Reagan se recupera r¨¢pidamente y ejerce el poder desde el hospital
?El presidente contin¨²a siendo el presidente?, afirm¨® ayer un portavoz de la Casa Blanca. Ayer firm¨® desde la cama su primera ley tras el atentado -ha sido trasladado ya a una habitaci¨®n normal desde la unidad de reanimaci¨®n donde pas¨® la madrugada del martes- y recibi¨® a sus principales colaboradores. Entre tanto, la FBI sospecha de conexiones entre el presunto asesino y la extrema derecha californiana.
El doctor Dennis O'Leary, jefe del equipo m¨¦dico que asiste a Ronald Reagan en el hospital George Washington, de la capital federal, califlca de excepcionalmente buena la recuperaci¨®n posoperatoria del presidente, tras la extracci¨®n de la bala del calibre 22, despu¨¦s de dos horas de operaci¨®n. Confirm¨® que Reagan pas¨® la noche del lunes al martes durmiendo con tranquilidad.Se piensa que van a tener que pasar varias semanas hasta que Reagan pueda llevar a cabo una vida absolutamente normal. Mientras tanto ser¨¢ sustituido en las actividades oficiales por el vicepresidente, George Bush.
Por otra parte, fuentes de la FBI, citadas por los medios de difusi¨®n norteamericanos, daban anoche en Washington la existencia de una posible conexi¨®n del autor del presunto intento de asesinato contra el presidente Ronald Reagan, el joven de veinticinco a?os John W. Hinkley, con un grupo de extrema derecha implantado en el sur de California. Bajo el nombre de Posse Comitatus, el grupo tendr¨ªa como finalidad ?eliminar a todos los responsables de la decadencia de Occidente?.
A nivel oficial, la noticia no es confirmada ni desmentida. Por otra parte, siempre seg¨²n fuentes de la FBI que investigan los posibles m¨®viles del atentado, se han encontrado varias cartas en el hotel donde se hosped¨® en Washington. Entre los papeles hallaron una hoja donde figuraba con detalle el programa del presidente Reagan para la jornada del lunes 30 de marzo, d¨ªa en que Hinkley perpetr¨® el intento de asesinato.
Otro elemento de la investigaci¨®n, siempre seg¨²n fuentes cercanas a la FBI, ser¨ªa la aparici¨®n de varias fotos de la actriz juvenil Judy Foster, de dieciocho a?os de edad, que interpret¨® un papel en el filme Taxi driver, al lado de una carta de Hinkley dirigida a la actriz, en la que expon¨ªa sus prop¨®sitos de demostrarle su amor con una acci¨®n ?espectacular? que le iba a costar la vida.
No se ha establecido relaci¨®n entre la actriz y el autor del atentado, quien, al parecer, pretend¨ªa vengar una humillaci¨®n que hab¨ªa sufrido la actriz Foster por parte del presidente Ronald Reagan durante su campa?a electoral el pasado a?o en el Estado de California.
Amigos del autor del atentado contra Reagan manifestaron tambi¨¦n que, durante la ¨²ltima campa?a electoral norteamericana, John Hinkley comentaba con frecuencia que ?todos los l¨ªderes pol¨ªticos deber¨ªan ser eliminados?.
Todas estas informaciones -que no son confirmadas a nivel oficial- aportan los primeros elementos de la investigaci¨®n policial sobre los posibles m¨®viles del atentado.
El hospital George Washington, asediado por la Prensa, se ha convertido en el centro de decisi¨®n del poder ejecutivo. Como en cualquier lugar en el que se encuentre el presidente de Estados Unidos, un sofisticado sistema de comunicaciones ha sido instalado en el edificio.
Confiado sobre el estado del presidente, que controla los asuntos del Estado desde su lecho de convaleciente, el Congreso reanud¨® ayer sus labores legislativas con el debate de la ley de Finanzas, mientras la Prensa se pregunta si Estados Unidos lograr¨¢ alg¨²n d¨ªa desembarazarse del c¨¢ncer de la violencia.
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Estados Unidos se pregunta c¨®mo pudo llegar Hinkley con tanta facilidad hasta el presidente
Viene de primera p¨¢ginaEl hombre que quiso acabar con la vida de Reagan, John W. Hinkley, descrito como un inestable de veinticinco a?os, que hab¨ªa pertenecido a un grupo neonazi y hab¨ªa estado en tratamiento Psiqui¨¢trico, fue actisado oficialmente ayer de ?Intento de asesinato al presidente de Estados Unidos? y, ?de agresi¨®n armada a un agente del servicio secreto?. Las autoridades han denegado al sospechoso, que puede ser condenado a una pena m¨¢xima de cadena perpetua, la libertad bajo fianza. Ma?ana, jueves, comparecer¨¢ ante un tribunal federal.
El segundo Oswald hab¨ªa sido detenido el pasado mes de octubre armado con tres rev¨®lveres, en Nashville, Estado de Tennessee, cuando el entonces presidente Carter se encontraba en esta ciudad. Al d¨ªa siguiente fue puesto en libertad, despu¨¦s de pagar una fianza de 62 d¨®lares (unas 4.00 pesetas). Sin embargo, no figuraba en los archivos del servicio secreto como un hombre peligroso para el presidente.
Los responsables dem¨®cratas y republicanos del Senado fueron recibidos ayer por el vicepresidente, Bush, quien les inform¨® en la Casa Blanca de los motivos que impulsaron a Hinkley a cometer su acci¨®n, pero los senadores se negaron a desvelarlos.
Los otros tres heridos en el intento de asesinato presidencial contin¨²an hospitalizados. James Brady, secretario de Prensa de la Casa Blanca, sigue en estado muy grave, aunque ha experimentado una ligera mejor¨ªa. En estado grave se encuentra el polic¨ªa Thomas Delanthy, mientras el agente secreto Timothy McCarty se recupera satisfactoriamente las heridas recibidas.
Sigue vivo en la mente de todos los norteamericanos el recuerdo de los asesinatos del presidente John Kennedy, en 1963, y de su hermano Robert, en 1968, por motivos nunca esclarecidos. Pero las hip¨®tesis populares de un compl¨® o de c¨®mplices son formalmente desmentidas por los servicios del FBI en el caso del atentado contra el presidente Ronald Reagan.
Empiezan, sin embargo, las preguntas sobre las medidas de protecci¨®n al presidente. ?C¨®mo pudo llegar Hinckley hasta el ¨¢rea reservada s¨®lo a la Prensa? ?C¨®mo pudo permanecer durante largo rato al lado de uno de los c¨¢maras de televisi¨®n cuya misi¨®n informativa era enfocar la salida del presidente en su corto recorrido desde la puerta lateral del hotel hasta su autom¨®vil?
Jerry Parr, jefe del equipo de agentes del servicio secreto, cuya misi¨®n es garantizar la seguridad del presidente, dijo que en cada salida de rutina presidencial -y Ronald Reagan en 72 d¨ªas de mandato muestra ser uno de los presidentes m¨¢s callejeros- se calcula que pueden existir cuatrocientos asesinos potenciales. Lo dif¨ªcil, lo imposible, es detectarlos.
Hinckley no figuraba en el ?archivo? de 25.000 nombres sospechosos que tiene el ordenador del servicio secreto norteamericano.
Con aspecto de ejecutivos j¨®venes, con su eterno min¨²sculo auricular en el o¨ªdo para recibir inmediatas instrucciones, equipado con rev¨®lveres y otras armas m¨¢s sofisticadas en sus r¨¢pidos autom¨®viles, los agentes del servicio secreto rodean al presidente.
?John Lennon, Ronald Reagan o un simple ciudadano, es s¨®lo cuesti¨®n de ?suerte? en la espiral de violencia criminal en que vivimos?, dijo un norteamericano entrevistado por la televisi¨®n.
Los atracos callejeros, muchas veces acompa?ados de disparos, son tema corriente en las grandes ciudades estadounidenses. ?Por qu¨¦? La respuesta tiene mil facetas, aunque, en general, se centra en dos aspectos: la facilidad que existe en EE UU para adquirir armas cortas y la violencia que engendra los desequilibrios sociales y el tr¨¢fico de droga.
Se calcula que existen en este pa¨ªs alrededor de cincuenta millones de pistolas en circulaci¨®n, casi una para cada cuatro personas. En la mayor¨ªa de los Estados adquirir un arma es tan f¨¢cil como ir a comprar cualquier producto al supermercado.
Las pol¨¦micas entre defensores de un control de venta de armas y los partidarios del liberalismo tienen una historia tan larga como la de Estados Unidos. Los primeros claman la necesidad de un control para reducir el crimen. Los segundos, en pro de la libertad individual, alegan que los criminales siempre tendr¨¢n canales para suministrarse armas.
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