerza de las armas y la contundencia de los golpes son las comadronas de la historia. Por esa raz¨®n, la impresionante respuesta a la convocatoria de una ciudadan¨ªa que habitualmente expresa sus opciones pol¨ªticas s¨®lo mediante el sufragio pone de relieve hasta qu¨¦ punto el insolente desaf¨ªo a la Constituci¨®n de los golpistas, la brutalidad del secuestro de los representantes de la soberan¨ªa popular y del Gobierno leg¨ªtimo de la naci¨®n por un pelot¨®n faccioso, la agresi¨®n tabernaria de varios hombres armados contra la noble figura del teniente general Guiti¨¦rrez Mellado y la zafiedad verbal y gestual de los asaltantes al palacio del Congreso han conmovido a la opini¨®n p¨²blica y han lanzado a la calle a los dem¨®cratas a esa ruptura de los h¨¢bitos tranquilos de la ciudadan¨ªa, tan poco propensa a afrontar las inclemencias del tiempo y a correr el riesgo de una provocaci¨®n armada. Ha contribuido tambi¨¦n poderosamente esa ruin historia de deslealtad al Rey protagonizada por hombres que, como el teniente general Milans del Bosch y el general Armada, figuras tristes de un drama shakespeariano de dobleces, protestaban de su respeto personal y de su fidelidad pol¨ªtica a don Juan Carlos.
A las calles de Madrid se lanzaron ayer por la tarde los descendientes de aquellos hombres y mujeres que en un oto?o de hace m¨¢s de cuatro d¨¦cadas ganaron para su ciudad el t¨ªtulo de capital de la gloria. Pero tambi¨¦n acudieron a la cita ciudadanos y ciudadanas de las clases acomodadas que votan opciones pol¨ªticas conservadoras o de centro derecha. En este sentido, la jornada de ayer tuvo una doble significaci¨®n hist¨®rica, ya que la manifestaci¨®n millonaria supuso el reencuentro de los trabajadores con su debilitada voluntad de lucha por las libertades y contra la dictadura y la aparici¨®n, tal vez por vez primera en nuestro pa¨ªs, de una derecha a la vez conservadora y constitucional.
Excepto algunas provocaciones aisladas, lanzadas desde la ultraderecha frustrada y derrotada, y desde los grup¨²sculos de extrema izquierda, la gigantesca movilizaci¨®n se desarroll¨® en un admirable clima de serenidad, firmeza y madurez. Su columna vertebral fue la afirmaci¨®n de la libertad, la democracia y la Constituci¨®n frente a quienes intentan destruirlas, la manifestaci¨®n de quienes aman la vida frente a quienes rinden culto a la muerte, de quienes defienden las libertades concretas frente a quienes se proponen aniquilarlas en nombre de abstracciones totalitarias, de quienes luchan por la felicidad frente a quienes son incapaces de alcanzarla porque s¨®lo anida en su alma la desolaci¨®n, la frustraci¨®n personal y la violencia.
Las noticias que llegan del resto de las capitales del pa¨ªs confirman el vigor y la extensi¨®n de la protesta ciudadana contra los golpistas y de la voluntad popular de luchar por la libertad, la democracia y la Constituci¨®n. Las cifras de manifestantes de Valencia, tan impresionantes como las de Madrid en t¨¦rminos proporcionales, muestran que el rechazo al golpe de Estado ha tenido mayor fuerza emocional precisamente en las dos ciudades que sirvieron de escenario a las acciones sediciosas. Tiempo habr¨¢, en cualquier caso, para volver sobre esta movilizaci¨®n de Espa?a entera y para seguir reflexionando sobre su significaci¨®n hist¨®rica y pol¨ªtica. Baste por hoy con subrayar que Madrid volvi¨® a ser ayer el rompeolas de todas las Espa?as.
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