La resurrecci¨®n
Domingo de Resurrecci¨®n, resurrecci¨®n semanal de los domingos, cuando la vida vuelve a ser de uno, y el tiempo, y la dif¨ªcil calidad del aire.Domingo de Resurrecci¨®n, en el calendario piadoso/ ominoso de mi Valladolid de entonces. No sab¨ªamos, los ni?os, qu¨¦ era lo que resucitaba o resurg¨ªa, sobre todo los ni?os no demasiado devotos o meapilas (estaban de moda los fervorines). Luego he comprendido que no resucitaba ni resurg¨ªa nada, sino que ¨¦ramos nosotros mismos (como siempre hab¨ªa intuido) quienes resucit¨¢bamos con los mismos cuerpos y almas colegiales que tuvirnos toda la semana, pero un poco m¨¢s limpios, quienes resurg¨ªamos en carne y vida perdurable (que ya est¨¢ dejando de perdurar). A medida que la mitolog¨ªa religiosa se vac¨ªa de contenidos, por la repetici¨®n y la entropia, esos contenidos viene a sustituirlos la vida misma, dando un sentido secular a lo que alguna vez tuvo otro. Ocurri¨® ya con los dioses griegos, que al agotar su sentido m¨¢gico, empezaron a tener para S¨®crates y Plat¨®n un sentido filos¨®fico. Domingo de resurrecci¨®n, que escribiremos ya con min¨²sculas porque min¨²scula se va haciendo nuestra vida, y vive uno cada vez de m¨¢s min¨²sculas resurrecciones. Pero mejor que autobiograf¨ªa, hagamos politolog¨ªa. Hoy, domingo, en cuya madrugada escribo, con sol, lluvia o sangre en las tinieblas exteriores, lo que esperamos todos es la resurrecci¨®n de algo que no s¨¦ si llamar Espa?a, democracia, libertad, paz, convivencia, pervivencia, supervivencia o qu¨¦. Porque siguen lloviendo muertos sobre Espa?a.
Los mitos de la infancia, de la patria a la mujer, de la moral a lo inmortal, mitos para los que apenas si ten¨ªan o¨ªdo nuestras sucias orejas escolares, acaban haci¨¦ndose verdad -otra verdad- a lo largo, de la vida, porque la vida misma los va llenando de otro contenido. As¨ª, todos podemos decir, como Medea, ?soy una vasija llena de un saber que no es m¨ªo?.
La idea de patria, sobre la que el ni?o de derechas/ izquierdas apenas se hab¨ªa parado a pensar, pues su pensamiento no ten¨ªa otra circunvoluci¨®n que la de su peonza, la idea de patria, digo, se nos renueva hoy, recrudece, acrece, cada vez que el terrorismo mata a un patriota. La idea de ciudad va complet¨¢ndose a medida que el terrorismo mata ciudadanos. La irnagen de patria, que siempre hab¨ªa sido como una imagen beliaerante (en cuanto un hombre se sub¨ªa a un caballo, aunque no fuese el de Pav¨ªa, encarnaba la patria), es ya para el ciudadano espa?ol poco m¨¢s que la idea de convivencia, la resurrecci¨®n laica de cada semana, con abril temblando en el aire y el domingo desperez¨¢ndose por el cielo. Que no, que no quiero verla, la sangre de otro ciudadano sobre la arena ti pogr¨¢fica del peri¨®dico. Las cosas han llegado a tal estado que hasta nos da miedo abrir el peri¨®dico. Si Luis Escobar y las gentes del mundo de Guermantes a la inadrile?a abr¨ªan el Abc por las esquelas, ahora las esquelas vienen en primera p¨¢gina.
Domingo de Resurrecci¨®n. Resurrecci¨®n del domingo, tras una semana de muertos inexplicables. Todos estamos resurrectos, oreados por el galernazo dulce del rnadrugar, impacientes de peri¨®dico y domingo. Lo que ahora sufre pasi¨®n y muerte es una cierta idea de convivencia, una cierta convivencia en las ideas, todo eso entendido como patria, m¨¢s sutilmente que la carta de vinos de Tejero o su variado men¨² espa?ol para una Espa?a donde todav¨ªa hay hambre. Si alguna encarnaci¨®n tiene la idea de patria, la tiene en el domingo, cuando los ni?os juegan a sus juegos prohibidos e inocentes, en una paz/nenuco, entre los cementerios marinos del cielo.
El domingo, como si nadie hubiera muerto el martes. Todos los domingos se obra en el ciudadano trabajador una resurrecci¨®n de la carne. La vida, todos los domingos, parece perdurable. Como si nadie hubiera muerto el martes.
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