Queen abarrota los mayores estadios de Argentina y Brasil
Suram¨¦rica recibe encantada al "?rock? dinosaurio"
Argentina sigue viviendo el Mundial-78, su ¨¦xito del Mundial. Tal vez por ello, cuando la semana pasada Freddie Mercury, cantante de Queen, soltaba aquello de We are the champions (Nosotros somos los campeones), el estadio V¨¦lez Sarsfield temblaba emocionado porque en ese momento se un¨ªan dos orgullos nacionales: el gol de Kempes y la apertura de Argentina a los grandes, grand¨ªsimos conciertos de rock internacionales.
A Suram¨¦rica no suelen ir los grupos punteros de rock. O, al menos, no van cuando se encuentran en su mejor momento, y siempre lo hacen con un equipo reducido, nada que ver con lo habitual en Europa, Estados Unidos o Jap¨®n. Es una simple cuesti¨®n log¨ªstica y un prejuicio descalificador. A pesar de ello, y como un reto, Queen (120.000 elep¨¦s de The game vendidos) y su apoderado comenzaron a trabajar en esa idea hace casi un a?o. Se trataba de mostrar c¨®mo puede ser rentable montar una gira de este tipo sin por ello perder dinero, metiendo a casi medio mill¨®n de personas en ocho actuaciones. Y hacerlo a lo grande y por vez primera al aire libre.Desde Tokio, donde acababa de actuar el grupo, se flet¨® un avi¨®n de carga (un DC-8) para transportar parte del equipo de luces y sonido. La otra parte llegar¨ªa desde Los Angeles a bordo de un
B-707. Un barco, desde Miami, traslad¨® todos los elementos del escenario. Se utilizaron veinticuatro personas para el montaje t¨¦cnico, a cuyas ¨®rdenes trabajaron unos cien argentinos, que tardaron una semana en montar un escenario de cuarenta metros de ancho por quince de fondo y casi treinta de alto. El valor de todo el equipo se situaba en torno a los cien millones de pesetas, y el coste diario a lo largo de un mes de la operaci¨®n se pon¨ªa en unos cuatro millones de pesetas. Adem¨¢s, y en previsi¨®n de los feroces aguaceros porte?os, se importaron cien rollos de hierba-artificial para cubrir el campo.
El Gobierno, feliz
El Gobierno argentino, bien consciente de la publicidad que esto le supon¨ªa, dio todo tipo de facilidades, proporcion¨® casi trescientos polic¨ªas para vigilar el recinto, a lo que hab¨ªa que sumar otras doscientas personas que, como servicio de orden, hab¨ªa contratado la organizaci¨®n, la misma que se encarga de los espect¨¢culos, como el famoso de Julio Iglesias, que se desarroll¨® en este mismo estadio del V¨¦lez. De hecho, el club se vio despojado de su cancha y tuvo que trasladarse a otra parte para jugar su partido del domingo pasado.Las entradas, como todo en Argentina, estaban por las nubes -de 1.500 a 4.500 pesetas-, a pesar de lo cual el s¨¢bado 28 y el domingo 1 de marzo las gradas del estadio y gran parte del c¨¦sped (se repartieron unas setecientas acreditaciones de Prensa) se encontraban materialmente abarrotadas, mientras fuera otros cuantos cientos de j¨®venes esperaban algo que nunca llegaba, registr¨¢ndose escenas pintorescas de llanto que nunca pasaban a mayores porque el p¨²blico de all¨ª no parece muy violento. Eso, a pesar de que el concierto se retransmiti¨® por el canal 9 de televisi¨®n.
Y ya despu¨¦s de una desgalichada actuaci¨®n del grupo argentino SAS, se presentaron los organizadores, y bajo la presidencia del general jefe de la Polic¨ªa Nacional se iz¨® la bandera argentina entre la emoci¨®n de un respetable que no parece concebir esto del rock como algo contracultural ni alternativo.
Contra la depresi¨®n
La actuaci¨®n de Queen fue normal, pero emocionante. Quiero decir que en Europa seguir¨ªan resultando tan pretensiosos y cargantes como cuando les vimos por aqu¨ª, pero comprobar c¨®mo 40.000 personas alucinaban ante su despliegue de luces y de sonido, c¨®mo coreaban de manera asombrosa sus canciones, c¨®mo disfrutaban ante lo nunca visto, dotaba a todo aquello de un sentido. Simple entretenimiento, cierto, pero bastante para un pa¨ªs algo deprimido.Queen tambi¨¦n disfrutaban, tanto que sus componentes tuvieron que salir del estadio introducidos en un cami¨®n blindado de la polic¨ªa. De all¨ª a otras ciudades argentinas y, m¨¢s tarde, al monstruoso Brasil, con sus estadios Maracan¨¢ (192.000 plazas) y Motumbi, de S?o Paulo (150.000). Suram¨¦rica y sus reg¨ªmenes se abren al ?rock dinosaurio?. Tanto mejor para ellos.
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