La declaraci¨®n de los obispos vascos
LA DECLARACION conjunta de los obispos del Pa¨ªs Vasco en torno a la situaci¨®n en Euskadi y a las repercusiones del golpe del 23 de febrero sobre nuestra vida p¨²blica ha causado no poco revuelo y preocupaci¨®n en sectores de la pol¨ªtica oficial y de la milicia. Como si estuvi¨¦ramos adentr¨¢ndonos en el t¨²nel del tiempo, la reacci¨®n del Gobierno recuerda algunas de las actitudes adoptadas por el anterior r¨¦gimen, desde mediada la d¨¦cada de los sesenta hasta su final, frente a los pronunciamientos cr¨ªticos -por ejemplo, el de monse?or A?overos- de la jerarqu¨ªa eclesi¨¢stica. Vaya por delante nuestro esencial acuerdo con el contenido de la declaraci¨®n que hoy comentamos, y que no hace sino poner de relieve verdades evidentes ya se?aladas de antemano por numerosos ciudadanos.La constataci¨®n de la brutalidad del terrorismo de ETA y sus fines involutivos no puede sino agradecerse viniendo como viene de la cabeza de una organizaci¨®n -la eclesi¨¢stica- no pocos de cuyos miembros se vieron hasta hace poco envueltos, directa o indirectamente, en las actividades violentas del independentismo vasco. La ambig¨¹edad con que en el pasado p¨¢rrocos y sacerdotes del clero regular enjuiciaron los cr¨ªmenes terroristas se, explica, en parte, porque resultar¨ªa muy dif¨ªcil escribir la historia de ETA haciendo abstracci¨®n de la cobertura moral, ideol¨®gica y material dada por algunos eclesi¨¢sticos a las bandas armadas y del notable n¨²mero de ex seminaristas y ex sacerdotes que han militado en sus filas. Esa equ¨ªvoca postura, sin embargo, hab¨ªa dado paso en tiempos m¨¢s recientes a firmes actitudes de condena del episcopado contra la organizaci¨®n terrorista. No obstante, no recordamos un documento tan contundente y esclarecedor como este, si bien ser¨ªa deseable que, alg¨²n d¨ªa, la Iglesia vasca realizara una honesta y valiente autocr¨ªtica sobre sus ambiguas tolerancias en el pasado respecto al tema del terrorismo de ETA.
Las observaciones de los obispos sobre los peligros de una eventual intervenci¨®n militar en Euskadi no pueden ser m¨¢s ponderadas, y responden al com¨²n sentir del ciudadano medio. Son fruto de una concepci¨®n l¨®gica y moderna -y nada revolucionaria, desde luego- de la Junci¨®n de las Fuerzas Armadas en una sociedad civilizada, y avisan de riesgos tan obvios como preocupantes. Desde estas mismas p¨¢ginas hemos tenido ocasi¨®n de se?alar y esos peligros y la necesidad de limitar claramente, en el tiempo y en los objetivos, la involucraci¨®n del Ej¨¦rcito en medidas policiales o de represi¨®n del terrorismo. Poi ¨²ltimo, la llamada a las autoridades, y notablemente la referencia expl¨ªcita a las responsabilidades del Gobierno aut¨®nomo y del partido que lo nuclea, no puede ser m¨¢s oportuna, y entra dentro de la misma l¨ªnea de servicio al ordenamiento constitucional.
El ¨²nico reparo que podr¨ªa ponerse as¨ª a la declaraci¨®n es la constataci¨®n de la enorme repercusi¨®n, desproporcionada respecto a los contenidos, que toda opini¨®n episcopal adquiere a¨²n entre nosotros, en virtud del poder real detentado por la Iglesia cat¨®lica en la comunidad civil. Este poder es el que en repetidas ocasiones nos ha llevado a reclamar una mayor neutralidad eclesi¨¢stica en los asuntos temporales y una menor arrogancia en las intervenciones de la jerarqu¨ªa sobre cuestiones p¨²blicas. Y si es criticable, como lo es, que los ¨®rganos de Prensa golpistas, los partidos pol¨ªticos clericales y las oficinas de Prensa del Gobierno protesten por esta intromisi¨®n eclesial, cuando no lo hicieron por otras anteriores, s¨®lo porque el contenido del actual documento no les gusta, tampoco ser¨ªa admisible que, por estar de acuerdo con los an¨¢lisis y recomendaciones de esta carta pastoral, silenci¨¢ramos que nos sigue pareciendo detest¨¢ble esta man¨ªa eclesi¨¢stica de permanente tutela de la sociedad civil. Precisamente, a ninguna otra instituci¨®n como la Iglesia, despu¨¦s de las Fuerzas Armadas, son tan aplicables las advertencias de los obispos vascos sobre la necesidad de evitar presiones institucionales extra?as al normal funcionamiento del Estado. Y tan necesario es evitar tener una democracia tutelada por las armas, como coartada por las casullas. La triste constataci¨®n de que las casullas y las armas han ido no pocas veces unidas en nuestras guerras civiles, y de manera especial y rotunda en los hist¨®ricos y sangrientos conflictos que han asolado repe tidas veces el Pa¨ªs Vasco, no deber¨ªa haber sido olvidada o evitada en el documento episcopal.
Este especial poder de la Iglesia cat¨®lica est¨¢ reconoc¨ªdo hasta en la. propia Constituci¨®n. Los legisladores de nuestra carta magna realizaron una nienci¨®n expl¨ªcita de la importancia del catolicismo en nuestro pa¨ªs y de la tradicional implantaci¨®n en Espa?a de la Iglesia, cuyos representantes tuvieron buen cuidado de que eso se hiciera. Por esa raz¨®n, no es lo mismo emitir opiniones pol¨ªticas desde las p¨¢ginas de un peri¨®dico o la tertulia de un caf¨¦ que desde un p¨²lpito. Otra observaci¨®n que cabe formular es la sorpresa que para muchos ciudadanos puede representar la discordancia entre esas loables opiniones y las que, en el presente o en el pasado, han expresado, acerca de los sistemas pol¨ªticos preferidos por la jerarqu¨ªa, otros prelados. Sin contar con los pronunciamientos de la jerarqu¨ªa, constituida en Conferencia Episcopal, sobre proyectos de ley que se deb¨¢ten en el Parlamento. Porque una cosa es respaldar un sistema pol¨ªtico de forma global en funci¨®n de sus valores (garant¨ªa de las libertades y de los derechos humanos, igualdad ante la ley, legitimaci¨®n de los gobernantes por su condici¨®n de representantes de la soberan¨ªa popular), y rechazar cualquier variante de dictadura, como han hecho los obispos vascos, Y otra cosa muy distinta es interferir el funcionamiento de ese sistema desde dentro mediante presiones extraparlamentarias sobre diputados y gobernantes.
Dicho esto, permanezca no obstante nuestro reconocimiento por la valent¨ªa y el coraje de los obispos vascos al publicar la pastoral, y nuestro acuerdo en los puntos fundamentales de sus an¨¢lisis, valoraciones, juicios, predicciones y recomendaciones. Y la reflexi¨®n a?adida de que, caso de ser inevitable que los prelados opinen organizada y p¨²blicamente sobre cuestiones que afectan a la vida pol¨ªtica nacional, y hasta internacional, como el propio Papa acostumbra, al menos lo hagan para salir en defensa de los derechos humanos y de la libertad, que tantas veces olvidan a la hora de defender los intereses sectoriales de la instituci¨®n a la que representan.
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