La autoridad competente
En 1672, los hermanos Witt, l¨ªderes de la burgues¨ªa holandesa republicana, fueron asesinados en La Haya durante una revuelta inspirada por ej¨¦rcito y nobleza, partidarios de conceder poderes absolutos a la casa Orange; el sereno y luminoso Spinoza, arrebatado de indignaci¨®n c¨ªvica, compuso un pasqu¨ªn titulado Ultimi barbarorum, y quiso salir a pegarlo por las calles de la ciudad con riesgo de su vida. Aquellos absolutistas que sublevaron al fil¨®sofo de la alegr¨ªa activa eran ciertamente b¨¢rbaros, pero en modo alguno los ¨²ltimos: en Espa?a, por ejemplo, los b¨¢rbaros se han aclimatado estupendamente y no hay modo de librarse definitivamente de ellos. Aqu¨ª nunca se puede decir que unos b¨¢rbaros son los ¨²ltimos, porque en seguida asoma la nueva remesa en el horizonte: desde luego no somos la reserva espiritual de Europa, pero s¨ª su reserva de b¨¢rbaros. Forman parte de la fauna menos amenazada de nuestra tierra, productos t¨ªpicos del paisaje como los tulipanes de Holanda o de la artesan¨ªa local como los spaguetti a la bolo?esa. Cuando irrumpieron, hace unos d¨ªas, en el Parlamento con sus sanos rebuznos caracter¨ªsticos, sus pistolas y sus almas de botijo -y lo de almas ya es mucho conceder a estos desalmados-, todos suspiramos: bueno, pues ya est¨¢n aqu¨ª. Consuma productos t¨ªpicamente nacionales: en el guignol hispano, a Juanito siempre se lo come el lobo feroz, ayudado por el guardia de la tranca. Y a los espectadores s¨®lo nos queda gritar: ??Por d¨®nde vienen? ?Por all¨ª, por all¨ª! ?, y ??Por d¨®nde nos vamos? ?Por all¨¢, por all¨¢!?. No nos atrevemos a llamar ¨²ltimos, ni siquiera pen¨²ltimos, a estos b¨¢rbaros: son los de siempre, los eternos. Es falso creer que llegaron el lunes, porque nunca se han ido. Siguen en lo suyo de toda la vida nacional, conspirando, torturando, bufando sus estribillos inyectados de sangre, metiendo en cintura, sacando el pecho... Haciendo patria, vamos. Ese lunes les toc¨® movida y kermesse heroique, carnavalada propia de las fechas; pero se acerca la cuaresma, que es tiempo de mucha penitencia, y luego la semana santa y el calvario... Los b¨¢rbaros espa?oles no se hacen de rogar tanto como los de Kavafis: llegan siempre, m¨¢s bien antes que despu¨¦s. Ustedes me dir¨¢n si ponemos el cuello o plantamos cara.A mi juicio, la clave de la barbarie hisp¨¢nica se concentra en las tres palabras que repet¨ªa con fruici¨®n el sangu¨ªneo Tejero durante su breve arenga a las calvas de los parlamentarios: ?La autoridad competente?. Amigo del pleonasmo, a?ad¨ªa: ?Por supuesto, militar?. Faltar¨ªa m¨¢s. ?Cu¨¢l es la autoridad competente? Pues bien claro est¨¢; la que no admite competencia ninguna, la m¨¢s autoritaria de todas. ?Yo no dialogo?, contest¨® en una ocasi¨®n Tejero a cierto parlamentario que fing¨ªa no entender del todo el juego b¨¢rbaro. Claro que no dialoga, porque eso es cosa de incompetentes: la autoridad competente s¨®lo ladra voces de mando. ?Autoridad? viene de augere, que significa ?hacer crecer?, pero es claro que esta etimolog¨ªa s¨®lo es v¨¢lida para la autoridad incompetente; la competente, en cambio, debe dedicarse a infantilizar, a convertir en guarder¨ªa o reba?o a la clientela sobre la que se ejerce: ??Estensen quietos, co?o!?. Si es que son como ni?os... Aqu¨ª nunca faltan voluntarios para constituirse en autoridad competente. Tienen su propia jerga, que var¨ªa un poco el uso habitual de los t¨¦rminos: ?valor? y ?gallard¨ªa?, por ejemplo, significa que cuatro o cinco hombres j¨®venes bien armados maltraten a un anciano desarmado que con envidiable arrojo se neg¨® a ceder el paso a la recua; ?honor? es traicionar cuando a uno le conviene la fidelidad jurada y aprovechar las armas y el entrenamiento pagado por todos los ciudadanos para volverse contra ellos a la primera de cambio; ?patria? es una finca particular donde trabajan unos cuantos millones de reclusos, cuyas opiniones y deseos nada cuentan, para mantener a un pu?ado de guardabosques y cazadores furtivos; ?disciplina? no consiste en obedecer a los mandos legitimados por la voluntad general institucionalizada, sino que es la mutua complicidad de la banda de mafiosos de cuya solidaridad depende el m¨¢s sustancioso bot¨ªn... y as¨ª muchas otras. La autoridad competente no da razones, pero a ella hay que darle siempre la raz¨®n, por el mismo motivo que es aconsejable re¨ªr los chistes del borracho bravuc¨®n en la taberna: porque lleva navaja. De modo que ya llega la autoridad competente: ustedes me dir¨¢n si ponemos el cuello o plantamos cara.
Claro que la barbarie siempre encuentra apoyos expl¨ªcitos o impl¨ªcitos, tontos ¨²tiles o tan in¨²tiles que terminan siendo utilizados. Los que convierten al
Rey en detenteba la forman parte de ¨¦stos y no cejar¨¢n ni aun ahora que ¨¦l mismo les ha dicho que ya va siendo hora de que se busquen otro paraguas; ?la de loores grotescos que hubo que o¨ªr de tiralevitas y lameculos cuando el epi-
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sodio de Guernica, en que los parlamentarios de Herri Batasuna se limitaron a recordarle en tono coral d¨®nde estaba y le mostraron una cara del pueblo vasco que se le pretend¨ªa escamotear ... ! Una cosa es hacer de necesidad virtud y otra convertir la necesidad en vicio: la paternalizaci¨®n del Estado, quiz¨¢ forzosa en un primer momento, no lleva ahora m¨¢s que a una cloqueante minor¨ªa de edad de la que pronto se aprovechan los de la ?autoridad competente?. De quienes por desidia, zalamer¨ªa o inter¨¦s propio quieren convertir a la Corona en ¨²nica garant¨ªa de la solidez democr¨¢tica estamos ya hasta la coronilla casi todos... supongo que empezando por el propio Monarca. Complementarios de los anteriores son los entusiastas de la ?serenidad? del pueblo espa?ol: somos un pueblo tan sereno que van a terminar por degollarnos en la cama o, mejor, viendo por televisi¨®n c¨®mo deg¨¹ellan a nuestros vecinos. El Parlamento ha coagulado la iniciativa c¨ªvica del pa¨ªs, convirtiendo a todos los ciudadanos en espectadores de una especie de t¨ªteres de cachiporra en los que el neandertalense Tejero puso su grano de sal. No hubo ni una manifestaci¨®n espont¨¢nea, ni una asamblea en la perfectamente muerta universidad, donde todo funcion¨® ?normalmente?, como si lo normal al d¨ªa siguiente -o en el primer d¨ªa- de un golpe de Estado fuera tomar apuntes sin rechistar. Dijo Walter Benjamin que ?los parlamentos presentan un p¨¢lido y triste espect¨¢culo porque no han conservado la conciencia de las fuerzas revolucionarias a las que deben su existencia?. Debiera ser misi¨®n de los representantes parlamentarios de izquierda conservar vivo el nexo con esas fuerzas y propiciar las iniciativas de las tales, en lugar de acogotarlas en un ¨¦xtasis contemplativo que deja las manos libres a Tejeros y tejedores. Un pa¨ªs demasiado manejable es manejable por cualquiera, como saben muy bien los de la autoridad competente. Claro que no faltar¨¢n quienes preconicen la intensificaci¨®n de las componendas desmovilizadoras, como si el golpe hubiese llegado el d¨ªa que se invest¨ªa a un candidato de izquierdas... ?Cu¨¢ntos realmente est¨¢n con el fondo de la barbarie derechista de Tejero, del que s¨®lo rechazan la forma? ?Cu¨¢ntos neodem¨®cratas est¨¢n dispuestos a llegar a lo de Tejero por otras v¨ªas? ?Qu¨¦ raz¨®n ten¨ªa Juan Mari Bandr¨¦s al trazar esa l¨ªnea tan denostada, pero que bien entendida toca la llaga de la situaci¨®n! Para qu¨¦ seguir acumulando complementarios de Tejero, tales como los obispos, que, fieles a s¨ª mismos, esperaron a ver qui¨¦n ganaba antes de enviar su convencional comunicado y seguir su labor de zapa contra todo lo que de progresista se pretenda en el Congreso; o los propagandistas de la pol¨ªtica maniquea de bloques, tan caros a la ideolog¨ªa b¨¢rbara, empe?ados en curarnos con el siniestro Haig (que es un Tejero afeitado y con pent¨¢gono en lugar de tricornio) del l¨²gubre Breznev (Carrero Blanco descendido de los cielos en olor de vodka), o viceversa, que tampoco faltan. De lo que se trata ahora es de dejar bien claro que si llega la ?autoridad competente? va a tener que trabajar ella, edificar ella, sembrar ella, ense?ar ella y pescar ella (si es que puede), porque los dem¨¢s estaremos donde haya que estar para resistir como ciudadanos del siglo XX a nuestro tradicional y t¨ªpico pleistoceno. Pues no hay alternativa en la hora de la autoridad competente: o poner el cuello o plantar cara.
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