Tejero recibi¨® en su prisi¨®n de El Ferrol cuarenta visitas el fin de semana
Antonio Tejero, principal implicado en el asalto al Congreso de los Diputados, el pasado 23 de febrero, es el tema cumbre de las conversaciones ferrolanas desde que el teniente coronel lleg¨® a su actual prisi¨®n en el castillo de La Palma, una de las dos puertas de entrada a la r¨ªa de El Ferrol, en un paisaje suavemente agreste y particularmente propicio para el que quiera reflexionar desde el interior de unos muros de piedra gran¨ªtica.Entre la una y las dos de la tarde, la zona de los Cantones, en el centro de la ciudad departamental, que fue cuna de Pablo Iglesias y de Francisco Franco, el paisaje humano era un hervidero de j¨®venes de pelo corto y muchachas ataviados a la usanza de algo que parec¨ªa ser el madrile?o barrio de Salamanca.
??Ya viste al teniente coronel??, ?tenemos que ir al castillo a ver c¨®mo est¨¢?, ?creo que aquello es una romer¨ªa?. Son frases tomadas a la sombra de una ronda de vinos.
En la otra trinchera, por las tabernas de los barrios obreros de Caranza, Fene, Xubia, Casas de Baz¨¢n, etc¨¦tera, se habla menos del guardia civil que asalt¨® el palacio del Congreso el 23 de febrero o, en todo caso, el cantar lleva por aqu¨ª otro son muy diferente.
A quince kil¨®metros del centro ferrolano est¨¢ la residencia del asaltante del Congreso. Quienes acuden a visitarle tienen que atravesar primero la peque?a villa de Mugardos, cuyo alcalde es comunista, Angel Cortizas, y cuyo pueblo guarda una larga tradici¨®n ?roja?. La estrecha carretera que bordea el mar hasta el castillo est¨¢ en estado lamentable.
Cerca de la instalaci¨®n militar hay cinco o seis casas habitadas y una taberna en la que sirve caf¨¦s y copas de aguardiente una encantadora anciana de ochenta a?os cuya memoria tiene registrado todo un muestrario de la vida pasada del castillo. ?Aqu¨ª hubo siempre muchos presos, algunos famosos incluso, y esto tuvo mucha vida hace varios a?os, cuando ven¨ªan a trabajar numerosos obreros a la cantera de la que sacaron las piedras con que se adoquin¨® El Ferrol?. Su sobrina, que es la que manda ya en la casa, recuerda los d¨ªas en que aparec¨ªan por la taberna los familiares de otros militares muy distintos a Tejero, el comandante Otero y los capitanes Fortes y Consuegra, presos en La Palma despu¨¦s del proceso a la UMD, en 1975 y 1976.
En relaci¨®n a las visitas que puede recibir Tejero, las restricciones s¨®lo alcanzan a los periodistas. Cualquier otra persona que acuda de cuatro a ocho de la tarde puede entrar al castillo y permanecer con el teniente coronel todo el tiempo que ¨¦ste disponga. En general, suelen ser visitas cortas, desde uno a cinco minutos, durante las cuales el preso recibe regalos y conversa con sus visitantes.
El domingo, por ejemplo, la cola fue habitualmente de unas cuarenta personas. Todas llevaban una bandera nacional o el emblema de Fuerza Nueva en la solapa. Apenas hab¨ªa j¨®venes y casi ning¨²n forastero. Buena parte de los visitantes de ese d¨ªa eran habitantes de El Ferrol; entre ellos, caras conocidas de la ultraderecha y algunos militares.
El control de las entradas lo ejerce un numeroso cuerpo de guardia compuesto por soldados de la Polic¨ªa Militar, que no dejaron entrar a los representantes de la Prensa ni hacer fotos. Un suboficial joven, muy amable y correcto, pidi¨® disculpas por no poder hacer nada a favor de que entr¨¢ramos, escud¨¢ndose en que ?tenemos orden de que s¨®lo entren las personas que quiere recibir el preso?.
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