El presidente Ronald Reagan, fuera de peligro tras el atentado sufrido anoche en Washington
El presidente norteamericano, Ronald Reagan, de setenta a?os, se encuentra fuera de peligro y su estado de salud no inspira inquietud a los m¨¦dicos que le atienden, tras el magnicidio frustrado perpetrado ayer contra ¨¦l por un joven en la puerta del hotel Hilton de la capital federal. Dennis O'Leary, jefe de cirug¨ªa del hospital George Washington, asegur¨® que el presidente hab¨ªa superado por su excelente salud. las heridas y que desde hoy mismo podr¨ªa volver a tomar decisiones.
Despu¨¦s de m¨¢s de dos horas de operaci¨®n y un desistimiento inicial, una bala del calibre 22, disparada contra Reagan por un joven de veinticinco a?os, a unos tres metros de distancia y que se le hab¨ªa alojado en el pulm¨®n izquierdo, le fue: extra¨ªda en la mesa d¨¦ operaciones por un equipo de cirug¨ªa, al filo de las dos de la madrugada, hora de Madrid.A esa misma hora llegaba a Washington el vicepresidente, George Bush, procedente de Tejas, para asumir internamente, de hecho, la m¨¢xima autoridad de Estados Unidos, mientras hasta entonces le sustitu¨ªa en la Casa Blanca el secretario de Estado, Alexander Haig, que inform¨® a los Gobiernos aliados y al de la Uni¨®n Sovi¨¦tica de los sucesos,
La consternaci¨®n mantuvo en vilo a la opini¨®n p¨²blica norteamericana durante varias horas, informada en directo del suceso por la televisi¨®n. Reagan, que entr¨® por su propio pie en el hospital George Washington, mostraba su camisa manchada de sangre. La bala le entr¨® por la axila, pas¨® cerca del coraz¨®n del presidente, a unos tres cent¨ªmetros de distancia, y penetr¨® en su pulm¨®n i2quierdo siete cent¨ªmetros.
Jim Brady, jefe de Prensa de la Casa Blanca, que caminaba junto al presidente a, la salida de ambos del hotel Hilton, se hallaba esta madrugada en estado cr¨ªtico, ya que recibi¨® un balazo en la sien izquierda, con salida por el parietal derecho. El autor de los disparos, que tambi¨¦n hiri¨® gravemente a dos polic¨ªas, es un joven de veinticinco a?os sin antecedentes penales, John Warnock Hinkley, ex discjokey de una discoteca de Denver actualmente en paro, de familia acomodada de Evergreen, en el Estado de Colorado. Ha sido detenido.
El presidente norteamericano ten¨ªa una bala alojada en el pulm¨®n izquierdo. El proyectil pas¨® a menos de tres cent¨ªmetros de su coraz¨®n, tras penetrarle por la axila. Los m¨¦dicos consideraron que era mejor no extraerle la bala y le aplicaron varias transfusiones de sangre. El presunto autor de los disparos, John Warnock Hinkley, estaba siendo interrogado por los servicios secretos en Washington, mientras la confusi¨®n reinaba en todo el pa¨ªs, con millones de norteamericanos frente a sus receptores de televisi¨®n y, de radio para seguir las noticias del atentado perpetrado contra la m¨¢xima autoridad de Estados Unidos en la puerta del hotel Hilton a las 14.30 horas (21.30, hora de Madrid).
La espera del vicepresidente, George Bush, que se hallaba de viaje por el Estado de Tejas en el momento de ocurrir el atentado, se hizo interminable en la capital federal. Entre tanto, Alexander Haig se hac¨ªa cargo de la Casa Blanca, a la espera de Bush. Los miembros del comit¨¦ de crisis se reunieron en la Room Situation de la Casa Blanca, mientras los despachos de Prensa retardaban paulatinamente la informaci¨®n, presumiblemente para evitar situaciones de p¨¢nico en la poblaci¨®n.
Ronald Reagan ingres¨® por su propio pie en el hospital George Washington de la capital federal. Apoyado en los hombros de dos de sus escoltas, los curiosos que presenciaron su llegada quedaron aterrados cuando observaron c¨®mo de la camisa del presidente, en su costado izquierdo, manaba sangre abundantemente.
Empero, Reagan conservaba lucidez plena. Incluso bromeaba. A su esposa, Nancy, le dijo que ?he olvidado agacharme en el momento de los disparos?, y poco antes de ser conducido a la mesa de operaciones pregunt¨® a uno de sus consejeros, Edwin Meese: ??Qui¨¦n se hace cargo de la tienda??.
El jefe de Prensa de la Casa Blanca, James Brady, y un polic¨ªa, en estado cr¨ªtico
La confusi¨®n continuaba siendo grande en Washington, pese a la actitud tranquilizadora del propio presidente.La edad de Ronald Reagan, setenta a?os, y la abundante p¨¦rdida de sangre aIarm¨® extremadamente a los norte americanos, inquietos con la evoluci¨®n de las noticias sobre la salud del presidente, ya que, en un principio, se dijo que Reagan hab¨ªa resultado ileso. Muy probablemente, hasta pasado un cierto plazo, ni el mismo presidente percibi¨® que estaba herido, como algunos m¨¦dicos llan puesto de relieve. Esta suposici¨®n la avala el hecho de que Reagan no ingresara en el quir¨®fano del hospital George Washington. hasta una hora despu¨¦s del aten lado.
Mientras la m¨¢quina constitucional norteamericana se pon¨ªa en marcha -el vicepresidente, George Bush, debe sustituir al presidente en casos de fuerza mayor- la Casa Blanca intentaba tranquilizar a la poblaci¨®n, tamizando cuidadosamente la informaci¨®n. Incluso Michael Reagan, hijo mayor del presidente, asegur¨® anoche que su padre se hallaba en buen estado f¨ªsico.
Por su parte, el Ministerio de Defensa aseguraba que las fuerzas armadas nortearriericanas se encontraban en "condiciones de defensa de grado 5", el nivel de alerta m¨¢s bajo para situaciones de paz, seg¨²n las fuentes oficiales.
La situaci¨®n de los heridos, sin embargo, parece mucho m¨¢s contrevertida. James Brady, jefe de Prensa de la Casa Blanca, se hallaba a primera hora de la madrugala, hora de Madrid, en grav¨ªsimo estado. Incluso la oficina de Prensa de la Casa Blanca asegur¨® varias veces que Brady, de cuarenta a?os, hab¨ªa fallecido, si bien posteriormente esta informaci¨®n fue desmentida.
Los hechos comerzaron a las 14.30, hora de Washington (21.30, hora de Madrid). El presidente norteamericano abandonaba a esa hora el hotel Washington Hilton, en el centro de la capital federal, adonde hab¨ªa acudido a una reuni¨®n con dirigentes del sindicato de la construcci¨®n adscrito a la AFL-CIO, la principal central sindical estadounidense, ante los cuales se hab¨ªa referido a las altas cotas de violencia en Estados Unidos.
Los disparos
Reagan abandon¨® el hotel en medio de aclamaciones, repetidas a su salida del Hilton. Cuando el presidente manten¨ªa su brazo izquierdo en alto, saludando a los curiosos y a los periodistas que permanec¨ªan junto a la puerta, John W. Hinkley sac¨® su pistola, de calibre 22, y dispar¨® sobre Reagan y su comitiva a unos tres metros escasos de distancia.
La confusi¨®n fue total. Mientras los miembros de la escolta de Reagan empujaban velozmente al presidente para introducirle a la fuerza en el interior del autom¨®vil presidencial, el cuerpo ex¨¢nime del jefe de Prensa de la Casa Blanca, Jim Brady, rodaba por la acera con la cabeza ensangrentada.
Reagan sufri¨® uncluso un golpe contra su propio autom¨®vil, mientras decenas de agentes se precipitaban, provistos de sus armas reglamentarias, contra Hinkley, quien apenas sin estorbos hab¨ªa disparado seis balas de su pistola. Los cuerpos de Brady y los de dos polic¨ªas, uno del servicio de escolta -Timothy MacCarthy, de 31 a?os- y otro de la Polic¨ªa Municipal de Washington -Thomas Delahanty, de 45- comenzaban a formar grandes charcos de sangre en el suelo.
Dos proyectiles fueron a dar sobre el autom¨®vil presidencial cuando ya Ronald Reagan se hab¨ªa adentrado en su interior, empujado por sus agentes de escolta. Las c¨¢maras de televisi¨®n de distintas cadenas norteamericanas transmit¨ªan en directo los acontecimientos que pusieron en vilo a Estados Unidos.
A toda velocidad, el autom¨®vil presidencial enfilaba las avenidas de la capital federal y se dirig¨ªa al hospital George Washington, situado a unos tres kil¨®metros del hotel Hilton.
En el hospital
La entrada del presidente por su propio pie tranquiliz¨® en principio a los curiosos y a los m¨¦dicos, que casi instant¨¢neamente comenzaron un chequeo minucioso de Reagan. Entre tanto, los principales consejeros presidenciales eran informados de los hechos
El presidente Reagan brome¨® con ellos por espacio de unos minutos, y al poco el presidente recibi¨® la primera de las varias transfusiones de sangre.
A las 15.30, hora de Washington, entraba en el quir¨®fano, y minutos despu¨¦s el secretario de Estado, Alexander Haig, se hallaba ya en la Casa Blanca al frente de los asuntos de la naci¨®n.
Mientras la Academia de Ciencias Cinematogr¨¢ficas de Hollywood decid¨ªa aplazar la entrega de los oscars, prevista inicialmente para esta madrugada, en condolencia por lo ocurrido en Washington, se conoc¨ªa la noticia de que a Reagan iba a serle extra¨ªda la bala del pulm¨®n izquierdo y se daban detalles sobre el calibre, 22, del proyectil que cruz¨® a tres cent¨ªmetros del coraz¨®n del presidente.
La conmoci¨®n en Estado Unidos paraliz¨® virtualmente el pa¨ªs. Las operaciones financieras fueron inmediatamente bloqueadas en Wall Street.
El Gobierno de Estados Unidos inform¨® a todos los Gobiernos aliados -tambi¨¦n a la Uni¨®n Sovi¨¦tica- sobre los acontecimientos.
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