?Qu¨¦ pol¨ªtica econ¨®mica?
CONVOCADA POR el presidente del Gobierno, acaba de iniciarse una primera ronda de conversaciones con las fuerzas empresariales y sindicales. El contenido de qu¨¦ propuestas tiene el Gobierno en la cartera es hoy por hoy desconocido, pero la revista semanal que edita el Ministerio de Econom¨ªa y Comercio en su n¨²mero del 5 de marzo analizaba la situaci¨®n de la econom¨ªa espa?ola y propon¨ªa una serie de recomendaciones de pol¨ªtica econ¨®mica que probablemente responde en cierta medida a los prop¨®sitos del Ejecutivo.Se caracteriza la econom¨ªa espa?ola por un problema energ¨¦tico cuya factura equivale al producto del trabajo de 800.000 personas activas o a un valor equivalente al 60% de todas nuestras exportaciones de mercanc¨ªas. En segundo lugar, en el sistema de ingresos p¨²blicos, el 50% corresponde a las cuotas de la Seguridad Social, que se definen ?como un impuesto regresivo sobre el empleo con efectos negativos sobre la creaci¨®n de puestos de trabajo?. Un tercer rasgo distintivo -seg¨²n el trabajo apuntado- es un r¨ªgido sistema de relaciones laborales y unos sindicatos en plena competencia ?para ampliar sus ¨¢reas de influencia? y contrarrestar ?la baja afiliaci¨®n, altas tasas de abstenci¨®n en las elecciones sindicales y la proliferaci¨®n de movimientos asamblearios?.
El resultado de estos sumandos ha provocado -a?ade la revista- un crecimiento relativo de los salarios superior al de los otros pa¨ªses de la OCDE. Los datos citados por ICE (fuente OCDE) arrojan un crecimiento de los salarios en Espa?a, entre 1973 y la primera mitad de 1980, del 64%, frente a un 32% en Italia, un 16% en Alemania y una ca¨ªda del menos 5,4% en Estados Unidos; pero si se compara la evoluci¨®n de la poblaci¨®n ocupada resulta que mientras en Estados Unidos ha crecido en el pasado decenio desde 83 a 106 millones, en Espa?a ha descendido desde 12,3 a 11,2 millones. Pero es preciso se?alar que para enjuiciar estos datos hay que entender que el nivel adquisitivo de los salarios en 1973 era todav¨ªa muy inferior al de otros pa¨ªses apuntados. Utilizar estos porcentajes alegre y arbitrariamente es, por eso, de una demagogia nada conveniente en los actuales momentos. El ¨²ltimo rasgo negativo se?alado es la existencia de un sector p¨²blico ?con un nivel de eficacia y productividad bajo?, que adem¨¢s, como consecuencia de un aumento rapid¨ªsimo de los gastos corrientes y de las transferencias, ha pasado de un envidiable equilibrio a un d¨¦ficit preocupante.
El panorama no es precisamente mejor para suscitar el entusiasmo. Quiz¨¢ la primera tarea del equipo del Gobierno consista en contrastar su an¨¢lisis con el de los representantes sindicales para identificar las coincidencias y, naturalmente, marcar las diferencias. Pero en el supuesto de que el examen de la situaci¨®n no se apartase de modo significativo del elaborado por el Ministerio de Econom¨ªa y Comercio, las prioridades de la pol¨ªtica econ¨®mica que el Gobierno est¨¦ dispuesto a adoptar no ser¨¢n otras que las que traten de cambiar la situaci¨®n descrita.
La crisis energ¨¦tica ha llevado a una carrera en los aumentos de los precios del petr¨®leo que repercutir¨¢ negativamente cada vez m¨¢s en el bolsillo del consumidor. En la medida en que no se ha producido el reajuste energ¨¦tico -y en que no se ha resuelto, con un debate nacional y abierto, el tema de lasenerg¨ªas alternativas-, las p¨¦rdidas de muchas empresas y sectores recaen hoy en forma de subvenciones sobre los presupuestos y son causadirecta de su d¨¦ficit.
El proclamado desajuste entre el crecimiento de salarios y beneficio empresarial apunta tambi¨¦n a una mayor exigencia de austeridad por parte del Gobierno. Una pol¨ªtica de este g¨¦nero debe ser contemplada con cautelas y el Estado no puede abordarla sin ofrecer en contrapartida una contenci¨®n severa de sus gastos superfluos, eliminando la corrupci¨®n y el pluriempleo administrativo y mejorando sus rendimientos a trav¨¦s de un programa eficaz de inversiones p¨²blicas que contribuya a paliar el desempleo. Si las inversiones se aplican en los sectores claves y mejoran las perspectivas de rentabilidad de las empresas, aumentar¨¢ el empleo y tambi¨¦n se obtendr¨¢n unos mayores ingresos presupuestarios, producto de una actividad creciente, que permitir¨¢ apoyar una reactivacion econ¨®mica durante el tiempo necesario como para que la crisis no sea una eterna pesadilla de nuestro r¨¦gimen democr¨¢tico. Pero pedir sin m¨¢s austeridad a los ciudadanos a cambio de nada -cuando el esfuerzo fiscal de los ¨²ltimos a?os ha ido a sufragar las corruptelas y trapisondas de la Administraci¨®n- no es ya una mala pol¨ªtica econ¨®mica, sino una mala pol¨ªtica a secas. La respuesta a la crisis est¨¢ en la confianza y en la solidaridad de los ciudadanos. Dos cosas que si no genera el Gobierno -desde la ejemplaridad- dar¨¢n la antorcha de las ilusiones y del futuro a quien tenga el valor y la eficacia de producirlas.
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