El marques y su palacio
Dice Berlanga, hablando de su ¨²ltima pel¨ªcula, que ?la aristocracia, en nuestros d¨ªas, ante la imposibilidad de pervivir en sus feudos campesinos, se ha insertado en el mundo de los negocios o en el mundo pol¨ªtico y cultural de la ciudad. De ambas maneras se ha prostituido y ha perdido su antigua grandeza?.Consideraciones hist¨®ricas aparte sobre el papel de la aristocracia en la sociedad espa?ola, y dejando a un lado la cultura, mundo en el que la aludida inserci¨®n no parece demasiado evidente, tal clase, hoy un tanto devaluada, viene a ser la protagonista, de esta nueva aventura nacida a la sombra de La escopeta nacional. Vuelven algunos de sus personajes, m¨¢s o menos cambiados sus rostros y actitudes, a la sombra de un antiguo palacio, que quieren rescatar para -reci¨¦n venidos, del exilio- recuperar pasadas grandezas.
Patrimonio nacional
Argumento y gui¨®n: Rafael Azcona y Luis G. Berlanga. Fotograf¨ªa: Carlos Su¨¢rez. Montaje: Jos¨¦ Luis Matesanz. Int¨¦rpretes: Luis Escobar, Jos¨¦ Luis L¨®pez V¨¢zquez, Amparo Soler Leal, Luis Ciges, Jos¨¦ Luis de Vilallonga, Siliane Stella, Mary Santpere, Agust¨ªn Gonz¨¢lez, Jos¨¦ Ruiz Lifante. Espa?a. Humor. 1981. Locales de estreno: Real Cinema, Proyecciones. Carlton
Entre los que en ¨¦l viven, y los que hasta su puerta llegan desde Francia y provincias dispuestos a salvarlo se va trazando un ce?ido campo de humor, a ratos tierno y a ratos agresivo, donde, como en filmes anteriores del mismo autor, no se olvida alguna inevitable alusi¨®n escatol¨®gica. Desde el humor cruel al puro disparate, del retrato deformante al gusto por la s¨¢tira, se nos ofrece aqu¨ª una galer¨ªa de personajes en torno al viejo marqu¨¦s que, en busca de su tiempo perdido, parece dispuesto a resucitar tiempos mejores.
Opera bufa en la que un nutrido coro juega papel fundamental, este retrato fiel de un fin de raza, interpretado a la perfecci¨®n por Luis Escobar, es uno de los m¨¢s acabados de nuestro poco inspirado cine nacional. Con un pie en la locura de la l¨®gica y el otro en la antesala de lo tr¨¢gico, Luis Escobar supone, de por s¨ª, gran parte de la f¨¢bula, con sus hijos naturales o no, su mujer fiel y ad¨²ltera a la vez, sus preocupaciones monetarias, sus obsesiones de universal taca?o y, al tiempo, con su paternalismo desmedido.
En torno al, marqu¨¦s gira toda una cr¨®nica brillante de intereses mezquinos, adulterios, celos, mentiras y verdades; un mundo, en realidad, desintegrado desde mucho tiempo antes. Echando una mirada atr¨¢s, sobre la ya larga carrera de Berlanga, dejando a un lado El verdugo, quiz¨¢ sea esta de ahora su mejor pel¨ªcula. Nada en la historia aparece forzado o gratuito. Su humor es de mejor ley que en anteriores ocasiones, como su modo de narrar, en el que colabora, como es habitual, Rafael Azcona.
Es tambi¨¦n la mejor de su filmograf¨ªa por el modo preciso en que ha sido rodada: con una t¨¦cnica cuyo mejor valor es que apenas se nota, a pesar de sus planos-secuencia prolongados, repletos de figuras que cruzan, se detienen, se siguen o dialogan entre muros desnudos y habitaciones desoladas.
El final es un acierto, alegor¨ªa triste y a un tiempo abierta, como toda la historia, desde la estupenda escena del banco, en la que los banqueros, por una vez, parecen tales, hasta la espera del monarca que nunca llegar¨¢; burla y mentira de una ¨¦poca para siempre perdida y encerrada entre facturas que nunca se pagar¨¢n y viejos trajes de fiestas olvidadas.
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