Perplejidades democr¨¢ticas
A medida que, despu¨¦s del 24 de febrero, transcurre el tiempo, las cosas, en vez de esclarecerse, se oscurecen. Es evidente que todos hemos internalizado, en mayor o menor grado, el golpe y que, por tanto, este no ha ocurrido, de ninguna manera, en vano. Dir¨ªase que, en el multigolpe, la operaci¨®n perpetrada por Tejero -la ?brillante? y aun ?heroica?, a juicio de la extrema derecha- ha sido el detonante y desencadenante, ¨²til aunque ?excesivo?, de la acci¨®n militar ulterior; y casi otro tanto puede decirse de la operaci¨®n Milans del Bosch. Pero que, en cambio, la exaltaci¨®n del general Armada es el objetivo ?razonable? en el que culminar¨¢ esta primera etapa. ?Por supuesto?, ning¨²n militar ser¨¢ seriamente sancionado. Pero Armada, tras el juicio, nada sumar¨ªsimo, saldr¨¢ engrandecido, y a eso es a lo que se va. El art¨ªculo del colaborador de peri¨®dicos tan poco conocido como Ram¨®n Hermosilla, La servidumbre de la toga, que apareci¨® en la tercera p¨¢gina -tan venida a menos desde los tiempos de don Torcuato- del Abc del domingo 29, as¨ª como la decisi¨®n, por parte de la direcci¨®n del diario, de publicarlo, son una obra no dir¨¦ que maestra porque no se debe exagerar, pero s¨ª mediocremente h¨¢bil, de retorcimiento. El t¨ªtulo har¨ªa pensar, ingenuamente, en que ?la servidumbre de la toga? impone a su autor la defensa de Armada, pese a su disconformidad con el comportamiento del acusado. Pero no hay tal cosa el defensor nos dice que est¨¢ absolutamente seguro de su inocencia. Continuando en la l¨ªnea de la lectura ingenua, podr¨ªa pensarse que el art¨ªculo se escribe para protestar de que a un procesado, por el mero hecho de serlo, se le d¨¦ por culpable. Cualquier lector de buena fe estar¨¢ de acuerdo con el principio general, aunque es menester reconocer que, en el caso concreto ante el que estamos, las circunstancias de su destituci¨®n por su superior y el informe del ministro de Defensa no son grano de an¨ªs, y si bien es verdad que no hay todav¨ªa sentencia, parece ¨¢ todas luces impertinente exhumar un texto legal ?contra las maledicencias de la pensi¨®n? y ?contra las arter¨ªas e insidias de las luchas pol¨ªticas?. La pasi¨®n y las insidias no han intervenido aqu¨ª para nada, a no ser que el ?defensor considere como tales a las motivaciones de un teniente general y del ministro del ramo.Pero no para ah¨ª la cosa: el art¨ªculo, al final, vuelve el t¨ªtulo del rev¨¦s y lo que lamenta es que ?la servidumbre de la toga? lo impida salir al paso de los infundios con los que, seg¨²n ¨¦l, se confunde a la opini¨®n p¨²blica. Y termina la pieza con esta grav¨ªsima insinuaci¨®n: ? i Ah! si no fuera por la servidumbre y el peso de la toga ... ? Continuando en la misma actitud de ingenuidad me pregunto: ?Est¨¢ autorizado un abogado defensor a dirigirse as¨ª a la opini¨®n p¨²blica sin esperar al d¨ªa en el que podr¨¢ aportar todas sus pruebas, si las hubiere, en el lugar donde procede? ?Y no tendr¨ªa m¨¢s fuerza moral ese d¨ªa si antes no hubiera publicado semejante art¨ªculo en el cual, para colmo de retorcimiento, parece tratar de un tema puramente general y s¨®lo en nota al pie de p¨¢gina, hacia el final, que dice ?el autor se refiere a la defensa del general Armada?, se explica por qu¨¦ lo escribe?
No hace falta agregar, para quien me conozca, que con las anteriores observaciones nada est¨¢ m¨¢s lejos de mi ¨¢nimo que sugerir la suspensi¨®n del Abc. He tomado este texto como ejemplo de lo dif¨ªcil que es trazar, en materia de libertad de expresi¨®n, la l¨ªnea penal divisoria. Resoluciones de este tipo s¨®lo deben ser tomadas, a mi juicio, por la v¨ªa judicial ordinaria y estoy en contra de las medidas que, seg¨²n parece, se van a tomar contra el diario Egin, hasta el punto de que, con alguna reserva en cuanto al breve texto, suscribir¨ªa el documento publicitariamente publicado en EL PAIS. El argumento de Pedro J. Ram¨ªrez sobre la aparente lenidad de la judicatura con respecto a la extrema derecha, v¨¢lido o no, es inutilizable cuando se trata de la izquierda, para la cual aqu¨¦lla parece tener muy pocas complacencias. Y es alarmante en cambio configurar, como hace el citado articulista, un supuesto ?partido intelectual?. Justamente porque, siendo intelectual, supongo que nadie me incluye en tal entelequia, me importa mucho declarar que escribo en defensa de la libertad de expresi¨®n en general, y de la de los intelectuales en particular. Y por eso mismo celebro muy de veras la resoluci¨®n judicial a favor de la proyecci¨®n de la pel¨ªcula El crimen de Cuenca, me vaya a gustar o no, como no me gusta, porque tiene poca calidad, el diario Egin.
Vivimos tiempos confusos. Me duele, y mucho, el terrorismo, pero me alarmar¨ªa que despu¨¦s de tantas v¨ªctimas suyas en impunidad, ahora, de repente, empezaran a caer terroristas muertos por doquier. Y mucho m¨¢s que la ocupaci¨®n por el Ej¨¦rcito de puestos fronterizos o de protecci¨®n, mientras no pase de ah¨ª, me preocupa que ello pueda servir de pantalla a un posible desmadre de la polic¨ªa, vuelta repentinamente entusiasta de la Constituci¨®n, aunque no tanto, al parecer, de la supresi¨®n de la tortura. La eliminaci¨®n del terrorismo no podr¨¢ lograrse sin la colaboraci¨®n del pueblo vasco, y dar la sensaci¨®n de que se procede contra ¨¦l constituir¨ªa el peor de los errores.
Antes de terminar quiero hacer referencia a otros dos. La ley llamada de Armonizaci¨®n de las Autonom¨ªas me parece, cuando menos, inoportuna. Y en cuanto al manifiesto de los intelectuales y profesionales que viven y trabajan en Catalu?a, debo decir que mi larga y estrecha relaci¨®n con aquel pa¨ªs -y sigo siendo profesor ordinario de la Escuela de Dise?o Textil de Barcelona- es contrar¨ªa a sus afirmaciones. Comprendo que no es lo mismo visitar Catalu?a, por frecuentemente que se haga, que residir all¨ª, pero aun as¨ª insisto en que no me parece justa la descripci¨®n que de la situaci¨®n real se hace en dicho texto. Algunos de sus firmantes, y para no citar sino aquellos que ahora trato m¨¢s, Amando de Miguel y Benjam¨ªn Oltra, son excelentes amigos m¨ªos y estoy seguro, porque los conozco bien, de que su experiencia personal, subjetiva, ha validado su firma. Pero ?se trata de una experiencia generalizable? S¨¦ de algunos casos en que catalanes mediocres -en todas partes los hay- que, por otra parte, en la ¨¦poca del franquismo ocultaron cuidadosamente su catalanismo, se aprovechan ahora de su lengua y condici¨®n para compensar su mediocridad, hacer la vida imposible e intentar desplazar de sus puestos a no catalanes de val¨ªa superior. Pero ?puede decirse que esto ocurra generalmente? No lo creo y tampoco parecen pensar as¨ª los muchos y muy conocidos profesores y escritores no catalanes o catalanes de habla castellana que no aparecen en el manifiesto. La discriminaci¨®n, toda discriminaci¨®n, me parece censurable. Pero el anticatalanismo, y m¨¢s cuando es ejercido dentro de Catalu?a, tambi¨¦n.
Y termino ya, por hoy, con mis perplejidades. Estamos cogidos, para desgracia nuestra, entre el golpismo y, el terrorismo. ?Podremos librarnos de su tenaza? No lo s¨¦. S¨¦ que debemos luchar por conseguirlo. Si no lo logramos, el t¨ªtulo de mi ¨²ltimo art¨ªculo habr¨ªa de interpretarse as¨ª: la democracia -aquel sue?o del verano de 1977- se quedar¨ªa, para nosotros, en una pura invenci¨®n, un montaje, juego de ni?os mientras los mayores en poder les dejaron, el rato de unos meses, jugar, mera irrealidad.
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