La UVA de Vallecas, un programa de realojamiento de antiguos "chabolistas oficiales"
Hace ya veinte a?os, la Administraci¨®n central entreg¨® unas viviendas provisionales, junto al antiguo pueblo de Vallecas, que intentaban absorber el chabolismo existente en la zona. Hoy, aquellas viviendas que no ten¨ªan que haber sobrevivido por encima de los cinco a?os permanecen, aunque la mayor¨ªa de sus habitantes mantienen la esperanza de que la remodelaci¨®n en marcha, uno m¨¢s de los programas urban¨ªsticos iniciados, les permita acceder a la propiedad de una vivienda digna.
Mil doscientas familias de la UVA de Vallecas esperan recibir una vivienda digna en los pr¨®ximos ocho a?os. En octubre se entregar¨¢n las primeras 266, que se est¨¢n construyendo actualmente en los terrenos que antes ocupaban los locales comerciales. En noviembre se iniciar¨¢ la construcci¨®n de la segunda fase, con capacidad para 438 familias, y a continuaci¨®n la tercera, con capacidad para 496. Con la entrega de estas ¨²ltimas se habr¨¢ conseguido el realojamiento de todos los vecinos del barrio y la eliminaci¨®n de una de las zonas suburbiales m¨¢s miserables de Madrid.La UVA (Unidad Vecinal de Absorci¨®n) es un proyecto insertado en el Plan de Absorci¨®n del Chabolismo de 1961. Durante los tres meses estivales de 1963, la Obra Sindical del Hogar (OSH) levant¨® un conjunto de bloques de uno y dos pisos en la parte noroccidental del pueblo de Vallecas, entre la v¨ªa del ferrocarril y la antigua carretera de Valencia. La UVA, que hab¨ªa supuesto una inversi¨®n econ¨®mica m¨ªnima, era un gran ¨¦xito pol¨ªtico de la Administraci¨®n. Inmediatamente se trasladaron al lugar m¨¢s de mil familias de los n¨²cleos chabolistas de Do?a Carlota, Arroyo Abro?igal, kil¨®metro 14 y Cerro T¨ªo P¨ªo. La mayor¨ªa eran inmigrantes de Extremadura y Andaluc¨ªa, que buscaban empleo en la capital. La UVA era la etapa de asimilaci¨®n de las gentes del campo a la vida urbana. Posteriormente, en un plazo breve de tiempo que la vox p¨®puli fija en cinco a?os, aunque tal cifra no consta en los documentos oficiales, les ser¨ªa entregada una vivienda en mejores condiciones. Es ahora, dieciocho a?os despu¨¦s, cuando parece que por fin la promesa se va a cumplir.
Las caracter¨ªsticas de ¨¦sta, como las de las otras unidades de absorci¨®n que se construyeron en barrios perif¨¦ricos de Madrid en la misma ¨¦poca, demuestran que, en efecto, el poblado era una soluci¨®n provisional al problema de la instalaci¨®n de los emigrantes: construcci¨®n fr¨¢gil y descuidada, mala cimentaci¨®n, reducidas dimensiones del espacio habitable (unos cincuenta metros cuadrados por t¨¦rmino medio), materiales de baja calidad, deficiencias urban¨ªsticas, servicios colectivos insuficientes, etc¨¦tera. El poblado no estaba ideado para durar, y si ha resistido tantos a?os sin venirse abajo ha sido por las inversiones de los vecinos para reconstruir sus viviendas. Lo que no se ha podido evitar han sido las grietas, las goteras, la humedad, los desniveles del piso y, en consecuencia, la incomodidad, el disgusto y la enfermedad.
?La enfermedad fue el primer caballo de batalla para pedir la remodelaci¨®n del barrio?, explica Santiago L¨®pez, presidente de la Asociaci¨®n de Vecinos de la UVA. Un estudio realizado entre la poblaci¨®n ha dado como resultado que el 29% de los habitantes sufre re¨²ma, y el 30%, molestias pulmonares; el 50% padece dos enfermedades o m¨¢s. A los cinco a?os, los ni?os ya est¨¢n afectados por trastornos propios de la edad senil. Los m¨¦dicos han aconsejado a algunos pacientes que abandonen el barrio si quieren curarse, pero la falta de recursos econ¨®micos impide encontrar un lugar mejor donde vivir. La pobreza mantiene a los vecinos atados a sus semichabolas.
Ingresos inferiores al salario m¨ªnimo
El 65% de las familias tiene unos ingresos mensuales inferiores al salario m¨ªnimo interprofesional: unas 19.000 pesetas. S¨®lo el 5% sobrepasa el interprofesional, ganando entre 35.000 y 45.000 pesetas. La cuarta parte de la poblaci¨®n activa est¨¢ en paro, y de ella el 45 % no cobra el seguro de desempleo. Aunque el 60% de los trabajadores declara como primer oficio la construcci¨®n y el 18%, el sector servicios (transportes, limpieza, dependientes de comercio), la mayor¨ªa de los hombres de la UVA se dedica a la venta ambulante, a la recogida de cartones y a las chapuzas. Las mujeres van a asistir a casas de Madrid. Muchas familias viven completamente al d¨ªa, as¨ª que, si un d¨ªa llueve y no se puede colocar el puesto en Atocha o en el Rastro, hay que hacer restricciones en la alimentaci¨®n.El paro y la miseria engendran delincuencia, prostituci¨®n, afici¨®n a las drogas, por una parte; inseguridad, desconfianza y malestar, por otra. ?Cuando se va la luz es conveniente marcharse a casa, porque a lo mejor uno que necesita para un pinchazo te puede dar un susto?, comenta un vecino.
Los ni?os aprenden en la calle
El colegio Juan de Herrera se inaugur¨® hace seis a?os. Antes hab¨ªa unos barracones prefabricados en peores condiciones incluso que las viviendas. Pod¨ªan haberse derrumbado sobre los ni?os en cualquier momento. El nuevo colegio, pese a tener todav¨ªa deficiencias, es un local m¨¢s adecuado para la ense?anza. ?Tenemos 980 alumnos y 35 profesores?, dice el director del colegio. ?Trescientos y pico ni?os tienen beca de comedor, lo que les asegura una nutrici¨®n m¨¢s sana y abundante que en su casa. Este es un colegio nacional como los dem¨¢s, pero la poblaci¨®n de este barrio no es como la que acude a un colegio del barrio de Salamanca. Aqu¨ª se necesita un plan de ense?anza especial y una serie de profesores especializados. Pero, todo lo contrario: no nos dejan ni siquiera contratar a un psic¨®logo o a un profesor de educaci¨®n f¨ªsica?.El 18% de los ni?os del barrio no est¨¢ escolarizado. Doscientos de los que poseen plaza han de salir de la UVA para ir a la escuela; algunos tienen que trasladarse hasta el Puente de Vallecas, que queda muy lejos y supone unos gastos de autob¨²s que la familia afronta dif¨ªcilmente. Los ni?os empiezan a asistir muy tarde a clase; en sexto de EGB, muchos est¨¢n aprendiendo a leer y a escribir. Las programaciones de estudios del Ministerio a ellos no les sirven. ?Procuramos acoger a todos los que nos traen, aunque se rebasen los cupos y aunque estemos a mitad de curso. El caso es que mientras est¨¢n en el colegio, no est¨¢n en la calle?.
La calle es el primer centro de ense?anza del sector infantil. A los diez y doce a?os, los cr¨ªos son expertos en hacer puentes a los coches y apropiarse de los objetos m¨¢s variados: desde un monedero hasta una maceta para regalar a la profesora por su cumplea?os. La calle es tambi¨¦n un riesgo para la salud de los ni?os. Es cierto que ¨²ltimamente han mejorado los servicios de limpieza (se riega con frecuencia, se han colocado contenedores para la basura en puntos estrat¨¦gicos del poblado), pero quedan focos de infecci¨®n, donde las ratas y los microbios se multiplican, focos que son precisamente los sitios favoritos para ir a jugar cuando no hay clase.
Ahora se est¨¢n habilitando nuevas dependencias escolares para trescientos ni?os menores de cuatro a?os, y dentro del plan de remodelaci¨®n se prev¨¦ la puesta en marcha de cuatro guarder¨ªas (una de ellas funciona ya), que permitir¨¢n a las mujeres del barrio salir a ganar unos duros, sabiendo que dejan al beb¨¦ en buenas manos.
El plan prev¨¦ asimismo la construcci¨®n de todo lo necesario para el equipamiento y autoabastecimiento del barrio.
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